La boda finalmente terminó y, para mi alivio, ya no tuve que soportar más a la familia de Samuel. Nos enfocamos en saludar y convivir con el resto de los invitados. Al parecer, Samuel tenía cinco hermanos mayores: tres hombres y dos mujeres. Él era el menor de seis. Cada uno tenía su propia ocupación; sus hermanas estaban casadas con hombres exitosos y ya tenían hijos. Su familia era realmente numerosa y, por lo que pude observar de sus padres, esperaban mucho de todos sus hijos… hijos perfectos. Pero, curiosamente, no parecían prestarles la atención suficiente o darles el mínimo apoyo.
Samuel me pidió que lo acompañara al salir. Quería hablar conmigo sobre algunos detalles antes de concluir nuestro acuerdo de matrimonio falso. Empecé a sentirme un poco nerviosa; no me había comunicado con mi padre, con Jenna, ni con nadie, y temía que ya se estuvieran preocupando. Aun así, no era correcto simplemente dejar a Samuel sin más. Teníamos que hacer nuestra salida triunfal.
Salimos juntos hacia el auto. Samuel se detuvo al llegar al frente. Quise ayudarlo, pero no estaba segura de cómo hacerlo sin incomodarlo. Sin embargo, él se movió con sorprendente destreza: se apoyó con firmeza en la silla y en un par de movimientos seguros se acomodó en el asiento del coche. El chófer se apresuró a guardar la silla y luego me indicó que subiera.
Me senté a su lado, aún un poco preocupada, aunque supuse que para Samuel esa era simplemente su forma habitual de vivir.
Llegamos a una casa que era simplemente espectacular. Paredes blancas con detalles dorados, lámparas colgantes de cristal y cortinas tan gruesas y lujosas que probablemente costaban más que mi auto. Bueno… mi ex auto, porque lo había vendido para poder pagar las telas y detalles del vestido de novia. Irónico.
Samuel abrió la puerta de entrada como si lo hiciera todos los días, aunque noté una ligera tensión en sus hombros. Me quedé paralizada en el umbral, mirando alrededor como niña en juguetería. El suelo brillaba, el aire olía a maderas caras y flores frescas, y cada rincón estaba decorado con un gusto elegante y refinado.
—¿Es en serio que tú vives aquí? —pregunté con media sonrisa.
—Por ahora, sí —respondió con voz tranquila mientras maniobraba su silla hacia la sala. Me hizo una seña para que lo siguiera—. Vamos, toma asiento. Quiero explicarte algunas cosas.
La casa estaba adaptada a él, así que era un lugar cómodo para él, podía verlo.
Me senté en un sofá enorme que prácticamente me tragó. Samuel se colocó frente a mí y por primera vez noté un cambio en su expresión. No esa tranquilidad despreocupada que había tenido desde el jardín, sino algo más... serio.
—Sé que esto fue muy apresurado —comenzó, bajando un poco la mirada—. Pero hay algo que necesito decirte antes de que decidas si puedes seguir fingiendo nuestro matrimonio.
Lo miré con atención.
—La verdad es que no tengo dinero. Esta casa no es mía, es de mis padres y también todo el dinero. Ellos me permiten vivir aquí… por ahora. Pero me pusieron una condición que debía casarme o me sacarían. No fue un chantaje explícito, pero sí una forma de hacerme entender que... no tengo un lugar sin obedecer sus reglas.
Mi estómago se apretó.
—¿Y nadie dijo nada? ¿Y tus hermanos?
—Mis hermanos mayores dirigen las empresas Donovan. Yo no tengo parte en eso. Cuando quedé en esta silla, sentí que me quitaron todo, mi libertad, mi carrera… y mi lugar en la familia, al menos el poco que tenía. Vivo de una pensión por la lesión y apenas puedo cubrir lo básico.
Parpadeé. La casa no parecía “lo básico” en absoluto, pero no dije nada.
—Tenía una prometida —continuó con la voz más apagada—. Le dije que le iba a conseguir algo de dinero para que se casará conmigo, lo aceptó, vendí unas cosas, pero en cuánto vio el dinero se fue, me robo todo y ahora tengo una deuda con mi padre por el dinero que tomé.
Que descaro robarle así a una persona como él, hay personas que no conocen lo que es el respeto y la decencia.
Lo observé en silencio, sintiendo una punzada en el pecho por la forma en que lo decía. Por lo herido que sonaba debajo de su calma.
—Por eso te propuse matrimonio. No fue por lástima. Fue desesperación de mi parte —confesó sin mirarme del todo—. Entiendo si quieres irte ahora, pero si decides quedarte… el acuerdo es simple: yo aporto lo que puedo, tú también, y compartimos el espacio. Podemos fingir lo que sea necesario frente a mi familia, pero más allá de eso… solo necesito ayuda para que no me echen. Si estás de acuerdo llamaré al abogado para que haga los papeles y no será para siempre, solo necesitó esto durante un año, luego podemos decir que no funcionó y que nos vamos a divorciar o ya se me ocurrirá algo, lo veremos cuando llegue el tiempo, lo que quiero decir es que no tienes que soportarlo para siempre.
