Cuando Lexter Rinier entró en la comisaría, todos los presentes se quedaron perplejos. Su presencia era tan imponente que incluso el aire pareció volverse más denso. Era uno de los hombres más ricos y poderosos de la ciudad, conocido por su carácter inflexible y su capacidad para obtener lo que quería. El comisario, visiblemente nervioso, no pudo evitar mostrar un gesto de miedo al verlo. Lexter no tardó en ir al grano, su voz grave y firme resonó en la sala, exigiendo respuestas. —¿De qué cargos acusan a la señorita Davina Bianchi? —preguntó, sin dejar espacio para evasivas. El comisario, visiblemente intimidado, balbuceó al principio, pero finalmente le informó sobre los cargos que pesaban sobre ella, aunque el temor en sus ojos era evidente. Poco después, el abogado Ramírez llegó, c

