Dejé escapar una exhalación cuando terminé las flexiones, esperando que ya acabáramos por el día. Si seguíamos así como íbamos, terminaría teniendo mejor cuerpo que cualquier fisicoculturista y no era que me agradara mucho la idea.
Seb pasó con el rostro tontamente rojo y me reí al ver su expresión cuando vio al profesor de educación física. Se notaba claramente que quería matarlo y por mí, no había problema. Antes, yo podría ayudarle.
Tal vez llevaría unas pinzas y tijeras para cortarle el pene. Eso sería bastante cruel, pero gracioso; y eso que no me caía muy mal en Sr. Brown.
— ¡Tienen que correr alrededor de la cancha por doce minutos!
Bufé y me puse una liga en el cabello para que no se me pegara a la frente cuando comenzara a sudar. Si, sudaba como si fuera un maldito marrano, pero eso parecía no importarle al Sr. Brown.
— En serio no puedo correr, me duele.
— ¿Qué le duele?
— La entrepierna, acaba de pasar el profesor Army con un traje, eso es perjudicial para mi salud —dije haciendo una mueca.
Era de verdad, el Sr. Army había estado pasando la mayor parte del tiempo durante lo que llevábamos haciendo educación física; con un traje oscuro, zapatos negros y unos lentes oscuros. Creo que sólo porque ya había pasado mi etapa de correrme por todo, o lo hubiera hecho con tan sólo verlo.
El Sr. Brown levantó una ceja y rápidamente quitó la liga de mi cabello.
— ¡Oiga!
— Silencio — gruñó—, deje de ser tan pervertido, muchachito.
— Mhm, —tarareé—, no lo creo. Soy un adolescente hormonal como cualquier otro.
— Pero eso no significa que esté con una erección la mayor parte del tiempo.
— ¿Usted cómo sabe que la tengo parada? —me crucé de brazos, acercándome (tal vez mucho) al profesor— ¿Acaso me ve la entrepierna?
El Sr. Brown tragó saliva y puso mi liga en su cabello. — Es imposible no darse cuenta.
— Me sube el ego. Sabía que la tenía grande, pero que un experimentado me lo di-
La mano del rizado se envolvió alrededor de mi muñeca e hice una mueca. Rápidamente comenzó a llevarme lejos de la cancha.
Mordí mi labio inferior sin saber muy bien qué hacer. Estaba casi seguro de que me castigaría y no muy gratamente. Ya me iba lo suficiente mal, como para que tuviera otro reporte por conducta.
El rizado volteó a mirarme de soslayo y creí que pararía, pero no lo hizo.
— ¿A dónde vamos? —pregunté mientras comenzaba a respirar pesadamente. No era un chico con muy buen físico.
— Cállese.
— No me calle.
— ¿O qué? — Paró de improvisto y mi pecho chocó con el suyo.
Su estatura era admirable frente a la mía, pero eso no quería decir que me fuera a dejar fastidiar por él. Así que, solamente pude levantar la barbilla y ponerme de puntitas, para contrarrestar un poco la estatura — obviamente no funcionó mucho.
Sus ojos me escanearon de arriba a abajo y sonrió cuando llegó a mis pies. —¿Cree que podrá ser intimidante?
Me encogí de hombros y apretó fuertemente mi muñeca, haciéndome gimotear.
— Siempre tiene que contestarme —siseó alejándose unos pasos de mí.
— No lo haré.
— ¿Seguro?
Mordí el interior de mi mejilla sintiéndome nervioso. Era la primera vez que el Sr. Brown me ponía así, pero sólo esperaba que no se notara mucho.
— Sí…
— Sí, ¿qué?
— Si, señor.
El rizado asintió y volvió a retomar su paso, hasta que llegamos a los pasillos de la secundaria. Su agarre se mantenía firme mientras pasábamos de largo por la oficina del director, y suspiré tratando de imaginarme lo que quería hacerme.
— Por aquí, —bramó y me empujó dentro de su oficina.
Su cuerpo dio vuelta al escritorio de madera, y se sentó en la silla que había allí. Sus manos se entrelazaron y dejó que su barbilla descansara en ellas, cuando las puso encima de la mesa.
— Uh-
— Cállese.
— ¡Deje de mandarme callar! —exclamé ya arto de su forma de ser— ¡El hecho de que sea más viejo que yo, no le da el derecho de ser así!
— Deje de decirme viejo —chasqueó sin despegar su mirada de la mía—, ¿Su madre sabe de su conducta?
Bajé la mirada — No.
— Como lo suponía —continuó— No creo que le guste mucho saber cómo se comporta su hijo.
Apreté la mandíbula sin subir la mirada.
— La llamaré.
Levanté mi cabeza bruscamente y negué repetidas veces.
— Por favor, no lo haga.
Pasó su pulgar por su labio inferior, tratando de ocultar su boca, pero sabía que estaba riéndose. Maldito estúpido.
— Entonces, ¿quiere ser castigado?
— Ta-Tampoco
Sinceramente no sabía a dónde iban las intenciones del Sr. Brown, pero esperaba que no tuviera nada que ver con mi madre.
Si ella llegaba a enterarse, estaba muerto. Claro, no me importaba mi imagen en la escuela, pero frente a mi familia era todo lo contrario, además de que el director me ayudaba a esconder todo sólo si le conseguía una que otra cita con mamá.
— ¿Qué haremos? —cuestionó pasando una mano por su cabello— Porque ha sido un muy mal chico, William.
— Si quiere castigarme, está bien —susurré.
Era mejor eso, a una detención.
— ¿Eso es lo que quiere?
— Sí.
El Sr. Brown se levantó y puso las manos con sus palmas abiertas en el escritorio. Volvió a recorrer (lo que podía ver) de mi cuerpo con la mirada, y movió la cabeza hacia un lado.
— Mis formas de castigo son diferentes.
— ¿Qué?
— Quítese el pantalón, Tennison. —Ordenó y abrí los ojos.