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SOY LA AMANTE DEL DOCTOR SPENCER

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Descripción

Rubia, hermosa, inteligente y fuerte, no hay nada que Samantha no sea, es eso y mucho más. A la mala, la vida le enseño a salir adelante, pero nada es un reto para ella. El único objetivo en su vida es ser una reconocida chef, pero sus planes se ven detenidos por falta de dinero. Cuando ella cree que todo está perdido, llega su mejor oportunidad en la vida, trabajar para una de las familias mas ricas de New york. Aunque no todo es tan correcto, sus objetivos perderán el rumbo por poco y descubrirá su sensualidad en el lugar menos pensado, conociendo al Doctor Spencer.

Alexander Spencer, hombre de treinta años edad, dominante, guapo, exitoso y millonario. Tiene todo lo que quiere en su vida o casi. Lo que menos quiere hacer cada vez que llega a su casa, es ver a su esposa y sentir remordimiento. Solo que esta realidad cambia, cuando una nueva mujer ingresa en sus vidas. Esta dulce chica vestida de diabla, lo hará romper sus votos matrimoniales y pecar de la manera más salvaje.

¿Samantha caerá fácilmente en este juego de seducción? ¿Alexander arriesgara su matrimonio por una aventura pasajera? ¿Se arrepentirán de sus decisiones?

Acompáñenme en esta emocionante y apasionante historia.

