TYLER
¿Quiere que la corteje?
De todos los escenarios que imagine, desde el más probable, donde Ximena rompe el contrato, hasta el aún más loco, donde realmente lo firma, este no era uno de ellos.
Ella ha establecido sus propias estipulaciones, asegurándose de que tendré que esforzarme para ganármela. Aunque probablemente debería haber esperado una bola curva. Después de todo, es Ximena Johnson.
–Si no hay más preguntas, debería volver al trabajo– dice Ximena. Cuando nadie responde, se da la vuelta y sale pavoneándose de la sala de conferencias, con su redondo su trasero se balancea mientras sus tacones hacen clic en el suelo. La puerta se cierra.
–Eso fue interesante– digo en voz baja.
Fred se detiene a mi lado mientras me levanto, tratando de procesar lo que acaba de suceder. –Parece que la pelota está en tu cancha, hijo. Pero no te preocupes. Se que puedes lograrlo–
–Gracias– Asiento con la cabeza y luego me dirijo a su oficina. Ella no puede soltar una bomba como esa y luego marcharse tranquilamente.
Esta dentro, sentada en su silla de cuero color crema, con los tacones de aguja debajo de su escritorio. Tiene las uñas de los pies pintadas de azul claro y está golpeando el pie al ritmo de la melodía que está tarareando. Algo en la pantalla de su computadora capta toda su atención.
Sobresaltada por el sonido de la puerta abriéndose, levanta la vista y sus amplios ojos azul cristalino se encuentran con los míos.
–¿Necesitas algo? Tengo trabajo que hacer–
Mencionó que íbamos a tomar algo. Lo cual es perfecto, considerando que necesito demostrar lo compatibles que podemos ser. Pero primero, necesito que vea algo. esto no es solo un juego; necesito que entienda exactamente lo que está en juego si no tenemos éxito.
–Ven conmigo. Hay algo que necesito mostrarte–
La levanto de la silla de su escritorio, permitiéndole un momento para que vuelva a deslizar sus deliciosos pies en sus tacones, y luego la saco de la oficina antes de que pueda discutir.
–¿A dónde me llevas? –
Gruño y murmuro: –Ya verás–
–No seas tan cavernícola; usa tus palabras–
–Vamos a la sala de correo–
–Se burla. –¿Para qué demonios? –
No respondo, solo pulso el botón del ascensor. Bajamos al sótano del edificio con un silencio inquietante a nuestro alrededor. Cuando las puertas del sótano se abren, respiro hondo.
–Ah…hueles eso? – le sonrió.
Su boca se curva en una mueca. –¿Moho? – su mirada se mueve rápidamente alrededor del gran espacio abierto lleno de cajas. –El departamento de salud se lo pasaría genial aquí–
Este es mi lugar favorito de todo el edificio, así que no me gusta que Ximena lo mire con malos ojos. –No seas tan gruñona. Vamos–
Entrelazo mis dedos con los suyos una vez más y tiro de ella más adelante por el pasillo iluminado con luces fluorescentes. Cuando llegamos a la sala de correo, me pregunto por un momento si Margarita está en su descanso.
–Ahora, ¿Qué es lo que querías enseñarme? – Ximena levanta las cejas y se pone una mano en la cadera, obviamente no impresionada.
Estantes anchos se alinean en las cuatro paredes. Están numerados con los pisos correspondientes del edificio y contienen varios sobres y paquetes. No es una operación de alta tecnología, pero cumple su función.
–No que, sino quien– inclino la barbilla hacia la latina que tararea alegremente una melodía. Margarita nos da la espalda mientras clasifica el correo en el otro extremo de la habitación.
–Margarita–
Gira sobre si misma, claramente sin esperar a nadie, y su cabello largo hasta los hombros se balancea. Una mirada de sorpresa se dibuja en sus agradables rasgos, especialmente en sus grandes ojos marrón oscuro, y un toque de rosa llega a sus mejillas redondas.
Margarita emigro aquí desde México cuando tenía solo dieciocho años, aprendió ingles por si sola y trabajo duro para mantener su creciente familia. Ahora, es una fuerza a tener en cuenta.
Una empresa de este tamaño suele emplear un personal de correo de tres a cuatro personas. Pero Margarita dijo que solo se interponían en su camino, así que dirige toda la operación ella misma. Se apropio tanto del puesto como del espacio, y lo hizo suyo; incluso colgó carteles en la pared. Uno de un mono bailando. Otro de amapolas de color naranja brillante.
–¡Mi amor! – grita, dirigiéndose ya hacia nosotros. –Abrazo– me abre los brazos, esperando nuestro abrazo habitual.
–Hola, mamacita– respondo, dándole un ligero apretón. Es la misma forma en que me ha estado saludando durante los últimos seis años. Se la friolera de cuatro palabras en español, pero siempre las uso con ella. supongo que quiero que se sienta como en casa.
