Las vendas cayeron del rostro de André, todo su coraje se había esfumado al comprender las palabras del doctor Roberts y tenía miedo de abrir los ojos y no ver más que oscuridad. «¿Por qué él? ¿Por qué cuándo finalmente era feliz?» pensó con dolor.
El rostro de Elena sonriéndole le rompió el corazón. No sería capaz de atarla a él en esas circunstancias, sería una carga para ella y con él tiempo ella terminaría por dejarlo.
—Cariño.
Christine esperaba que el diagnóstico de su hijo no fuera definitivo y que se tratara de un traumatismo parcial.
—No tengo el valor para abrir los ojos —dijo en voz alta.
—Entonces no los abras y deja que el doctor te haga todos los exámenes, mientras puedo contactar con Elena —se ofreció Christine
—¡Noo! —gritó André mientras abría los ojos, dándose cuenta que de una u otra manera debía hacerlo.
La oscuridad de la habitación lo saludó, no podía ver nada frente a él, por un momento quiso creer que la venda seguía sobre su rostro y que le impedía ver, pero sus ilusiones se rompieron en mil pedazos cuando tocó su cara y no sentir la venda fue como un baño de agua fría sobre su cuerpo, no podía ver, estaba ciego. ¡Estaba ciego!
—André…
—No quiero que llames a nadie mamá, no la puedo ver, no voy a volver a ella en este estado, no volveré hasta que recupere la vista —dijo abruptamente.
El doctor llamó por el intercomunicador a una de las enfermeras, debían preparar a André, para los exámenes entre más se demorarán más se alargaría saber el resultado final.
André solo podía pensar en Elena, no quería perderla, pero tampoco era capaz de atarla a él en ese estado, no podría por mucho que deseara hacerlo. Elena se merecía algo mejor que cargar a cuestas con un ciego…
Minutos más tarde Elena observaba su reflejo en el espejo del servicio, estaba ojerosa y pálida, no entendía la razón, la noche anterior no había bebido licor y había comido muy poco como para sufrir indigestión.
Mojó su mano sana y se limpió el rostro, esperó unos minutos antes de armarse de valor y salir del servicio para reunirse con su madre.
—¿Todo bien, cariño? —preguntó Eleonor tan pronto vio a Elena salir del baño.
—Sí, algo de la cena debió caerme mal —dijo, pero ni ella misma podía creerse esa mentira.
—No lo sé Elena, tengo sospechas de que se trate de otro asunto —respondió con seriedad.
Elena no comprendió a qué otro asunto se refería su madre, no era ignorante, pero ella y André se habían estado cuidando para no tener bebés por el momento.
—Tus sospechas son infundadas mamá —dijo mirando su anillo de compromiso, se mordió el labio mientras caminaba hacia la clínica para su consulta.
—Buenos días, por favor tomen asiento —saludó y pidió el doctor Anderson amablemente.
—Buenos días, Anderson, gracias por recibirnos sin previa cita —dijo Eleonor.
Elena miró a su madre con sospecha, pues ella le había dicho que el doctor las esperaba.
—Siempre es un gusto y estoy a tú entera disposición Eleonor —dijo sonriendo.
Elena no tenía ánimos de discutir con su madre, las náuseas volvían a manifestarse y temía no ser capaz siquiera de llegar al servicio. Respiró profundamente para tranquilizarse, no podía dar un espectáculo lamentable frente al doctor, sobre todo después de haberlo hecho la noche anterior en la fiesta de cumpleaños de su hermana.
—Dime… ¿Qué está pasando contigo Elena? —preguntó viendo su computador para anotar los pormenores que su paciente le diría para un diagnóstico.
Elena le hizo un breve resumen de sus malestares sin profundizar más allá de lo necesario. Anderson era un amigo de la familia y por lo visto su madre tenía algún interés en relacionarlos y no es que su madre fuera una mala madre, todo lo contrario, no podía haber tenido en el mundo mejor mamá, pero su falta de «suerte en el amor» le preocupaba y por lo visto había decidido tomar cartas en el asunto.
—Realizarás los siguientes exámenes de laboratorio, quiero saber cómo está tu organismo, cuando los tengas puedes volver a consulta, no te llevará más de treinta o sesenta minutos tener los resultados.
Elena recibió la orden y se puso de pie, para salir de la oficina.
—¿No tenías ya una cita con el doctor? —preguntó mientras caminaba al área de laboratorio.
—Anderson te prestó los primeros auxilios ayer y recomendó hacerte los exámenes, ya ni te fijes Elena, lo importante es que te ha atendido y sabremos lo que está ocurriendo contigo. No me gusta la palidez de tu rostro —dijo con sinceridad Eleonor a su hija.
