Capítulo 3.

2917 Palabras
Ni bien abrió la puerta de su casa, no se detuvo a ver a su hija quien la esperaba en la entrada del comedor con una sonrisa en el rostro y una vela de cumpleaños en su mano. Ella pasó de lado e ignoró el esfuerzo que había hecho la niña para preparar el pastel de su cumpleaños número doce porque anticipaba que, por el trabajo, nuevamente se le olvidaría. Y así sucedió. Cuando Alina ingresó a su habitación y luego de cerrar con llave la puerta, se apresuró en llegar al baño, necesitaba sacar el dolor para afuera, materializarlo solo así había logrado mantenerse en pie todos estos años. Se metió en la tina y abrió la canilla del agua fría para que penetrara su ropa y quemarle la piel ¿le dolería? Si, pero no tanto como el saber que volvería a verlo y no sabía si estaba preparada para hacerlo. Durante una hora no salió del baño, se quedó allí, mirando como el gua iba cubriendo sus extremidades y cómo el ruido del agua iba llenando la habitación. Se sentía vacía. No quería pensar en nada, definitivamente se obligaba a no hacerlo y siempre que algún recuerdo de él intentaba tocar la puerta de su consciencia buscaba hacer algo que le gustase, que disfrutase y así no solo fue llenándose de aquellas cosas que le gustan, sino que fue dejando de lado lo que realmente importaba y quien realmente la necesitaba, su propia hija. Cuando salió de la tina eran como las nueve de la noche y bajó a la cocina para prepararse un café cuando al ver el desastre que allí había, no dudo un solo segundo en ir hasta la habitación de Michelle para llamarle la atención, cuando en el trayecto pasa por el comedor y se encuentra con una imagen que le partió el corazón. En la mesa reposaba un pastel de chocolate y junto a él una vela sin prender, entonces recordó. Había olvidado el cumpleaños de su hija. Cerró los ojos y se llevó la mano a su frente maldiciendo ese descuido y comenzó a buscarla por toda la casa y empezó a desesperarse cuando no la encontraba, entonces se detuvo un momento y pensó ¿dónde podía estar? Y recordó la casa de muñecas que le había construido cuando cumplió ocho años y a en la cual solía encerrarse a llorar cuando se frustraba por algo que le salía mal. Y allí la encontró. - Michelle. – susurró mientras se lamentaba internamente por haberle hecho tal desprecio. Luego de secarse las lágrimas se acercó a ella para intentar moverla suavemente y lograr despertarla. – Michelle, mi amor. – la niña comenzó a moverse hasta que por fin abrió los ojos y un silencio se hizo entre las dos, hasta que ella lo rompió. - Te olvidaste. – dijo con una expresión de tristeza ene el rostro. – otra vez. – Alina estaba haciendo las cosas mal y la única persona a la cual estaba lastimando era su hija, su pequeña Michelle. - Lo siento. – dijo entre lágrimas, pero, aunque amaba con todas sus fuerzas a su madre, estaba cansada de perdonar cada gesto de despreció que le hacía si volvía hacerlo otra vez. Entonces sin decirle nada se levanto y antes de salir le dijo algo que le rompió el corazón. - ¿y de qué sirve que lo digas si volverás a lastimarme? – y se fue dejándola sola, llorando en ese pequeño espacio plagado de los recuerdos de su hija, paredes llenas de fotos, dibujos, primeras palabras escritas y fue allí donde se dio cuenta que se había perdido muchas cosas de su pequeña y que el tiempo no regresaba. Tomo esos almohadones color rosa pastel y abrazados a ellos y a los recuerdos que la rodeaban es que se quedó dormida. Cuando el sol se asomo en el cielo y el despertador sonó, ambas volvieron a sus rutinas y lo más doloroso era tener que compartir la mesa del desayuno en silencio. - Realmente lo siento Michelle. – vuelve a decirle e intenta tomar su mano, pero ella automáticamente la corre de la mesa y la deja descansar en sus rodillas. Alina la mira dolida y vuelve a tomar el café con ambas manos. - ¿y eso? – se sobresalta al escuchar el timbre de la casa. – iré a ver. Cuando llega ala puerta se encuentra con que su hermana, su cuñado y su sobrino