Casualmente, Margarita y yo empezamos a trabajar aquí el mismo día. Incluso asistimos juntos a la orientación. Yo era un recién graduado de la universidad, todavía inexperto, y Margarita, quince años mayor que yo, se mostraba escéptica sobre el hijo del dueño. A diferencia de Ximena, no he trabajado aquí desde que podía caminar. Tuve otros trabajos durante la universidad y me aseguré de hacer prácticas en otra empresa para poder ver cómo funcionaba la competencia.
Cuando la conocí, pensé que Margarita podría asumir que yo era algún punk rico y privilegiado que no tenía que ganarse el sueldo. Me hizo estar aún más decidido a demostrarle que estaba equivocada. Y papá siempre se esforzó mucho por aprender todo desde cero. Así que, durante mis dos primeras semanas en la empresa, comencé a trabajar junto a Margarita en la sala de correo.
Fue durante ese tiempo que consolidamos nuestra relación. Repartíamos paquetes y memorandos lado a lado, y compartíamos chistes e historias. Pero cuando realmente me enamore fue cuando compartió sus empanadas conmigo en el almuerzo.
Los ojos de Margarita se abren ligeramente mientras pasan de los míos a los de Ximena. –Señorita Johnson– dice, con voz suave y burlona. No todos los días la hija del director ejecutivo baja a la sala de correo.
–Por favor, llámame Ximena– dice corrigiendo a Margarita con una sonrisa que pretendía tranquilizarla. –Un placer conocerla–
Todos en la empresa conocen a Ximena, incluso si no la conocen.
–¿Necesitabas…algo? – Margarita nos mira a Ximena y a mí de nuevo.
Niego la cabeza. –No. Solo vine a saludar–
La postura de Margarita se relaja y sonríe.
–¿Recibiste mi invitación para la fiesta de cumpleaños de Mariana? –
–Por supuesto. Dentro de dos semanas, ¿verdad? Ya está en mi calendario–
–¿Ya almorzaste? – sonríe y extiende la mano para alisar mi corbata de seda. –Me preocupas, ¿sabes? –
Sonrió. –Ya comí. Gracias–
A veces, cuando estoy ocupado, se me conoce por saltarme el almuerzo; es decir, hasta que Margarita se obliga a entrar en mi oficina con un sándwich de la tienda de comestibles de la calle. Es como si pudiera sentir cuando me he saltado una comida. A menudo difumina la línea entre compañera de trabajo, amiga y madre.
He traído a Ximena aquí hoy porque quiero que vea que hay mas en esta empresa de lo que dicen los números. Algunas cosas no se pueden aprender de una hoja de cálculo. La perspectiva que Ximena ha tenido sentada en la silla de su oficina de la esquina todo el día es bastante diferente de la perspectiva que uno obtiene en la planta baja de esta operación.
De pie aquí, mirando los ricos ojos caoba de Margarita y sintiendo la calidez y el cuidado que brotan de su alma, es imposible para nosotros no ser conscientes de la importancia de nuestra responsabilidad. No podemos fallar en esto. Si fallamos, arrastraremos a toda esta gente con nosotros. Y yo, por mi parte, no dejaré que eso suceda.
Después de intercambiar cumplidos, Ximena y yo volvemos al ascensor.
–Ella es importante para ti, ¿verdad? – pregunta Ximena.
–Mucho– Ella asiente, con aspecto contemplativo.
Miro mi reloj mientras entramos en el ascensor y dejo escapar un suspiro. Ximena parece tan abrumada como yo. Hemos estado bajo una montaña de estrés últimamente, y tengo la sensación de que solo se va a intensificar.
–Hoy fue inesperado– digo. –Así como así, después de semanas de negociación, ¿de verdad vas a considerar esto, ¿eh? –
–Lo haré en mis términos, si y cuando esté lista, Tyler. Considera las próximas semanas como un periodo de prueba–
–Eso será fácil, cariño–
–Oh, no será fácil– dice, corrigiéndome. –Y no me llames cariño–
–¿Estas segura de eso, señora Klein? –
–También te dije que no me llamaras así–
–Lo sé. Me dijiste que te invitara a tomar algo antes de que consideraras usar mi nombre– le sonrió con suficiencia. –Lo cual creo que es una maldita idea excelente. Brillante, de hecho–
Le arranco mi primera sonrisa y siento ganas de golpearme el pecho. Aunque tengo un escritorio lleno de trabajo al que volver, la idea de sentarme frente a Ximena y escucharla hablarme de este supuesto periodo de prueba suena mucho más divertida. Es hora de esforzarse un poco más.
–Son las cinco en punto en algún lugar, ¿sabes? –
–Hemos tenido muchas cosas que hacer. Creo que nos vendría bien un coctel– dice, asombrándome de que realmente haya aceptado.
–¿Nos vemos en el vestíbulo en quince minutos? – Se que nunca aceptara irse sin terminar el último de sus correos electrónicos.
–Claro–
Entonces la observo mientras se aleja tranquilamente hacia su oficina.
