Brooke
Pase varios días que solo me dedique a ponerle atención a la cafetería, necesitaba abrirla cuanto antes, pues solo me quedaban algunos dólares en mi cuenta, no me iban a durar mucho tiempo. Me negaba a pedirle dinero a Adam, no podía hacer eso, preferiría pedirles dinero a mis padres. Era menos vergonzoso y humillante. Y debía de pagarle a Nick su primer sueldo, el pobre había pintado la cafetería por completo, me ayudo a colocar la decoración, a organizar todas las estanterías, la trastienda y la cocina. Era bastante callado y se ofrecía a todo. Así que le llevábamos desayuno y de vez en cuando lo invitábamos a cenar, por suerte no tuvo que presenciar otro encuentro con Adam, pues me dispuse a ignorarlo cada vez que se aparecía en casa con la excusa de que necesitaba algo. Estaba pensando claramente en vender la casa, si era la única manera de deshacerme de él. Aunque, solo pensarlo me daba un dolor en el pecho, había invertido tanto tiempo y esfuerzo en hacer de aquella casa un hogar. Para que mis hijos tuvieran una casa a la cual llamar hogar y volver cada vez que ellos quisieran, para navidad o acción de gracias, en verano, o cuando se casaran y tuvieran sus propios hijos venir a visitarnos. Todos esos deseos estaban marchitados ahora. Tome una larga respiración y mis pulmones se llenaron de un delicioso olor que provenía de la cocina. Nick se había pasado la mañana dándome a probar diferentes postres para el menú, no podía negar que tenía talento para la cocina y los postres al igual que el café le quedaba de maravilla.
Volví a concentrarme en los estados financieros que estaban frente de mí, frunciendo los ojos, los cálculos no me daban, si no buscaba una manera de generar ingresos pronto, estaría en serios problemas.
–Abre la boca – levante la cabeza al tiempo que Nick empujaba una cuchara en mi boca.
–¿Qué? – aprovecho eso para introducir la comida en mi boca, el pastel se deshizo en mi boca – ¿Qué es? – pregunte cuando trague.
–Pastel de macadamia – apoyo el codo en la barra sonriendo.
–¡Dios mío! –exclame – ¿Por qué es tan suave?
–Es receta secreta, no puedo decirte – me guiño un ojo. –¿Dónde está Katy hoy?
–Tiene practica de natación.
–¡Oh! No sabía que nadaba.
–¡Oh, sí! Va a ir a la universidad con una beca deportiva.
–Que bien. ¿Lo ponemos en el menú? – cambio de tema.
–¿Qué? – me quede mirando aquellos enormes ojos oscuros.
–El pastel, Brooke.
–Ah – se me acaloro la cara.
–Por supuesto – asintió, se sacó una pequeña libreta del bolsillo de su camisa y lo vi escribir.
–Entonces, tenemos: galletas de chocolate, de avena y pasas, brownie, pastel de chocolate con naranja y ahora el del macadamia, ¿algo más que quieras agregar?
–Sí, lo salado – volvió asentir.
–Podemos agregar algunos sándwiches, pastel de carne, medialunas, tortillas... ¿sucede algo? –pestañe, me había vuelto a quedar mirándolo, mirando su boca moverse. Negue con la cabeza.
–Eh... no – tartamudee.
–¿Escuchaste lo que estaba diciendo?
–Sí, todo suena genial. – fue su turno de quedarse mirando y me puse nerviosa bajo aquella mirada.
–Estas ida hoy.
–Es que no me cuadran los números – dejo la cuchara a un lado y arrastro los papeles, frunció el ceño – no tienes que pagarme hasta que abras. – tacho su nombre de mi lista.
–¿Cómo qué no?
–No me estas cobrando alquiler. Eso debería de valer por ahora.
–No es que no te quiera pagar, es que no tengo como pagarte.
–Está bien – se enderezo – puedes pagarme más adelante.
–Todavía nos falta unas semanas para abrir.
–Puedo esperar. – lo mire confundida, aunque era un alivio por ahora quitarme esa preocupación – es raro esto, las únicas finanzas que he administrado antes han sido la de mi familia, me siento frustrada todo esto y me asusta – no sé porque estaba siendo tan lengua suelta con aquel chico. Él levanto su mirada y me miro de una manera tan dulce.
–¿No habías trabajado antes? – negué con la cabeza – ¿Por qué?
–Mi esp... – me interrumpí de inmediato – quiero decir, Adam se negaba a que trabajara. –dijo algo entre dientes que no llegue a entender – ¿Qué dijiste?
–Que no permitirle trabajar a una persona es un tipo de abuso.