habían venido a la casa con un enorme paquete de regalo por el cumpleaños. Lara no necesitó preguntarle nada al ver su rostro y el de Michelle que se asomaba desde la cocina para darse cuenta que, de nuevo se le olvidó. - Eres una idiota. – le dijo enojada a su hermana mayor - ¡¿cómo esta la sobrina más hermosa del mundo?! – preguntó a gritos extendiendo los brazos para recibirla. – felicidades mi amor. – toma su rostro con ambas manos y la mira a los ojos para hablarle mirándola fijamente. – te deseo lo mejor en el mundo, que todos tus sueños se te hagan realidad mi ángel. – y le dio un beso en la punta de su nariz. Si bien Michelle se sentía grande para ciertas manifestaciones de afecto, no podía no sentirse realmente amada cada vez que Lara la mimaba con tanto amor. – anda con tu tío que tengo que hablar con tu madre. – dijo mientras la niña le echaba una mirada dolida a su madre quien la observaba aun con los ojos aguados. – vamos al jardín hermana. - - ¿Qué demonios te esta pasando Alina? – habla molesta al mismo tiempo que la regaña. - Lo siento. – se defendió y Lara solo pudo sentir compasión por ella. Alina estaba siendo despistada últimamente y si bien solía olvidarse de eventos importantes, jamás se olvidaría del cumpleaños de Michelle. Entonces se dio cuenta que algo estaba pasando y lo corroboró al verla romper en llantos. - ¿Qué sucede? – suavizó su trato y recibió el abrazo de su hermana. – no me asustes Alina ¿Qué esta pasando? – - Marco. – el solo escuchar su nombre, pudo darse cuenta que algo grave se traía porque no comprendía el estado emocional que demostraba. La ayudó a sentarse en uno de los sillones de hierro en el jardín. - Valeria me dijo que Luna Modells estará en el desfile de Miami. – hablaba mientras sostenía con fuerza la mano de su hermana. Lara se quedó sin palabras porque pese a que barajo la idea de que algún día ellos se volverían a ver por su sobrina, no había imaginado nunca que sería tan pronto. Lo único que podía hacer era contenerla porque a pesar de que le dijera que todo iba a estar bien, que solo era un ataque de ansiedad de nuevo, lo real era que debían prepararse para lo peor y eso era que Marco quisiera recuperar todos los años en los que no estuvo con su hija y eso Alina no lo iría a permitir. - ¿Qué harás? – ella sabia que su hermana era fuerte y que todo por lo que había tenido que pasar, la habían convertido en una guerrera. Pero temía que todo los EU había construido en tantos años se desmorone en un segundo ante los ojos de él. - No lo sé Lara, no lo sé. – y la abrazo. La abrazo tan fuerte como pudo. - ¡Lara! – las interrumpe Matteo que venía con el niño en brazos porque estaba llorando. - Escucha a tu corazón hermana. Él sabrá que es lo mejor. – intento animarla en tanto se acercaba a su marido a recibir a Dylan en sus brazos. En tanto en Buenos Aires, Luna Modells preparaba al staff de modelos que viajaría al desfile que se llevaría a cabo en Miami y del que las modelos de la agencia de Valeria también participarían y entre ellas, Alina Thompson. Pero Marco desconocía ese dato. - Tendrás que ir tu solo en representación mía. – le informa Jessica mientras guardaba unos papeles importantes bajo llave. - ¿Sucede algo? – indaga preocupado. - No, pero necesito des estresarme. – Mintió. Jessica había estado recibiendo llamadas amenazantes por parte de Manuel, quien había perdido todo su dinero en juegos de azar y al estaba extorsionando para que le giré todavía más sino iría a contar la verdad sobre la estafa y la supuesta infidelidad de Alina que nunca existió. A Jessica no le convenía que a estas alturas desenterraran la verdad, pero eso significaría perder todo pro cuánto se esforzó durante toda su vida podré si necesitaba callarlo y lo hora hacer aunque tuviera que mancharse la mano con sangre. - ¿Y cómo estuvo la cena con Anna? – Jessica disfrutaba las veces en las que Marco se desplomaba frente a sus ojos y es que él si quiera sospechaba que todo lo que esa mujer hacía era para hacer de su