✻✻✻
Una vez sentados en el elegante Stanton Room, un bar elegante al otro lado de la calle de nuestro edificio de oficinas, Ximena y yo hacemos nuestro pedido a la camarera: un Martini con vodka, extra sucio para ella, y un whisky a las rocas para mí.
–Extrafuerte, ¿eh? – Le guiño uno ojo.
–¿Sorprendido? – Hay un atisbo de sonrisa en sus labios.
–Que a la puritana Ximena Johnson le guste más lo sucio? Pues sí, si lo estoy–
–No lo pienses demasiado, Tyler. Odiaría verte reventar una neurona–
La miro con el ceño fruncido. Si hay algo que Ximena y yo hacemos bien, es bromear. Y aunque a ella le gustaría creer lo contrario, la tensión s****l corre desenfrenada justo debajo de la superficie. Me inclino hacia ella, con los codos sobre la mesa.
–Entonces, ¿Cómo funcionará todo esto exactamente? ¿Tú y yo? Solo me gusta tener las expectativas para poder superarlas–
Su mirada es fría. No gélida, al menos, pero aún está muy lejos de donde la quiero. –Bueno, todavía no lo he pensado mucho, pero tendrás que conquistarme. Demuéstrame que esta locura realmente podría funcionar–
Si hay algo que se dé Ximena, es que se niega a fracasar. Algo que me dice que con todo lo que está en juego, Ximena necesita saber que no la voy a cagar ni avergonzar como esposo. Tenemos que trabajar juntos, vivir juntos y realmente llevar a cabo esta relación de pareja a lo grande.
–¿Así que dijiste que quieres salir? Yo no salgo con nadie, copo de nieve–
–Conquistar no significa necesariamente salir con alguien–
Toma un sorbo de su copa de Martini y la deja con una mirada inquisitiva en su delicadas facciones. Puede parecer la típica chica dulce de al lado, pero en el fondo, Ximena es una rompepelotas. Una triple amenaza total. Sexy, inteligente y talentosa. Lo cual es perfecto, ya que esas son las cualidades que siempre soñé que poseería mi futura esposa. Bueno, esas, junto con un…
Ximena se aclara la garganta, interrumpiendo mi hilo de pensamiento. Mierda.
–Conquistar significa que podemos estar juntos en la misma habitación sin arrancarnos la garganta–
Asiento. –De acuerdo, seremos civilizados al respecto–
–De acuerdo– dice. –Y deberíamos averiguar qué demonios tenemos en común–
Creo que ya sabemos lo que tenemos en común, y según tengo entendido, es una lista larga. Pero me guiaré por la definición que ella quiera. Ganaré sea cual sea.
–Ya que tenemos que montar un espectáculo, estoy de acuerdo. Debería saber un poco sombre mi futura prometida– digo. –Por ejemplo, tu posición s****l favorita…–
Tose y farfulla, ahogándose con la aceituna de su bebida. Por un minuto, creo que voy a tener que realizar la maniobra de Heimlich, hasta que se trague la maldita cosa y me mire fijamente.
–¿Qué tiene eso que ver? – grazna, con la voz aún más ronca.
Me río. –Tranquilízate. Solo quiero saber cómo complacer a mi futura esposa, eso es todo–
–Puedes complacerme poniéndote las pilas y poniéndote a trabajar en la oficina en lugar de tomar esos almuerzos de tres martinis que tanto te gustan-
–¿Cariño? – parpadeo. Como más de una exnovia me ha dicho que mis pestañas son envidiables, espero que tenga el efecto exagerado que busco.
–Se suponía que íbamos a estar hablando de lo que tenemos en común–
–Bien. bueno…– Empieza a enumerar cosas con los dedos. –Veraneando en los Hampton. Trabajando en Klein & Johnson, obviamente. Nuestras familias son amigas–
–Ambos perdimos a nuestras madres– señalo
Su mirada baja a la mesa frente a ella, pero no me siento mal. Es solo una realidad, una que hemos discutido antes, y prefiero saltarme las tonterías superficiales y hablar de la verdad.
–Si. ¿Qué más? – Tamborilea con los dedos sobre la mesa.
–A mí, por mi parte, me gusta el sexo anal. ¿A ti? –
Maldita sea. Otra vez con la asfixia. Me levanto y le doy una palmadita en la espalda a mi futura prometida hasta que se le despejan las vías respiratorias.
–¿Otra copa? – pregunto, notando que la suya ahora está vacía.
Parece nerviosa por haberse bebido la copa tan rápido, pero le hace una señal a la camarera para que le pida otra ronda.
–Se en lo que me estoy metiendo, Tyler. Además, mi atención está enfocada en salvar a esta compañía, no en fingir ser la pequeña esposa feliz de mi falso esposo–
–Corrección– me inclino más cerca. –Pronto seré tu verdadero esposo. Te conquistaré, copo de nieve. Esto sucederá. Ya lo verás–