–Lo sé, en su momento no lo veía así – me calló cuando su celular empezó a sonar, con un movimiento fluido lo saco del bolsillo de sus jeans
–Hola... ¿esta noche?... ahí estaré – lo volvió a guardar – quedo algunos postres de los que hice, ¿quieres llevárselos a Katy?
–Sí, luego no nos perdonaría. –intente sonreír. Recogí todos los papeles que tenía regados sobre la barra – Ya debo irme, mi mejor amiga viene a la ciudad – rodé los ojos – quiere que salgamos a cenar.
–Tal vez te sirva de mucho salir – esta vez se le formo pequeñas arrugas alrededor de los ojos, y santo padre divino, la tensión abandono mi cuerpo con aquella sonrisa.
–Tratare de divertirme. Por cierto, tienes el día libre – me puse en pie y tomé mis cosas.
–No te vayas, déjame ir por el pastel. –no espero mi respuesta, corrió a la cocina y volvió unos minutos después. –Feliz sábado – aquella sonrisa de lado volvió asomar.
–Gracias, igual para ti –
…......
Me miré fijamente en el espejo, aquel vestido no me lo ponía desde que Katy tenía 12 años, me sorprendía que me siguiera sirviendo, me moví para verme la espalda, era mucha piel descubierta. Observe mi reflejo en el espejo, hacía tanto tiempo que no me veía así de bien, que me sentía sexy, las zapatillas de tacones alargaban mis piernas. Recordé como era cuando estaba en la escuela, como los chicos estaban sobre mí todo el tiempo, pero siempre tuve ojos para Adam, toda aquella confianza y elegancia se quedaron en el pasado, muriendo poco a poco, mejor dicho, Adam la fue marchitando con el paso de los años.
–Uys, ¿esa es mi madre? – me di vuelta para ver a Katy de pie en la puerta.
–¿Acabas de llegar? – asintió entrando a la habitación.
–Sí. Estas hermosa y sexy, te vas a robar todas las miradas.
–¿Tú crees? –volví a mirarme en el espejo– ¿no es muy provocador para una cena?
–Que dices, mamá. Esta noche nadie podrá dejar de mirarte y querer que fueras suya. – me sonroje.
–Que cosas dices, niña– ella se rio– creo que se me tona mucho la barriga– me toque el estómago.
–¿Qué barriga? Si apenas si tienes– fue directo a la cómoda y abrió la gaveta donde guardaba todo el maquillaje. – lo único que te hace falta es algo de maquillaje– saco algunas cosas, cuanto tenía su edad iba maquillada todo el tiempo, adoraba llevar minifalda y el cabello tan largo como pudiera. –siéntate en la cama– me ordeno, hice lo que me pidió, se acerco a mí y me comenzó a maquillar– solo voy a ponerte algo de corrector, rubor y lapis labial rojo carmesí. – deje que hiciera lo que quisiera, siempre la dejaba hacer lo que quisiera. Adam odiaba la forma de vestir de nuestra hija, me reprochaba todo el tiempo por dejarla ir vestida como una cualquiera. –Ya terminé. – se alejo y me puse en pie para ir a verme al espejo.
–Gracias, Katy– le agradecí, el color rojo siempre me quedo perfecto, resaltaba con mi piel tan pálida.
–Ve y acaba con todos– rodé los ojos. Me siguió hasta la primera planta.
–¿Qué vas a hacer esta noche? – tome mi cartera de encima de la repisa, revise que traía todo allí adentro.
–Nada, voy a darme una ducha y mirar televisión. Estoy cansada, la entrenadora nos hizo practicar como locas, no sé porque, pues no vamos a competir hasta agosto– se dejo caer en el sofá.
–No puedes perder la forma, cariño. Recuerda que en Septiembre tendrás que volver a las competiciones.
–Lo sé.
–Y si quieres ser nadadora profesional, tendrás que entrar todos los días hasta que decidas retirarte.
–Lo sé– se tapo la cara con el cojín.
–Nick te envía pastel. Esta delicioso– se quitó el cojín de la cara y vi como le brillaron los ojos.
–¿En serio? ¿pregunto por mí?
–Sí.
–¡Ahh! Que lindo. ¿Ves que es un amor? – se paro de un salto y corrió a la cocina.
–Esta en la nevera–le grite. –me voy, nos vemos más tarde. – no espere su repuesta y salí cerrando la puerta con seguro.
El restaurante no era tan lejos de casa, no había ido antes, pero varias veces paso por frente de él. Me estación y mientras apagaba el motor me sonó el celular.
–Hey– dijo Jane del otro lado de la línea. – me estoy parqueando.
–Yo igual– tomé mi cartera y salí del coche– ¿por donde estas?
