Capítulo 6

1037 Palabras
 —¿Por qué tardaste tanto?, las mesas se están comenzando a llenar.  —Lo sé, no pensaba tardar tanto-Clarisa acomodo las tazas en la charola listas para ser llevabas a la mesa —además te dije que te lo recompensaría, yo cerrare hoy y limpiare lo que haga falta —la pelirroja reviso de que mesa era la orden, tomo la charola y  fue a dejar la orden, cuando regresó, fue a la cocina, has terminar todas las órdenes que faltaban. Pasaron dos horas intensas de pedidos, limpiar mesas, observó por la gran ventana que ya estaba oscureciendo, era la única que estaba dentro de la cafetería, respiro profundamente y tomó asiento en una caja que había en el cuarto de empleados, comenzó a quitarse el mandil y cambió sus sucios zapatos por sus desgastados tenis favoritos, pero justo cuando guardo su mandil, sintió algo duro dentro de él, con calma lo desdoblo y sacó lo que tenía adentro. Era la tarjeta del secretario del príncipe. Observó los datos del hombre, haciendo que en su cabeza nuevamente se formarán ideas e imágenes con el príncipe heredero.  —Clarisa no puedes hacerlo, ¡No puedes caer tan bajo, tú has salido adelante de cosas peores! La pelirroja salió de sus pensamientos, guardo la tarjeta dentro de su chaqueta piel y salió de la cafetería para ir a casa. .  .  .  .  .  .   —Con su permiso alteza...  —Patricio, el ayudante de la reina, abrió la puerta de la alcoba del heredero.  Hubiera deseado no hacerlo.  Eduardo se encontraba desnudo y encima de él se encontraba la ama de llaves del palacio, solo una sábana los cubría de la cintura hacia abajo.   —¿PORQUE MIERDA NO TOCAS ANTES DE ENTRAR?  — el príncipe quito de encima a la chica, mientras que esta se cubría su pecho con la sabana roja.     —Su alteza lo lamento yo solo abrí por instinto, créame que no fue a propósito- Patricio solo agacho la mirada.  —Créeme que, si no fueras empleado de la reina, esto no te lo habría tolerado- Eduardo comenzó a vestirse, tomando sus prendas una por una- Y tu vete de aquí, ya no te necesito —la joven solo se quedó estática en la cama del príncipe.   —¿QUÉ ACASO NO ESCUCHASTE? ¡LARGATE!   La joven con miedo tomó sus prendas y salió corriendo llevándose la sabana para cubrir su cuerpo.   —Ahora que arruinaste en lo que estaba, el que estés aquí quiere decir que es importante- el heredero se colocó sus zapatos y camino a la pequeña cantina para tomar un trago de whisky.   —Es la corte real alteza, nos están presionando.  Eduardo suspiro, tomando su cabello entre sus manos y tomando otra copa de whisky.   —Mierda.   —He hablado con ellos alteza, pero con la salud de la reina, ellos creen que ya es el momento de contraer matrimonio, en cualquier momento la reina podría fallecer.  El príncipe respiro profundamente, ahora todo estaba fuera de control. Sabía que la reina no llegaría más lejos, pero teniendo a la corte tras su espalda, empeoraba la situación.   —Intenta hablar nuevamente con ellos Patricio, pueden esperar un poco más.   —Como usted diga alteza, me retiro.  La habitación quedó en total silencio, el heredero no dejaba de pensar en la chica pelirroja, estaba esperando su respuesta a pesar de tener solo unas horas de verla, ahora más que nunca ansiaba en saber si en verdad aceptaría la propuesta, aunque estaba seguro de que lo haría. Quien en su santo juicio no aceptaría pertenecer a la realeza, obteniendo todos los lujos que uno se pudiera imaginar.  Nuevamente tocaron la puerta de su alcoba, el príncipe dejó su copa y tomó asiento en el sofá que estaba pegado a su gran ventana.     —Alteza, perdone nuevamente la molestia.   —¿Qué sucede?    —La chica aceptó la propuesta.  Eduardo lo observó, tratando de procesar la respuesta.   —Redacta el contrato y para mañana a primera hora lo quiero en el despacho también nuevamente habla con ella, tendrá que venir a palacio para que firme el contrato y este de acuerdo en todos los puntos.   —Señor, acerca del matrimonio, ella...  — el heredero lo interrumpió —acerca de eso... Coloca la fecha del compromiso, solo eso, la boda y lo demás lo veré con ella cuando pase el tiempo.  —Esta bien alteza, con su permiso —Patricio salió de la alcoba del príncipe y este pudo respirar nuevamente con tranquilidad.  Sabía que ella aceptaría, las mujeres eran así, con fortuna de por medio harían cualquier cosa por tenerla entre sus manos, pero ahora lo importante era que esa pelirroja le había salvado el culto, con la corona y Moldavia de por medio, una situación como ésta era bien recibida por el príncipe heredero.  .  .  .  .  .  .  .     —¿Señorita Clarisa?  — una voz que le causó escalofríos sonó por el otro lado de su teléfono —Soy Patricio, secretario del príncipe Eduardo.  En cuanto la pelirroja escucho su nombre, todos los vellos de su cuerpo se erizaron.   —Le llamó para comunicarle que el príncipe ya sabe de su respuesta, está muy agradecido por aceptar, por lo que me ha indicado que mañana en la tarde la pasaré a recoger para llevarla al palacio.   —¿P-palacio? ¿Para qué?     —El príncipe quiere tratar todos los puntos del contrario que mañana se le dará, esto es para que, cualquier caso o situación en la que usted no esté de acuerdo con alguno de los puntos que se establecieron, los pueda tratar personalmente con su alteza.   —¿Y no sería más viable, que el contrato me lo mandaran por correo?    —Créame señorita, es más factible si usted lo revisa con el príncipe personalmente.  Con todos sus nervios a flor de piel, Clarisa soltó el aire que estuvo conteniendo en todos estos momentos.   —Está bien, solo que mañana salgo algo tarde de trabajar…   —Lo sé perfectamente señorita, sé que mañana termina algo tarde, ¿por lo que por órdenes del príncipe esperare afuera de su trabajo para llevarla inmediatamente al palacio?  > >    —Entonces mañana la veo señorita, créame que su alteza está verdaderamente agradecida por aceptar este convenio, que pase buena noche.  Clarisa quito el teléfono y coloco nuevamente en la mesa, tomo asiento en el pequeño y desgastado sofá, mirando un punto fijo en el suelo.  > Sin llegar a imaginar que ella sería más que una acompañante para él.             
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