Tragué saliva. No era lo que había imaginado. Claro, la boda había sido apresurada y un poco loca, pero de algún modo aún me aferraba a la ilusión de que este giro inesperado podía llevar a algo bonito. ¿Qué tan desesperada estaba para aceptar vivir en una mentira elegante?
Bastante. No tenía casa a dónde regresar, tampoco auto, ni un trabajo, estaba destruida y sin rumbo, regresar con mi padre ya no era una opción, no volvería a ser más una carga, así que estar aquí con él es lo mejor, solo tengo que conseguir un buen trabajo y ayudarlo con los gastos, podía vivir en esa casa sin problema.
—Está bien —contesté —. Me quedo. No tengo ningún lugar a donde ir —suspiré —. Ammm… Yo vivía con mi ex para ahorrar los gastos y así poder tener más dinero e invertir en otras cosas, así que ahora no tengo a dónde —me removí incómoda —. Además… tengo que confesarte que renuncie a mi trabajo hace poco, pero te prometo que voy a conseguir otro, soy muy buena en muchas cosas y puedo encontrar uno bueno o voy a empezar a ganar dinero de otra forma como vender pasteles, por eso no te preocupes, seremos un equipo.
Lo ví dudar, me miraba a los ojos e hizo un gesto con la boca, seguramente se sentía mal por hacerme trabajar, pero eso no importa, no lo puedo dejar solo, al menos por un tiempo, si su familia se entera que todo fue una farsa, su padre estaría furioso y lo sacaría a la calle.
—Me puedo quedar un tiempo hasta que soluciones tus cosas, te voy a apoyar —tomé su mano y me di cuenta que se tensó un momento antes de aceptarla.
—Te agradezco —respondió —. Vamos, te mostraré tu habitación.
—Ammm… si me gustaría verla, pero tengo que llamar a mi padre e ir por mis cosas, aunque vivir en este vestido de novia suena maravilloso, necesito cambiarme.
—Puedes cambiarte y ducharte arriba —mencionó —. Seguro vamos a encontrar algo para ti, por aquí y puedes ir a comprar ropa.
—No quiero molestarte, dices que es muy poco que recibes de la pensión, yo tengo mis cosas, solo voy a ir por ellas y hablaré con mi familia, voy a regresar.
Lo ví apretar su mandíbula, ¿Está dudando que lo haga?
—Aún así… deberías darte una ducha y cambiarte primero —señaló.
En eso tenía razón, si me iba con el vestido de novia por todas partes la gente me vería como una loca, lo acepte, fuimos por un amplio pasillo hasta llegar a un habitación grande, creo que de ese tamaño era el departamento de Currie.
—El baño está aquí —señaló la otra puerta —. Traeré algo de mi ropa para mientras, ¿No te molesta?
—Estaría muy agradecida y te prometo que te la voy a devolver —lo dudé un momento antes de pedirle una llamada, pero tenía que hacerlo —. Puedes prestarme tu teléfono, solo tengo que llamar a mi padre, debe estar preocupado.
—Aquí está —sacó su móvil y me lo extendió, lo dudé, pero lo tomé.
Luego se dió la vuelta y salió de la habitación, era muy hábil con su silla, cualquiera podría pensar que ha estado en ella todo el tiempo, pero según entendí fue un accidente, no me atreví a preguntarle, no somos cercanos, aunque me dio su móvil.
Sacudí la cabeza antes de marcar el número de mi padre, apenas fue un tono cuando respondió.
—Hola.
—Papá...
—¡Nyla! ¿Dónde estás? —preguntó preocupado —. Te estamos buscando... ¿De dónde me llamas?
—Ammm... es una larga historia —titubeé —. Pero estoy bien... con un amigo... llegaré a verte en unas horas, te lo prometo.
—¿Segura que estás bien?
—Sí, papá.
Estuvo un momento en silencio, parece como si lo estuviera pensando.
—Está bien, te espero en la casa.
—Gracias, te quiero.
—Yo también.
Corté la llamada, Samuel no había regresado así que deje el móvil en la mesa y comencé a preparar el baño, pero a la hora de quitarme el vestido se me hizo difícil bajar el zipper, Samuel apareció en ese momento.
—¿Puedes ayudarme? —le pedí señalando detrás de mi vestido.
—Claro.
Lo ví dudar, pero necesitaba ayuda, me di la vuelta y note que estaba muy arriba para que él alcanzará, me tomo un par de movimientos de torpeza inclinarme y qué él pudiera hacerlo, sentí sus dedos en mi espalda, el roce era algo áspero, sentí un cosquilleo que ignoré, por suerte él fue rápido aunque cuando estaba a punto de agradecerle salió de prisa del baño.
Termine por darme una ducha y me coloque la ropa que él me dió, me quedaba algo grande pero la ajuste, solo sería en lo que voy por mis cosas, olía a él, era como a metal y madera, pero también con una mezcla a loción que no logré distinguir.
Me despedí y le prometí que volvería.