Elena no discutió con su madre, no tenía caso, se haría los exámenes y volvería a su departamento, para reunirse con André.
Estuvo tentada en marcarle de nuevo, pero decidió esperar. Primero saldría de la clínica y tranquilizaría a su madre en cuanto a su salud se refería y solo entonces se dedicaría a André.
—Anderson es un médico reconocido, deberías salir con él —dijo su madre veinte minutos más tarde.
—Mami, te amo y haría cualquier cosa por ti, menos salir con un hombre a quien no conozco —dijo cansada de escuchar las palabras de su madre.
—Date la oportunidad de tratarlo cariño, Anderson y tu padre son muy buenos amigos, nada me haría más feliz de saber que estás con alguien que pueda amarte, has besado tantos sapos que…
—Voy a casarme mamá —dijo interrumpiendo a su madre.
—¡¿Quéee?!
—Que voy a casarme mamá, he conocido al hombre perfecto, el único que es capaz de iluminar mis mañanas y me hace feliz —confesó, no había querido que fuera así como su madre se enterara de su compromiso, debió hablar con sus padres la noche anterior, pero todo había terminado de manera diferente a lo planeado.
—¿Vas a casarte? —preguntó haciendo una pausa —. ¿Quién es él? ¿Cuándo lo has conocido? ¿Por qué no sabíamos nada?
Elena suspiró, su madre no estaría satisfecha hasta que le contara todo lo referente a André Miller.
—Tranquila mamá, te diré todo, pero ahora terminemos con este absurdo, realmente no sé porque me has hecho venir, todo debe tratarse de una infección intestinal —dijo levantándose de su asiento al ver llegar a la enfermera que le tomó las muestras.
Con las pruebas en sus manos y con la seguridad de que solo era un virus estomacal caminó a la oficina del doctor Anderson.
Mientras tanto el mundo de André terminaba de hundirse ante el diagnóstico del doctor Roberts.
—¿No hay nada que podamos hacer? —preguntó Christine al borde del llanto.
—Lamentablemente señora Miller, existe un desprendimiento de retina casi total, ahora mismo debemos dejar que la inflamación ceda para iniciar un tratamiento adecuado, pero sería muy irresponsable como médico decirle que todo estará bien.
André solo escuchaba la conversación de su madre y el doctor, su vida parecía haber dado un nuevo giro y esta vez era en su contra. Sus ojos carecían de luz, nunca más volvería a ver el rostro sonriente de Elena, nunca más volvería a perderse en la luz de su mirada, estaría sumergido en la noche más oscura y eterna de su vida, porque tenía las sospechas que no volvería a recuperar la vista.
Su corazón se quebró en mil pedazos al comprender que debía renunciar a ella, que debía alejarse de su vida para no condenarla a vivir con un hombre a medias.
—André…
La voz de su madre lo devolvió a la cruel y fría realidad, ni siquiera había sido consciente de que el doctor Roberts se había marchado.
—Llamaré a Elena, solo tienes que darme el número, cariño —dijo con voz rota Christine.
—No, no puedo permitir que me vea en estas condiciones, no soy un hombre completo mamá, no la merezco —dijo en un sollozo.
—¡Por favor André! No te des por vencido, el doctor ha dicho…
—¡Qué estoy ciego! Eso es lo que ha dicho mamá, ¡Estoy lisiado! —gritó rompiendo en llanto por primera vez desde que despertó esa mañana.
—No hay nada definitivo, ¿no has escuchado sus palabras? —lo cuestionó.
—He escuchado sus palabras mamá y hasta que la inflamación no ceda, no sabré si estaré ciego para siempre o solo parcialmente, ¡¿no es lo mismo?! ¡Seré un lisiado de por vida! —gritó enojado por el dolor de tener que renunciar a Elena, la mujer que más amaba en la vida.
—Cariño, por favor esperemos…
—No quiero esperar mamá, pide al doctor me de él alta, pero antes marca el número de la oficina y pásame a Estrella —pidió tratando de orientarse a donde su madre estaba.
André jamás se había sentido tan miserable en la vida, ni siquiera cuando su primer amor terminó con él delante de media universidad humillándolo. Pero esto era muy diferente, no tendría público para que se regocijara de su desgracia, se alejaría de todo lo que conocía para no causar pena y sobre todo para no condenar a Elena.
Entretanto Elena estaba muda ante las palabras del doctor Anderson, quien trató de permanecer profesional, pero que su rostro demostraba lo decepcionado que estaba con la noticia que estaba dando.
—¿Cómo que Elena está embarazada? —preguntó Eleonor.
—Es el resultado de los análisis, Eleonor. Elena está embarazada…