TYLER
–Tengo ganas de carne roja– dice, Julián mientras caminamos por la acera llena de gente después del trabajo.
–Maldita sea. ¿Racha seca, amigo? – Me froto la barbilla pensativo.
–¿Qué? – Me mira con los ojos entrecerrados en la luz que se desvanece.
–Un antojo de carne roja generalmente significa falta de sexo. Un deseo por cierto tipo de carne, por así decirlo– le sonrió.
–Cállate–
Oh, si, esta de mal humor. Se a ciencia cierta que ha estado pasando por algún tipo de sequía, pero no tengo la idea de la causa. Antes de que pueda fisgonear, se ríe entre dientes a mi lado.
–¿Qué? – pregunto.
Estás tan equivocado que ni siquiera tiene gracia. Tu eres el que va a tener el mayor caso de bolas azules del mundo: ¿casarte con alguien tan sexy como Ximena Johnson y no poder follar con ella? – hace un ruido lastimero. –Es una lástima–
–¿Quién dijo algo sobre no poder follar con ella? – Abro la puerta del restaurante y le hago un gesto para que entre.
Me lanza una mirada extraña, pero se acerca a la anfitriona para pedir una mesa.
Una vez que estamos sentados con nuestras bebidas, un whisky solo para mí, un pinta de cerveza importada para él.
Julián se acerca. –¿Avanzaron más tú y tu encantadora novia en su relación de lo que me he dado cuenta? –
Me encojo de hombros. –Todavía no– para empezar, está lejos de ser mi novia. –Pero yo, por mi parte, no pierdo la esperanza– tomo otro sorbo de mi bebida. –De hecho, después de cenar, me encontraré con ella en nuestro nuevo apartamento. Un regalo de su padre–
–¿En serio? –
Asiento.
–Vivir juntos, eh. Es un gran paso–
–En efecto–
Por un momento, me pongo en el lugar de Julián y me pregunto si siente que de repente ha perdido a su mejor amigo y compañero. Solemos salir todos los fines de semana juntos a cazar coños y divertirnos, en ese orden. Ahora, soy prácticamente un hombre casado con una nueva compañera de piso, y probablemente un toque de queda.
Para cuando miro a Julián, me está sonriendo como el gato que se comió al canario, y estoy seguro de que sabe algo que yo no.
❋❋❋
Después de cenar, llego primero al pent-house. Es un apartamento impresionante en el corazón de la ciudad.
Me tomo mi tiempo mirando a mi alrededor, encendiendo los interruptores de la luz a medida que avanzo. Amplias vistas desde un espacioso balcón del piso veinte, una cocina moderna con una pequeña cafetera italiana en la encimera que estoy seguro de que a Ximena le encantará, y acabados impresionantes por todas partes, desde las gruesas molduras de la corona hasta las encimeras de mármol y el suelo de roble raspado a mano. Parece un retiro matrimonial. Las paredes, los muebles, las alfombras y la ropa de cama son de varios tonos de blanco y crema. Se siente puro e intacto.
Honestamente, se siente un poco como caminar por un museo. Me llevará un tiempo pensar en este lugar como mi hogar. Me he aferrado a mi pequeño piso de soltero cerca de la línea F durante tanto tiempo que no me gusta la idea de dejarlo. Pero sé que todo esto es lo mejor. Un futuro con Ximena es lo que mi padre quería para mí.
Y hablando de padres, una botella de vino tinto y dos copas se han dejado en el mostrador con una nota del padre de Ximena
Tyler,
Gracias por hacer esto, hijo. No estaré aquí para siempre, y se siente tan bien saber que estarás ahí para cuidar a mi pequeña. Se que no me decepcionarás. No hay otro hombre en quién confiaría mi compañía y mi hija. Espero que lo sepas.
Sinceramente.
Fred Johnson.
Doblo el papel en un cuadrado y lo meto en mi bolsillo. Me doy cuenta de que el padre de Ximena siempre ha confiado en mí. incluso cuando era un chico cachondo de dieciséis años con una licencia de conducir nueva, y a ella no se le permitía salir con nadie, solo yo tenía el privilegio de llevarla de paseo. Paseamos en bote, jugamos al minigolf, fuimos al cine, lo que sea.
Abro la botella para dejarla respirar y cruzo la habitación para contemplar el horizonte de la ciudad. no puedo evitar recordar todos los buenos momentos que Ximena y yo hemos compartido. Y también los difíciles. Hemos estado ahí el uno para el otro durante la perdida de nuestras madres y al ver como nuestra empresa se desmorona.
Me quedo aquí pensando tanto tiempo que pierdo la noción del tiempo. Sorprendido, vuelvo a la realidad y miro mi reloj. Llega tarde.
Con una sensación de hundimiento, me pregunto si siquiera vendrá. ¿Por qué carajo debería importarme si quiere vivir aquí o no? Ha dejado en claro lo que siente por mi: cuanto odia la idea de estar atrapada conmigo. Soy como un pedazo de excremento de perro en la suela de sus tacones de quinientos dólares. Pero sé que hay mucho más que eso. me decepcionaré mucho si decide no aparecer.
Finalmente, se oye un clic en la cerradura. Intento no correr hacia la puerta como un golden retriever. Ximena entra. No estoy seguro de que esperaba, pero se ha quitado la ropa de trabajo y se ha puesto unos jeans ajustados y un suéter ligero.
