Otra vez él la complacía sin penetrarla. Siempre se negaba a hacerlo, se lo había pedido, claro que sí, pero él le daba excusas evasivas sobre por qué no lo hacía. No, no se quejaba de aquella majestuosa lengua que se desplazaba por su intimidad, pero ella quería más, lo quería a él, por completo. El orgasmo la golpeó con fuerza, atontándola unos instantes pero no logrando borrar aquel estúpido sentimiento de insastifacción. No era insatisfacción s****l, era… era algo mucho más profundo. —¿Todo bien?— indagó Ian volviendo a ubicarse sobre ella, pegando su fuerte cuerpo al suyo, regalándole un poquito de su calor. —¿Por qué no quieres penetrarme? — indagó sabiendo que él rodaría los ojos y bufaría con fastidio. Sí, tal cual como lo había hecho. —Ya lo hablamos — respondió dejándose caer

