Abrí los ojos al escuchar un grito del Sr. Brown.
— ¿¡Por qué se duerme!?
Dejé escapar un lloriqueo entendiendo que lo que había estado sucediendo y todo el tema s****l con el rizado, había pasado sólo en mis pensamientos.
— No puede ser.
— ¿Qué le sucede?
— Yo estaba teniendo un sueño muy caliente y usted me despierta. — Bufé.
— ¿Ah sí? —lamió sus labios y se acomodó en su escritorio. — Puede contarme lo que haya soñado.
— No creo —acomodé un poco mi flequillo, sintiendo como algunos mechones caían por mi frente—, usted no entendería.
— ¿Por qué?
— Porque dice que soy un adolescente calenturiento y ese sueño demuestra exactamente eso.
El Profesor Brown rió suavemente y tomó una regla que estaba en la mesa. Comenzó a dar leves golpes con ella a la palma de su mano y ahí, me di cuenta lo largos que sus dedos eran.
Jesús, su esposa enserio se había llevado un gran premio con ese hombre que tenía.
Yo no era que me quisiera casar o algo por el estilo -ya que aún era muy joven para pensar en eso-, pero si él me dijera que si me casaba con él, no me negaría. Ni una mierda.
— ¿Soñaba con algún docente, Tennison? —Preguntó levantándose de su asiento hasta quedar detrás mío. O sea que, si deseaba verlo tenía que voltearme.
— Sí. —Contesté seguro. Ya no me sentía muy nervioso con el Sr. Brown, así que eso era bastante bueno.
— ¿Con quién? —Salté en mi silla cuando su aliento chocó con mi cuello. Joder, me la estaba poniendo dura, pero estaba tan mal.
Seb alguna vez me había hablado de lo caliente que ponían a algunos adultos tener a chicos jóvenes abiertos por ellos. Pero no creí que enserio estuviera tomando en cuenta al Profesor Brown.
Por ahí ni siquiera le gustaban los hombres y yo ya imaginando las cincuenta mil formas que podría follarme.
— No lo diré. —Me volteé y levanté una ceja cuando sus orbes conectaron con los míos.
— Debería, —se encogió de hombros irguiéndose en toda su altura. Pensándolo bien, sin tener que arrodillarme quedaría a la altura de su entrepierna.
'Cuando tienes un pene al frente, tu instinto es chuparlo' lo había escuchado en un programa y creo que eso, lo haría yo.
— Mi rostro está aquí, —continuó el Sr. Brown, levantando mi mentón cuando me encontraba concentrado pensando en qué tan grande la tendría.
Más de dieciséis, te lo pido Jesús. Iré a la iglesia si es así, lo prometo.
Aclaré mi garganta y asentí — Lo lamento.
Unos segundos pasaron y yo miré alrededor de toda la oficina, era bastante... masculina. Una foto en la repisa que estaba al lado de la ventana llamó mi atención y me levanté rápidamente para llegar allí y tomarla.
Una señora no tan vieja estaba ahí y sostenía un perro mientras sonreía. Parecía la esposa del Sr. Brown.
— Muy bonita su mujer, profesor —murmuré sin pensarlo.
Sus manos se posaron en mis hombros y me quitó el cuadro bruscamente — Gracias.
— O sea que usted sí es casado.
— No le importa mi vida privada, joven.
— Pero a usted si le importa la mía, ¿no? —me crucé de brazos viendo el trasero inexistente del Sr. Brown, cuando se volteó para guardar la foto. Su espalda era tan ancha, me gustaría tocarla.
El Profesor Lewis también era así, pero él parecía un poco más fornido que Harry; igualmente era tan caliente.
Cambio, el Sr. Army era delgado, creo que hasta yo podría ser más gordo que él. Pero de algunas semanas para acá, se le notaba más ejercitado y yo no había podido evitar detener su clase y darle las gracias por ir al gimnasio.
Claro, me gané un punto negativo en su área, pero era imposible que no lo hiciera.
— Me importa porque es mi estudiante.
— Si, claro —rodé los ojos.
Un suspiro salió de los labios del Sr. Brown y volvió a mirarme, esta vez por más tiempo, logrando lo que no quería, que me intimidara.
— Dígame, William habló—. ¿A usted le gustan los hombres mayores?
Parpadeé sin entender muy bien su pregunta, pero luego caí en cuenta de lo que Seb me había dicho. Oh, jodida mierda, que sea lo que pensaba.
— Si, señor.
— ¿Y qué piensa de los hombres casados? ¿También le gustan?
Sin poder evitarlo sonreí y me senté en el escritorio del profesor. En realidad nunca había tenido nada con un hombre así, pero podía intentarlo. Aunque hacerle daño a una persona que no conocía, no era algo muy bueno.
— Tal vez.
Asintió y se acercó a pasos lentos hasta mi cuerpo. Con poca delicadeza abrió mis piernas y se acomodó allí. — ¿Qué significa eso?
— No me gusta hacer sufrir a gente que no conozco.
Se encogió de hombros y pasó el dorso de su mano por mi mejilla. Me tensé, pero dejé que continuara, hasta que tocó mis clavículas.
— Uhm, —casi ronroneó y suspiré excitado—. Entonces... ¿Me dejaría besarle ahora?
Mordí el interior de mi mejilla emocionado y sin pensarlo mucho, tomé su rostro y lo acerqué, hasta que sus labios tocaron los míos.
Sus manos se dirigieron a mis muslos donde apretó y gemí, sin remedio. Mordí su labio superior haciéndolo gruñir y lo besé con aún más fuerza.
En un momento, me levantó y puso sus manos en mi trasero para llevarme hasta la pared y pegarme a ella. Su cuerpo se pegó aún más al mío y pude sentir su entrepierna. Mierda, era muy buen besador.
Cuando no podía aguantar más la respiración, me alejé del Sr. Brown y él comenzó a dejar besos descuidados por mi cuello.
Jadeé y cerré los ojos tratando de pensar en lo que había hecho.
— Demonios —susurró el Profesor Brown y besó mi mejilla, para luego, mirarme a los ojos—. ¿Le gustó?
Sus manos apretaron nuevamente mi trasero y afirmé — Si.
— Si, ¿qué?
— Si señor.