Serie: Anatomía del placer

1. Soy la Amante del Dr. Spencer

2. Noches Apasionantes con el Dr. Sexy

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Capítulo 1 —En apuros
Samantha Miller: Me encontraba observando el correo que envió la universidad, diciéndome que estaba suspendida de mi carrera por falta de pago. Suspiré frustrada, otra vez tendría que llamar a mi tía, ella era la responsable de mí después de que mis padres murieron cuando estaba muy pequeña. Tomé el teléfono y busqué entre mis contactos, esto debía ser un error. Mi tía Sharon, tendría que darme una buena explicación. Le di llamar y me puse el teléfono entre mi hombro y mi oreja, mientras intentaba maniobrar mis dedos en el teclado de mi laptop, tratando de buscar un contacto en la universidad que me diera algo más. Escuché el primer pitido al otro lado de la línea y luego la llamada fue contestada. —¿¡Otra vez tú!? ¡Te dije que no me llamaras en la mañana! ¡Ya sabes Samantha, estoy en el trabajo! Respiré profundo tratando de contar hasta cinco. Debía apelar a mi razón y ser respetuosa, fue lo que me enseñaron mis padres a los siete años. Solo que a veces era un poco difícil con esta mujer. —Tía, llamo porque me llegó un correo de la universidad. Estoy suspendida el otro semestre por falta de pago. —Fue mi simple respuesta. —Escúchame bien, Samantha —dijo en voz baja y escuché el sonido de una puerta cerrarse al otro lado de la línea. Seguro tendría problemas por mi culpa. Ella continúa—. Tienes veintiún años, edad suficiente para que empieces a responsabilizarte de tus propios gastos. Fruncí mi ceño y detuve mis dedos en el teclado, seguidamente moví una de mis manos y me pellizqué en el costado de mi brazo, creyendo que estaba en una realidad adversa, pero por el dolor que sentí, supe que estaba absolutamente en el lugar correcto. Negué confundida. —Pero tía, no me puedes hacer esto. Estoy por finalizar mis exámenes. Además, tú eres responsable de mi fideicomiso, tú aún lo tienes…. Ella no me dejó terminar de hablar. —Ese dinero ya no existe, niña. —Su voz expresó una queja molesta—. Te fuiste a la universidad más cara de New York. No me culpes por tus decisiones poco racionales. ¿Acaso no pudiste buscar una opción más barata? Apreté mis labios entre mis dientes y reprimí un gruñido, lágrimas de frustración se derramaron por mis mejillas. ¿Por qué mis padres dejaron mi bienestar en manos de esta loca? ¿Por qué no dejaron ese dinero libre a mis dieciocho años? ¿Acaso me vieron tan t*nta, para no saber administrar mi dinero que tuvieron que retenerlo hasta los 21? Negué y saqué el teléfono de entre mi hombro, y lo tomé con mi mano derecha. Mi mano izquierda fue directamente a masajear mi cabeza que iba a explotar con esta noticia tan injusta. Solo un mes…, un mes hacía falta y tendría mi fideicomiso, ¿pero llegaba esta mujer y me decía que ya no había dinero? Eso no podía ser. —Tía, eso es imposible, revisa bien. Solo llevo tres años estudiando —dije desesperada. —¡Pues que querías Samantha, todo cuesta y se acabó el dinero! —Me regaño en voz alta y ella no era mi madre, pensé con enojo y frustración. Mi tía Sharon continúa. —Querida sobrina, busca trabajo —dijo fingiendo paciencia—. Porque ya no te daré más dinero. Tuve que gastar de mis ahorros para mantenerte y eso es inaudito, sabes que también tengo un hijo al cual le tengo que pagar su universidad. ¿Mantenerme? Esa era una vil mentira. —Tía… —No puedo hablar más, debo volver a mi trabajo. —Con esto ella dio por finalizada su llamada. —¿¡Hola!? ¿¡Tía!? —Me quité el teléfono de la oreja y como supuse ya había colgado. Gruñí molesta y puse con fuerza mi móvil sobre mi escritorio. Me levanté de mi silla giratoria y caí tan violentamente como mi artefacto electrónico sobre la cama. Sabía que mi tía mentía, yo tenía dinero de sobra. Vi la cantidad que me mostró mi abogado a los siete años y la retuve en mi memoria. Ese dinero mantuvo la convicción en mi mente de que haría realidad mi sueño, de que haría realidad el sueño que quería mi madre para mi futuro, ser una gran chef. Ese dinero me permitió ser lo que quería y costearme mis estudios y ahora esa mujer me decía que se había esfumado como humo. No, yo tenía un mes para demostrar que ella mentía. Podía ser lo que sea, pero era ordenada y precavida, guardaba cada uno de mis recibos. Me cubrí mi rostro con mis manos y gemí lastimeramente, pero ahora no me enfocaría en eso. Necesitaba conseguir el dinero para pagar mi semestre y continuar con mis exámenes, o perdería todos mis créditos y todo aquello por lo que me esforcé. “Tal vez si…” Mi pensamiento se detuvo cuando alguien abrió la puerta de mi habitación y me sacó de mi estado de ensoñación de encontrar un trabajo en la universidad. Me levanté de mi cama y vi a mi mejor amiga en la vida, Sonia García, en el umbral de la puerta con su seductor pijama de dos piezas. Su hermoso rostro estaba cubierto por finos mechones de su cabello castaño que caían en cascada sobre su piel. Definitivamente, se veía muy linda y adorable, pero a veces hacía estas cosas como justo ahora, bostezar como un ogro. Mi boca se transformó en una mueca y ella me miró sin importancia con sus ojos soñolientos. —¿Qué haces hablando por teléfono a las siete de la mañana? —Pregunta acercándose perezosamente a mi cama y recostándose a mi lado como un gatito. La observé cerrar sus párpados y cuando no respondí, abrió un solo ojo y me miró. Sonia era mi mejor amiga y me conocía como la palma de su