SINTIENDOSE UNA MARIONETA

1367 Palabras
*GRAYSON “LEONEL” * Esta mujer sigue apareciendo cada noche, aunque tenga similitud a Jade, estoy seguro que no se trata de ella. A su lado, de pie, estaba un niño. No tendría más de cinco años, de cabello castaño claro como el mío y ojos tan brillantes como los suyos. Estaban tomados de la mano, compartiendo un vínculo que se sentía irrompible. Los dos me observaban desde la distancia, sus figuras rodeadas de una tenue luz que me hacía imposible acercarme. Quise gritar, llamarlos, pero mi voz no salía. Algo invisible me atrapaba, y mientras más intentaba moverme hacia ellos, más lejos parecían estar. El niño me miraba con una mezcla de curiosidad y melancolía, como si estuviera esperando algo de mí. Y ella… su rostro estaba lleno de ternura, pero también de un dolor que se hundía profundo en mi pecho. Era extraño, casi como si fueran parte de una vida que me pertenecía, pero que no lograba alcanzar. ¿Eran recuerdos perdidos? ¿O simples ilusiones de mi mente desesperada? De repente, todo comenzó a desvanecerse. La luz que los envolvía empezó a apagarse poco a poco, y sus figuras se tornaron borrosas, como un dibujo deshecho por la lluvia. Desperté de golpe, con el corazón martillando en mi pecho y un sudor frío recorriendo mi frente. Mi respiración era un caos, un vaivén incontrolable que me hacía sentir aún más perdido. Busqué a tientas el interruptor de la lámpara junto a mi cama, como si la luz pudiera ahuyentar las sombras de mi mente. Pero no lo conseguí. Esa imagen seguía grabada en mis ojos cerrados: ellos, tan lejanos, pero al mismo tiempo tan increíblemente familiares. ¿Quiénes eran? ¿Qué intentaban decirme? Esa pregunta resonaba en mi cabeza como un eco interminable. Pero lo que más me atormentaba era la sensación en mi pecho, un vacío que crecía con cada noche que pasaba soñando con ellos. No quería volver a dormir. No quería enfrentarlos otra vez, esos recuerdos —o fantasmas— que parecían reclamar algo de mí. **JADE** Desde que tengo memoria, mi futuro estaba ligado al suyo. Grayson y yo éramos una promesa. Un trato entre nuestras familias, un pacto para unir dos linajes poderosos en el mundo de los negocios. Desde niña escuché sus historias, sus logros, sus sueños que parecían demasiado grandes para un solo hombre. A pesar de que nunca estuvo realmente cerca, la idea de ser su esposa era como un cuento de hadas al que no podía renunciar. Grayson partió al extranjero siendo apenas un adolescente, y durante años lo seguí en la distancia. Sus cartas eran escasas y formales, más un gesto obligado que una muestra de interés. Mientras él se expandía, estudiaba, y conquistaba mercados que parecían inalcanzables, yo me quedaba aquí, preparándome para el día en que él regresara y finalmente me viera como la mujer que estaba destinada a ser su esposa. Durante mucho tiempo viví ilusionada. Cada logro suyo era motivo de orgullo para mí, aunque nunca me lo dijo directamente. Lo admiraba. Lo amaba, aunque ese amor estuviera construido en recuerdos infantiles y sueños futuros. Era todo lo que deseaba: ser parte de su vida, compartir su éxito, y convertirme en su compañera en todo sentido. Pero Grayson no quería regresar. La distancia era más que física; era un muro que él había construido con sus ausencias y sus cancelaciones. Más veces de las que podía contar, intentó romper el compromiso. “No quiero atarme”, decía en esas llamadas breves que dejaban mi corazón en pedazos. “Esto no es lo que quiero para mi vida.” Sin embargo, yo no me rendía. No podía. Había pasado años imaginando un futuro junto a él, esperando el momento en que me viera como algo más que un acuerdo entre familias. Era testaruda, quizás demasiado, pero estaba decidida a demostrarle que podíamos construir algo real, algo más allá de los negocios. Ahora, él ha regresado, pero no como lo había soñado. Grayson está roto, con su memoria hecha pedazos y una mirada que ya no me reconoce. La ironía