existencia una constante agonía y el mismo dejaba que haga eso con su vida. - No pude. – dijo tajante. Él se sentía molesto pero el atrevimiento de ella en hacer la reserva en el mismo restauran dónde había jurado amar a Alina y hacerla feliz. - Marco, yo sé que a vos no te gusta hablar del asunto y realmente me duele ver cómo dejas que el pasado se interponga entre Anna y tú. - para Marco, Jessica era indescifrable y cuando le hablaba intentaba abrir conversación sobre el asunto de Alina no sabía si le estaba dando su apoyo o simplemente estaba disfrutando de su sufrimiento. Lo siento era que cada vez le molestaba más el que se entrometiera en su vida. - No te ofendas, pero deja que de mi pasado me ocupo yo. – concluyó firme y luego de tomar los documentos se fue dejando a la nueva dueña de Luna Modells sonriendo y negando por lo imbécil que podía ser él a veces. A Marco cada día el costaba más mantener una relación dónde no era feliz y pese a que hubo momentos en los que el pasado lo dejó tranquilo, sus noches eran igual de vacías y repetitivas. Cuando se puso a revisar la planilla de las agencias que participarían en el evento, se dio cuenta del nombre de la agencia de Valeria Scarpelli y sintió curiosidad sobre si ella también se había enterado de su asistencia y si le había comentado a Alina dado que tenía conocimiento de la amistad que tenían. Para Marco, Valeria era una mujer como casi ninguna, que aún sabiendo que en su momento no se la jugó por el amor que se tenían y que si casi le cuesta la carrera, nunca mostró resentimiento y siempre se mostró Leal a su ex esposa cuando se conocieron y nunca se había imaginado que surgiría una amistad entre ellas que fuera más fuerte que el amor que un día le tuvo y que la defendiera con uñas y dientes cuando se enteró lo que le había hecho y todavía lo recuerda como si hubiera sucedido ayer. - ¡Eres un monstruo! – le gritó luego de darle un cachetazo y ahogada en llanto. -¡¿Cómo fuiste capaz de enviar a tu esposa a la cárcel estando embarazada?! – le exigió una respuesta lógica a tan cruel decisión, pero de su parte solo había silencio. - ¡Habla! – exigió nuevamente y al ver que no respondía, tomo de su escritorio algunas copias de las fotos de la supuesta infidelidad de Alina y las arrugó con ambas manos para arrojarlas en su cara. - ¡Arruinarte todo por lo que luchaste en un segundo sin permitirle explicarte que significaba esto! – y fue allí donde él reaccionó y se defendió. - Ella lo merecía. – Valeria enloqueció. Se tomó la cabeza con ambas manos y le dio la espalda unos momentos. - No entiendo. Todas las cosas que el dijiste en el casamiento para que a la primera pongas en dudas su amor y le pagues de esta forma. – negó incrédula del infierno en el que él mismo había convertido la vida de quién se suponía era el amor de su vida. - ¡¿Y lo que ella me dijo a mi?! ¡Ella me mintió diciendo que me amaba y toda esa porquería para engañarme en mi propia cara! – se defendió con odio en sus palabras. Entonces ella se acerca a su rostro y le deja las cosas bien en claro. - La humillante frente a todos los invitados al distribuir esas imágenes que siquiera sabes si son reales! – pero él no estaba de ánimos para escuchar nada más del asunto y creia en lo que veía y las fotos eran más que explícitas al respecto. - Déjame en paz. – le habla con resentimiento entonces ella suavidad su mirada. Había un solo sentimiento que podía merecer en estos momentos… y ese era la lastima. - Paz es lo que necesitarás para vivir tranquilo con tu consciencia. – y se fue dejándolo en su oficina donde hacía más de ocho horas repasaba una y otra vez las fotos de la supuesta infidelidad. Luego de esa mañana no sólo no la volvió a ver, sino hasta seis meses después cuando fue a retirar unos documentos sino que había perdido la amistad y con ella la posibilidad de llegar a personalidades importantes de la moda. De todos modos terminó pro admirar la lealtad y el coraje de defender a Alina con uñas y dientes. Simplemente la admiraba por