Capítulo 5

1792 Palabras
Elena estaba en shock ante la noticia de su embarazo, no tenía claro lo que había ocurrido, ella se estaba cuidando. —Estás cosas suceden Elena, no existe un método anticonceptivo cien por ciento confiable, excepto la abstinencia. Elena arrugó el entrecejo al escuchar las palabras del doctor Anderson, sobre todo el tono de voz que había utilizado, por supuesto sabía los riesgos que corría al tener una vida s****l activa y vaya que con André tenía una vida s****l muy, pero muy activa. Lo que le inquietaba era la reacción de André ante la noticia. —Hija, Elena —llamó su madre —. ¿Qué piensas hacer? La pregunta de su madre le hizo darse cuenta de que no había emitido palabra alguna, ni siquiera un sonido había salido de sus labios y claro que Eleonor podía malinterpretar su silencio. —¿Qué es lo que pienso hacer? —preguntó batiendo las pestañas. —Así es, si tú quieres podemos interrum… —Detén lo que sea que vayas a decir —interrumpió Elena con enojo. —¡Elena! —exclamó Eleonor ante el arrebato de su hija. —Lo siento mamá, pero ya tenemos el resultado de mis análisis y como has comprobado no me estoy muriendo, sino todo lo contrario, dentro de mí hay una vida que voy a amar, tal como tú lo has hecho con nosotras —anunció poniéndose de pie, sintiéndose molesta por la insinuación del médico. —Calma Elena, yo… —El que seas amigo de mi padre no te hace mi amigo Anderson y el que mi madre quiera hacer de cupido, tampoco te da derecho a insinuarme el aborto, como persona y médico dejas mucho que desear —espetó molesta. —¡Por Dios, Elena! —gritó su madre poniéndose de pie—. Pide disculpas a Anderson —exigió Eleonor avergonzada por la actitud de su hija. —Que tenga un buen día, doctor —dijo antes de girar sobre sus pies y abandonar la habitación. Elena sentía su corazón latir a mil por hora, su mano instintivamente fue hacia su vientre y una sonrisa se dibujó en sus labios. ¡Un hijo de André! ¡Un hijo de los dos! Aunque la primera reacción de Elena había sido de shock ante la noticia, su corazón se alegraba porque sabía que André era el hombre que ella amaba y quien la amaba, miró su anillo de compromiso nuevamente y su decisión de tener a su hijo se arraigó en su corazón porque era hijo del amor. Mientras tanto André dejaba el hospital en una silla de ruedas empujada por su madre, se sentía incompleto y una carga para ella. No quería esa vida, quizá hubiera sido mejor morir a vivir el infierno que estaba viviendo. A su mente acudía una y otra vez el rostro de Elena, su amor. —¡Maldita sea mí suerte! —gritó una vez fue acomodado en el auto de su madre. —Por favor André —pidió Christine sin saber exactamente qué. Como madre era muy difícil ver a su único hijo en aquel estado. —Llévame a casa, no quiero saber nada más del mundo —dijo con dureza. André quería llorar, gritar de frustración por la suerte que le había tocado, justo cuando creía que podría ser feliz, justo cuando había encontrado el amor. Christine miró con pena a su hijo, no podía hacer nada por él, más bien él no se dejaría ayudar, pero quizá Elena podía hacerlo entrar en razón, el problema era que no sabía nada de ella, no tenía su número telefónico, ni siquiera sabía sus apellidos, mas no se detendría, la encontraría al precio que fuera. André se sintió perdido, como aquellos animales que son arrancados de su hábitat, no tenía idea de donde estaban o cuanto faltaba para llegar a su casa, se sentía desorientado y la sensación de aflicción se instaló en su corazón, ni siquiera sería capaz de reconocer los rincones de su casa, ¿qué pasaba si chocaba con algo y se lastimaba? ¿dependería de otra persona para todo? —Hemos llegado André —indicó su madre, llamando a uno de los hombres de seguridad que custodiaban la casa, para que la ayudara a trasladarlo a su habitación. —Quiero irme de aquí, no me importa a donde, pero no quiero sentirme como un inútil, no quiero ser una carga para ti, ni para nadie —espetó molestó. —¡Basta André! No tengo la culpa de lo que te ha ocurrido y también estoy sufriendo contigo, ¿es que no puedes sentir mi dolor? Te amo, eres mi hijo y lo que una madre menos quiere es que sus hijos sufran, si pudiera darte la luz de mis ojos lo haría sin dudarlo, pero no es así de fácil. Este proceso lo pasaremos juntos y saldremos adelante te guste o no, pero no voy a dejarte jamás, no por pena sino por amor André —respondió en medio del llanto, Christine se sentía mal al hablarle de esa manera, pero no iba a dejar que su hijo se sintiera menos. —Llévame a mi habitación —exigió poniéndose de pie, la pierna le dolía y las costillas, pero nada era de gravedad, golpes que sanarán con el paso de los días. —¡Por Dios, André! —exclamó con desesperación su madre al verle dar dos pasos en dirección contraria a la entrada de la