mano, notó inmediatamente mi cara de preocupación y tal vez mis pestañas humedecidas por el llanto. Para este punto sus dos ojos castaños, ya estaban totalmente abiertos y me observaban con atención. Sonia se levantó de la cama. —¿¡Qué pasa, Samantha!? —Me pregunta en un tono preocupado y posa una de sus manos en mi hombro para darme algo de consuelo. —Me han suspendido de la universidad por falta de pago —dije con voz temblorosa. —¡Qué! —Gritó Sonia en toda mi cara y tuve que apartarme un poco. Asentí y continúe. —Llame a mi tía para que me diera una explicación y resulta que ya no pagará más mis estudios. Sonia frunce su ceño con disgusto y niega con su cabeza viéndose inconforme. —¿Pero y el dinero que te dejaron tus padres? Me paso mis manos por mi rostro, apartando los mechones sueltos de mi cabello rubio, tratando de tranquilizarme. —Según ella, ya se acabó todo el dinero. —Ella iba a decir algo, pero la interrumpí, lo que menos quería era seguir hablando de esa mujer—. Necesito buscar trabajo, aprovecharé que estoy en vacaciones de verano y trataré de juntar todo. —Le respondí apartando la mirada, aunque sabía que no sería nada sencillo. —¡Ay Samantha! —dijo mi amiga con pena y volvió a posar su mano en mi hombro—. Lo siento por todo, yo te daría dinero, pero sabes cómo es mi madre. —No te preocupes, Sonia, ayúdame más bien a buscar trabajo. —Le dije volviendo a observar sus ojos. Ella me da una sonrisa deslumbrante que la hace ver más hermosa. —Por supuesto, claro que te ayudo. —Se acerca y me abraza ligeramente, posando su mejilla cerca de la mía, pero se aparta rápidamente rompiendo el contacto y me mira nuevamente—. Lo que sea por mi mejor amiga. Le doy una sonrisa genuina. —Siempre has sido mi mejor amiga por años, incluso la que siempre estuvo conmigo cuando mis padres murieron. Un calor conocido se instala en sus ojos y sé lo que quiere decirme. —Y sabes que siempre estaré para ti, mi pequeña Samantha. —Ella toma mi mano entre las suyas y continúa diciendo—. Como siempre ha sido. Tal vez fue toda la noticia o la verdad de sus palabras, no lo sé, pero empecé a llorar de la nada y ella vino enseguida a abrazarme, tratando de llenar ese vacío en mi interior. Sonia permanece unos minutos en silencio consolándome, pero sus palabras no se hacen esperar. —Ya Samantha, no llores. Mira que este año, obtengo mi título de abogada. Así que seré tu apoyo personal y demandaremos a la p*rra de tu tía por ladr*na. Ella y sus ocurrencias, siempre me sacaban de mis momentos de oscuridad, sin pensar comencé a reír y ya todo se sentía mejor. —¿Ves?, ya todo está bien. —Me dice apartándose y dándome una sonrisa—. ¿Tienes hambre? —Me pregunta. Estreché mi mirada, esperando una trampa en esto. —Si un poco. —Respondí. Sonia asiente y se levanta de mi cama alargando una mano hacía mi para que la siga. —Bien, vamos a hacer el desayuno. ¿En serio? ¿Ella haría esto por mí? —Pero sí, tú no sabes cocinar. Mi amiga pincha la piel de mi brazo con uno de sus dedos y se ríe. —Pero tu sí. Rodé mis ojos y la vi salir con su trasero tramposo hacia la cocina. Sí, por supuesto, tendría que cocinar yo. La seguí y una sonrisa se formó en mis labios, pero a quien engañaba, amaba hacer esto, era mi hobby favorito y me aislaba de mis problemas. ********** Una vez tuvimos nuestra buena dosis de grasas y calorías en ese grandioso desayuno, Sonia se levantó de su silla, como siempre, y se dirigió hacia su habitación, supongo a cambiarse para salir. Suspiré y me levanté de mi silla, solo por esta vez organizaría. La acción de entrar de lleno a las actividades de limpieza de la casa, me hacía relajarme y no pensar en nada, al menos le vería el buen lado a las cosas. Sonia aparece después de unos minutos y se acerca a mí furtivamente. Ella vestía un jean desgastado y una chaqueta de cuero negra, acompañaba todo el conjunto con unos tenis de deporte. Observé su cabello que estaba recogido en una coleta alta y sonreí. No importaba lo que vistiera, siempre se veía genial. —Tengo que ir al centro comercial, ¿quieres venir? —Me pregunta con una sonrisa amable. Negué y mi buen humor se fue al recordar mi situación. —No, me quedaré recogiendo el desorden que dejaste —dije de mal humor y ella solo sonríe. Continúe—. La próxima vez, limpias tú. Mi amiga se acerca y me da un beso en la mejilla. —¡Ay por eso te quiero, mi Sam! Rodé mis ojos, utilizar mi apodo no le haría ganar puntos. “Bueno, puede que un poco”, pensé resignándome. —Como sea, me quedaré para ver si encuentro algún trabajo por la web. Sonia asiente. —Veré si encuentro alguno, ahora que es verano debe de haber muchos puestos que necesitan personal. Le doy una sonrisa amable. —Gracias. —Sonia asiente y sale de la casa. Media hora después, tenía nuestro pequeño apartamento, reluciendo como una moneda nueva. Respiré profundo viendo todo el entorno, me merecía un descanso después de este arduo trabajo. Sin pensarlo me dirijo a mi habitación para luego sentarme en mi silla giratoria y empezar con mi otra actividad de buscar empleo. A medida que lo hacía me llené de emoción, no podía ser tan difícil. ¿Verdad? Dos horas después, mi ánimo cayó por los suelos. Nada, no había nada para mí, todos los trabajos requerían una experiencia previa de por lo menos un año y fuera de eso, todos eran en el área de finanzas y de salud. Suspiré sintiéndome frustrada. —Será más difícil de lo que pensé. —Lancé mi queja al vacío de mi habitación.

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