haber sido tan valiente en hacer algo que él mismo no pudo hacer. Cuidarla. Cuando la mañana llegó, Alina tenía su respuesta. Había estado gran parte de la noche pensando en todo lo que le estaba corriendo en la vida últimamente y en todo aquello que quería cambiar. El contarle a Michelle la verdad sobre su padre no estaba en discusión. Ella había prometido no contarle nunca de que estaba vivo y lo cumpliría hasta donde pudiera. En tanto no sabía si en verdad estaba preparada para verlo pero necesitaba demostrarse a si misma que Marco era un capítulo cerrado en su vida y que lo odiaba como aquel día en la que sus ojos la miraron con desprecio y sus palabras impactaron en su cuerpo con todo el odio y el rencor que una persona puede tener en el cuerpo, en aquella celda fría. Alina necesitaba demostrarse más a sí misma, que estaba lista para inicial una nueva vida. - Tome la decisión. – habla mientras mira a Valeria pro el reflejo del espejo. - ¿Y qué harás? – Alina respiró hondo, bajo su mirada hacia sus manos y cuando volvió a subir el rostro, no necesito contestar Porque Valeria supo la respuestas y Alina supo que ella no la dejaría sola. - Gracias. – dijo solamente. Habían entendido todo. En tanto en casa de Alina, Michelle le había pedido a su madre el poder faltar al colegio dado que no se sentía bien como para asistir, además no tenía ganas, últimamente andaba muy desanimada y muy agotada físicamente. Cada aves que se miraba en el espejo, notaba que la aureola de sus ojos se oscurecida un poco más y como paraba largas horas frente a su computadora, lo asocio con simplemente un cansancio y que solo debía dormir. Lo cierto era que últimamente se sentía más fatigada que de costumbre y el sangrado de la nariz se había vuelto cada vezas constante, pero de todas formas tampoco le daba mucha importante, porque ¿A quien no le sangra la nariz? Ella solía sobarla con fuerza cada vez que le picaba y siempre producía el sangrado, pro lo que estaba segura que se trataba de eso y nada más. Michelle trataba de convencerse de que lo que sucedía con su cuerpo era el resultado de haberse convertido en señorita hacia un año, pero lo cierto era que cada aves las molestias eran peor y el dolor a veces se volvía inconsolable. - ¿Estás lista para ir al campo? – le dice Lara mientras guarda en la cajuela del auto los bolsos. – estoy segura que te divertirás mucho. – asegura. Lara sabia d ella decisión de su hermana y le había pedido el que se hiciera cargo de su hija unos días para no tener que llevársela con ella al desfile, como siempre hacia y correr el riesgo de que la niña conozca a su padre. - Estoy ansiosa. – dijo Michelle mientras aplaudía y sonreía entusiasmada. - Se nota. Ayúdame a cerrar el maletero. Yo sostengo y tú bajas la cajuela. – Cuando Michelle estiró sus brazos para agarrar el borde de ella cajuela Lara noto una pequeña mancha roja en su cadera izquierda. Una mancha que no se coincidía con alguna picadura de mosquito y que le daba muy mala espina. Cuando Michelle pudo cerrarla y antes de entrar al auto, su tía la tomo pro sorpresa y sin vueltas le pregunto sobre esa mancha. - ¿Esto? – pregunta aún sabiendo que de eso estaba hablándole. – no es nada, me golpee con la esquina de la mesa. Lara la observó, conocía tan bien a su sobrina que sabía perfectamente que el estaba mintiendo. - Michelle, ¿Dónde más tienes esas manchas? – entonces ella se quedó callada y solo la miró por unos momentos pensó en lo que llevaba viendo cada mañana al reflejarse en el espejo. Pero no tenía deseos de preocupar a nadie pro lo que simplemente, gustos silencio. - Tia, ya te dije solo fue un golpe. – se subió el pantalón más arriba que de costumbre y se subió al auto dejando a una Lara sumamente preocupada. Michelle no tomaba dimensión de lo que su cuerpo le estaba manifestando, aquella mañana cuando frente al espejo descubrió, que su cuerpo estaba lleno de esas pequeñas manchas rojas y algunas ya se veían como hematomas.
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