casa. —¡Maldita sea! —gritó André al chocar con una de las columnas del garaje. Christine se armó de paciencia y caminó hacia él, para cogerlo de la mano y enseñarle el camino. André se tensó al sentir la mano de su madre sobre la suya, caminó en dirección que ella le indicó, cada paso se volvía más y más inseguro, porque todo era desconocido, no podía recordar nada relacionado a su casa o donde estaba ubicada cada cosa en ella. —Vamos a subir las escaleras, lo haré despacio André, subiremos peldaño a peldaño —habló y André gruño, se sentía como un niño, pero no dijo nada, siguió las instrucciones de su madre, tropezó un par de veces y algunas más resbaló, pero finalmente llegaron a su habitación. Voy a pedir a Stefan que te consiga un móvil nuevo para que puedas comunicarte —dijo ayudándolo a sentarse en la cama. —¿Cómo pretendes que marque si no puedo ver? —gruñó enfadado. Christine cerró los ojos antes de hablar. —Pediré se instale un software para facilitar el uso, mientras la inflamación de la retina ceda y te revise el doctor Roberts nuevamente —Christine acomodó la sábana sobre el cuerpo de André. —¿Comprendes ahora mamá? Soy un completo inútil —espetó cerrando los ojos, aunque le daba igual, para él solo existía la oscuridad. —No eres el primero ni el único que pasa por esto André, debes poner de tu parte, puedo disculpar tus arranques de enojo por ahora, pero no será para siempre, si quieres recuperarte debes dejar de pensar que estás derrotado antes de intentarlo, porque entonces nada lograrás —dijo molesta por la actitud de su hijo. —Vete —pidió porque las palabras de su madre le habían dolido, nadie podía comprenderlo, para su madre era fácil juzgar desde afuera, porque simplemente no sabía todo lo que había perdido por culpa de ese accidente, no sabía lo que le dolía tener que renunciar a Elena amándola como lo hacía. Christine dejó a su hijo en la habitación, se sintió culpable por hablarle tan duramente, pero no podía flaquear, si ella lo hacía ya no habría esperanza alguna. —Stefan, necesito que busques a una mujer, el único dato que tengo de ella es su nombre. Se llama Elena y hasta donde sé es la prometida de mi hijo. André se niega a darme su número, por favor búscala y no regreses hasta dar con ella —pidió Christine a su guardaespaldas. —Como usted ordene señora —el hombre de seguridad salió de la casa de la familia Miller con un nuevo objetivo. Elena volvió esa noche a su departamento, había intentado llamar a André desde que salió de la clínica y dejó a su madre en la casa familiar, pero el móvil seguía muerto, la preocupación se abrió paso en su corazón, en los seis meses de relación que llevaban, André nunca la había olvidado por tanto tiempo, él llamaba tres veces al día, cuando no amanecían juntos y ese día era uno de ellos, pero no había recibido ni siquiera un mensaje que pudiera tranquilizarla. El sonido del timbre le hizo levantarse del sofá como si fuera impulsada por un resorte, creyendo se trataba de André, pero luego recordó que él no necesitaba tocar el timbre, pues tenía una llave para poder entrar cuando quisiera, pero… ¿Las pudo haber olvidado? Quería creer que era así. Pero al abrir la puerta, era Jeda y no André quien estaba parada frente a ella. —¡Jeda! —gritó al ver a su mejor amiga, se hizo a un lado para que ella pudiera entrar. —¿Qué tal la cita? ¿Todo bien? —preguntó sentándose en el sofá donde antes estuvo Elena. —Si, todo bien, me gustaría comentarte, pero primero quiero contactar a André —dijo acercándose a su amiga. —He tratado de localizarlo, llamé a varios sitios donde el CEO se apellidaba Miller, pero solo uno de nombre André, toma. Elena recibió el pedazo de papel con manos temblorosas, miró su reloj de pulsera y suspiró al darse cuenta que ya no era horario de oficina y que seguramente ya no había nadie en la empresa. —Llamaré mañana a primera hora, gracias Jeda —agradeció con sinceridad. —No te preocupes, entonces… ¿no me dirás de lo que se trata? —preguntó con curiosidad. —No, primero debo hablar con André, quiero saber para cuándo se llevará a cabo la cena de nuestro compromiso, yo le he dicho a mi madre hoy acerca de mi matrimonio, pero no sé cómo decírselo a mi padre o esperar a que sea ella quien se lo diga. —Ya no eres una niña Elena, debes tomar el toro por los cuernos y decirle a tu padre que estás comprometida —alentó Jeda. La conversación se extendió, Elena moría de sueño, la noche anterior había dormido poco y hoy había sido un día demasiado movido, noticias nuevas que procesar, incertidumbre y preocupación por la desaparición repentina de André, cuando Jeda se despidió, agradeció internamente y sin comer se metió a la cama esperando porque al día siguiente pudiera comunicarse con André.  
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