–Amiga, ¿eres tú? – su voz se escuchó eufórica. Escuché unos pasos acercarse a mí y me di vuelta– estas… para comerte– Jane era mi mejor amiga desde que teníamos cinco años, estudiamos toda la escuela juntas, fue mi cocapitana del equipo de porrista, nuestros planes eran conseguir una beca e ir a la misma universidad. Ella sí fue, no me quede en casa, aun así, la distancia no marchito nuestra amistad. Jamás se caso y no ha querido tener hijos, siempre decía que con los míos le bastaba y sobraba. Los quería tanto, como si fueran sus propios hijos y ellos la amaban de la misma manera. Nos abrazamos.
–Te he extraño– le dije mientras nos alejábamos y comenzábamos a caminar.
–Yo igual, amiga– entrelazamos nuestros brazos. –¿Qué tal va todo?
–Bien, dentro de lo que puedo soportar.
–¿El idiota de Adam te sigue molestando?
–No tienes ni idea. Va todas las noches a la casa con la excusa de buscar algo.
–Dioses, que hijo de…
–Esta bien, por favor. Solo necesito una noche de paz.
–Eso pretendo dar, pero con ese vestido hay que ir de fiesta.
–No quiero llegar tarde, Katy esta sola en casa.
–Katy no es una niña, Brooke. Deja de protegerla ya.
–No quiero que se vaya– gemí.
–Lo sé– llegamos a la entrada del restaurante, una chica bastante arreglada nos dio la bienvenida.
–Buenas noches, ¿tienen reservación?
–Sí– le respondí– a nombre de Broo…
–Brooke Davis– alguien me interrumpió, mire sobre mi hombro– Si que eres tú. –me di vuelta para ver a quien me hablaba– vaya, vaya. Dios mío, sigues estando tan guapa– se inclino para besarme en la mejilla.
–Hola, Jack– Jack Wells, era el rival de Adam en todo, hasta en mí, pero obviamente me incline por Adam, seguía estando tan guapo como cuando éramos adolescentes.
–Tú no quedas atrás, Jack.
–Que va, ya soy viejo. Jane, Jane, Jane. Esta noche estoy de suerte. –mi amiga fingió una sonrisa, ellos nunca se llevaron bien.
–Jack– dejo que la besara en los labios.
–Tenemos que cenar juntos, necesito oír todo lo que ha pasado por aquí– ¡oh, no! – es genial, voy a cenar con Adam. El muy infeliz no me dijo que ustedes estarían aquí.
–SI quieres nos vamos– me susurro Jane al oído. Debería de irme, pero no iba a permitir que me agobiara esta noche.
–No, esta bien.
–Señorita, ¿puede darme una mesa para cuatros?
–Creo que no es buena idea, Jack– el me miro por unos segundos.
–¿Cómo crees? Me muero por cenar con ustedes.
–Sí, señor.
–Bien, vamos dentro– Jack coloco sus manos en mi espalda descubierta– Brooke, ese vestido debería de ser ilegal– me susurro en la oreja, su aliento me hizo cosquillas– ¿esta Adam de acuerdo con que salgas así?
–Adam y yo nos hemos separado– le respondí. –ya no puede volver a prohibirme nada. – a Jack le brillaron los ojos.
–El muy cabrón te dejo ir– movió la cabeza –¿ahora si puedo tocarte? – me estremecí. Jack siempre fue tan confiado de si mismo, tan seductor con las mujeres y eso me ponía nerviosa desde siempre. No quito su mano de mi espalda en todo el recorrido dentro del local, vi a Adam sentado revisando su celular, el corazón se me detuvo y luego se me acelero a mil por hora, él no estaría nada contento con mi vestimenta. –Adam– dijo Jack, este levanto su mirada, lo miro a él primero y fue lentamente recorriendo con sus ojos hasta donde estaba su mano y abrió los ojos, la vena de su frente se alteró, como siempre le pasaba cuando estaba enojado. Trague el nudo de mi garganta cuando su mirada me recorrió de arriba abajo. No supe descifrar su mirada.
–Pueden quedarse en esta mesa o prefieren otra– Jack se volvió a la chica, su mano se movió en mi espalda, más abajo, en la curva de mi trasero, quise alejarme, pero me mantuve en mi posición. Tomate esa Adam– nos quedamos aquí– la chica asintió y se marchó, Jack saco la silla para que yo me sentara y lo repitió para que Jane tomara asiento al otro lado de la mesa, frente a mí.
–Gracias, Jack– le dijo en tono punzante.
–De nada, cariño– Jack se sentó quedando frente a Adam que seguía sin hablar, parecía como si se hubiera caído, sus ojos seguían clavados en mí. Jack me toco la rodilla con su mano por debajo de la mesa– entonces, amigo mío. ¿No pensabas decirme que tú y Brooke se habían divorciado? – Adam giro su cabeza lentamente hacia su amigo.