me golpea cada día; finalmente está aquí, pero no sabe quién soy. Mi corazón se parte cada vez que lo veo. Esa indiferencia en sus ojos me duele como mil agujas. Pero también veo una oportunidad. Él tiene una página en blanco, y yo puedo ser quien le muestre que no soy solo la sombra de un trato. Soy Jade, su prometida. La mujer que, contra todo pronóstico, nunca dejó de creer en nosotros. Aunque mi camino hasta aquí haya estado lleno de rechazos y desafíos, sigo firme. No dejaré que su amnesia me quite la oportunidad de demostrarle que podemos construir algo verdadero. Pero, al final, siempre he sabido que estoy destinada a ser su esposa. Entré a la sala, donde mis padres esperaban con esas expresiones calculadoras que tanto conocía. No parecía haber espacio para emociones en su mundo; cada palabra, cada gesto, estaba cargado de estrategia y conveniencia. Era imposible no sentirme pequeña frente a ellos, incluso siendo una mujer adulta. Tomé aire y empecé a hablar. —Grayson está mejorando poco a poco. Todavía tiene dificultad para caminar, y su memoria sigue en blanco. El médico dice que tardará un tiempo en recuperarse por completo, pero hay esperanza. Mi padre asintió lentamente, como si estuviera analizando cada palabra que decía, buscando algo útil entre líneas. Mi madre, sentada junto a él, me miraba con una sonrisa tensa que no alcanzaba a sus ojos. —Eso es bueno —dijo mi madre—. No obstante, Jade, debemos ser prácticos. La situación de la familia no está en su mejor momento. Algunos de nuestros negocios han tenido complicaciones. Este compromiso siempre ha sido una alianza estratégica, y ahora, más que nunca, necesitamos asegurar nuestra posición. Sus palabras eran como un puñal en el pecho, pero me obligué a mantener la compostura. Sabía que para ellos, mi relación con Grayson nunca había sido sobre amor, sino sobre poder y seguridad. Mi padre intervino, su voz grave y directa como siempre. —Si él no recuerda nada, es una oportunidad para reforzar los lazos. Debes asegurarte de que este matrimonio suceda. No puede haber más retrasos ni cancelaciones. Es hora de que tomes acciones decisivas. —¿Acciones decisivas? —pregunté, tratando de mantener mi tono neutral, aunque mi interior se debatía entre la ira y la incredulidad. Mi madre me miró con una intensidad que me puso nerviosa. —Jade, sabes lo que queremos decir. Si Grayson tiene dudas sobre el compromiso, un embarazo podría ser lo que necesitamos para asegurar todo. No podemos permitir que él se aleje de nuevo. Me quedé en silencio, incapaz de creer lo que estaba escuchando. ¿Un embarazo? ¿De veras querían que manipulara a Grayson en su estado más vulnerable, todo por el bien de sus negocios? —No puedo hacer eso —dije finalmente, mi voz firme, aunque mis manos temblaban. Mi padre bufó, molesto por mi respuesta. —Entonces, ¿cómo planeas manejar esto? Grayson es crucial para esta familia, Jade. Necesitamos que actúes con inteligencia. Mi madre intentó suavizar el impacto, pero sus palabras seguían siendo frías. —Querida, no te estamos pidiendo que hagas algo malo. Solo piensa en el futuro. Un hijo solidificaría los lazos y te daría una posición más fuerte como su esposa. En ese momento, entendí con total claridad que mis padres jamás verían a Grayson como yo lo hacía. Para ellos, él era un recurso, una pieza en su tablero de ajedrez. Pero para mí, él era más que eso. Era un hombre perdido y vulnerable, que necesitaba tiempo y paciencia para recuperar su vida. Me levanté, con la determinación, llenándome como nunca antes. —Grayson merece más que esto. Si voy a casarme con él, será porque los dos queremos construir algo real, no por una manipulación. No volveré a hablar de esto con ustedes. Salí de la sala antes de que pudieran responder. Aunque mi corazón estaba lleno de dudas, sabía que debía proteger a Grayson, incluso si eso significaba enfrentarme a los deseos de mi propia familia.
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