Nuria deslizó el contrato sobre la mesa con un movimiento ágil, extendiendo una pluma hacia Valeria con una mirada que, en su aparente amabilidad, escondía algo más oscuro. Valeria tragó saliva, y aunque su mano temblaba al recibir el bolígrafo, abrió el documento y comenzó a leerlo página por página. Cada cláusula la hacía sentir más atrapada, como si una red invisible la envolviera. Sabía que estaba poniendo en juego más que su cuerpo, pero cuando leyó la condición que estipulaba que no tendría acceso a su propio hijo sin el consentimiento de Nuria y André Farrel, un escalofrío le recorrió la espalda. Su mente quiso detenerse, retroceder, pero el rostro de su hermana Davina apareció en su mente, pálida y desamparada. Era su hermanita, su única familia, y Valeria había prometido prote