–No pensaba que fuese de tu incumbencia y nosotros no estamos divorciados. Solo separados… por ahora– dijo, tome una larga respiración.
–Vamos a divorciarnos, Adam– mi voz sonó dura y distante. Jack no alejo su mano y no se la aparte, por un momento quise que Adam lo viera y supiera que a alguien le atraía, que sintiera un poco de dolor.
–Lo que digas, Brooke. ¿Dónde esta Katy? – volvió a mirarme.
–En casa.
–Donde tú deberías de estar– me dio aquella mirada, su mirada de reprocho y desagrado que siempre me había dado cuando algo que hacía o decía no le parecía apropiado.
–Brooke tiene todo el derecho de salir cuando quiera– Jane me salvo de aquella vergüenza.
–Debería de estar cuidando de nuestra hija ahora que permite que ande con hombres mayores. – no la miro cuando le respondió, me enderece en la silla, iba a responderle, Jane se me adelanto.
–Tú también puedes cuidarla de vez en cuando, también es tu hija, por si tanto te preocupa que salga con hombres mayores– Jane siempre sabía como sacar de quicio a Adam. Esa como su pasatiempo favorito. Adam gruño por lo bajo y la miro por unos segundos.
–Bien– dijo Jack– ya veo porque se quiere divorciar– su voz tenía esa picardía de que se estaba divirtiendo, cruce las piernas bajo la mesa, Jack alejo su mano. Eso me dio algo de tranquilidad, un mesero llego hasta nosotros.
–Buenas noches– nos dedico una sonrisa– esta noche estaremos ofreciendo la especialidad de uno de nuestros Chefs. ¿Es su primera vez? – todos asentimos– les explico, por temporadas tenemos diferentes Chefs y se sirve una de sus especialidades, esta noche estaremos brindando en el menú carne de res asada, acompañada de salsa de arándanos, con guarnición de pure de patatas, con ensalada griega con queso panela.
–Pues tráiganos eso a todos– respondió Jack. El chico asintió y anoto la orden.
–Como vino, nuestro Chef recomienda Concha y Toro de donde tiene raíces nuestro Chef.
–Perfecto, una botella. – el mesero volvió a asentir y se marchó. Jack acaparo la conversación, haciendo que el ambiente se relajara un poco. El mesero nos trajo nuestra comida y estábamos comiendo en silencio, hasta que algo que no me esperaba paso, Nick estaba de pie allí, vestido completamente de blanco, su cabello pulcramente peinado hacia atrás y se había afeitado la pequeña barba. Me sonrío, con esa sonrisa de chulo.
–Buenas noches– dijo todo lo educado que podía, sin apartar su mirada –me presento, soy su chef por esta noche, mi nombre es Nick Harrison– seguía sin poder creerlo.
–Buenas noches– Jane se lo comió con la mirada, carajos, yo me lo comí con la mirada. Esos labios tan delicados se ampliaron al sonreír.
–Buenas noches, Nick. No sabía que trabajabas aquí también– dije, Jane me miro levantando sus cejas.
–De vez en cuando me llaman– se encogió de hombros. Adam gruño.
–Chico, tienes un talento exquisito, el vino le sentó perfecto a la carne. –Jack lo estaba elogiando, el aludido, se mostro amable.
–Muchas gracias. ¿Algo en lo que les pueda servir?
–En algún postre– dijo Jane, Nick la miro sonriendo, había entendido su coqueteo.
–Por esta noche nuestro postre es una tarta helada de macadamia y dulce de leche. Descuida, Brooke, esta rece es diferente– me guiño el ojo y luego se marchó.
–Por lo menos estoy tranquilo de que Katy esta sola en casa– hablo Adam cuando Nick estuvo lo suficientemente lejos para no irlo.
–Ya te dije que no es su novio y si lo fuera no tendrías de que preocuparte. Nick es un buen chico.
–Ajam, ¿hace cuanto conoces a este chico? Un mes– rodé los ojos y volví a ponerle atención a mi comida.
–¿De donde lo conoces? – Jane me pateo por debajo de la mesa.
–Trabajara conmigo en la cafetería.
–¡Oh!
–Y no sale de nuestra casa– volvió a decir Adam– para variar, si no está detrás de Katy ¿Por qué lo encuentro en casa casi todos los días?
–¿Sabes qué? Me importa una mierda lo que pienses– me puse en pie con intención de irme al baño, estaba cansada de él, de sus acusaciones, de querer contralar mi vida. Me temblaron los hombros, no llegue a entrar al baño, Nick estaba allí sosteniéndome por el antebrazo.
–¿Todo va bien? – me hablo con una amabilidad que me dejo atónica, negué con la cabeza. –Ven– me guio por el pasillo, me deje llevar, ¿Por qué que podía pasar?