–Hola– Dejando su maleta junto a la puerta, cruza la sala hacia mí.
–Llegas una hora tarde– le digo mientras me dirijo a la cocina.
–Estaba comprando algo–
Deja una bolsa de la compra de colores brillantes en la encimera. –Algo para ti, en realidad– Me dedica una sonrisa cálida y poco común.
La observo mientras saca una caja de la bolsa de la compra y la deja en la encimera.
–Bueno… ¿Vas a abrirla? – pregunta.
Pensé que querría ver el apartamento primero, pero accedo y me pongo a su lado. Puedo oler las ligeras notas de madreselva en su piel. Maldita sea, eso me va a distraer si vivimos juntos ahora. Estaré en un estado constante de excitación. Genial.
Abro la solapa de la caja de cartón y rebusco en el embalaje hasta que lo encuentro.
–Es una tetera– digo, sosteniéndola y examinándola con curiosidad.
Entonces el significado de su regalo me golpea, la conversación que compartimos sobre nuestras madres regresa de golpe. No creo que nadie me haya dado un regalo tan considerado antes.
Ximena mete la mano en la bolsa de la compra, saca dos tazas pequeñas y las deja en la encimera. –Podemos tomar él te juntos algún día…si quieres–
Hay un toque de incertidumbre en su voz. ¿pensó que no me gustaría esa idea? Bien, no me gusta. Me encanta.
–Eso fue muy considerado de tu parte, Copo de Nieve–
Pensé que mi amigo Julián era el único que entendía mi obsesión con el té, ya que es británico, pero aparentemente Ximena también está de acuerdo.
Dejo la tetera en la encimera y la atraigo hacia mí para abrazarla. Espero a que Ximena se ponga rígida en mis brazos, o incluso que retroceda con un comentario sobre contacto físico inapropiado. Pero en cambio, es suave y cálida, y su cuerpo se amolda al mío. Sus manos descansan sobre mis hombros y me mira con los ojos muy abiertos.
–Gracias– digo, rozando su mandíbula con el pulgar.
–No hay problema–
–Sabes que te voy a besar en algún momento, ¿verdad? –
Estamos tan cerca que puedo oírla tragar saliva. La punta su lengua sobresale: una lamida rápida y nerviosa de la que ni siquiera parece consciente.
Maldita sea, es tan linda, eso es un si como nunca había visto. Pero quiero algo más que solo señales inconscientes. Espero a ver como Ximena decide responder.
Finalmente, me da un pequeño asentimiento. –Tal vez– dice, tratando de sonar frívola.
Me río y la suelto. –Vamos. Tienes que ver este lugar. Es increíble–
–Mi papá se pasó de la raya, como siempre– se aleja de mí y camina hacia el balcón.
–¿Una copa de vino primero? –
–¿Por qué no?
Con una copa de vino tinto en la mano, recorremos el apartamento. Ximena señala detalles arquitectónicos y comenta el horario de las duchas del único baño que compartiremos, mientras yo solo asiento y la observo.
Estar aquí con ella, escuchando sus ideas de decoración, compartiendo sus ideas de decoración, compartiendo este espacio con ella…se siente como un comienzo. Tal vez incluso el comienzo de algo real.
–¿Esto no es tan malo, ¿verdad? – bromeo.
Me mira. –Solo porque casi me da un ataque de pánico al pensar en vivir juntos no significa que puedas regodearte–
–Bien. No lo haré. Pero es un buen lugar. Tu papá lo hizo bien–
Ella asiente. Luego aparta la mirada por un segundo. –Hay algo que quiero decirte–
Empezamos a caminar por el pasillo y le hago un gesto para que continúe delante de mí.
–He tomado en consideración tu propuesta y esto él lo que propongo– El tono de Ximena es seguro, con los hombros erguidos.
–¿Mi propuesta? – pregunto. Está siendo tan clínica que no puedo esperar a oírla explicar esto.
Se detiene a mirarme. –Ya sabes, esa idea de besarnos que sugeriste en el bar la semana pasada. Estaría dispuesta a intentarlo alguna vez–
Oh sí, claro que sí. Por fin estoy haciendo un progreso real aquí.
–Claro. Podríamos hacerlo– Empezando tan pronto como sea humanamente posible.
–Siempre que haya parámetros– continúa.
Parámetros. Reglas. Pautas. ¿Por qué no me sorprende? Esta mujer no se parece a ninguna que haya conocido antes. Ciertamente me mantiene adivinando.
–¿Cómo por ejemplo? –
–Solo primera base, como creo que dijiste. Y completamente vestidos– Entorna los ojos al mirar mi entrepierna. –Lo que significa que guardas esa cosa gigante en tus pantalones–
–Crees que soy gigante– No puedo evitar la sonrisa burlona que se dibuja en mi boca.
–Oh, por el amor de Dios, deja de buscar cumplidos. Sabes que es impresionante, si no, no me lo habrías metido por la garganta– Tan pronto como las palabras salen de su boca, su rostro se sonroja de un rosa brillante, su desliz freudiano se hunde.
–Oh, copo de nieve– Acaricio su mejilla caliente con mi pulgar. –Todavía no te lo he metido por la garganta, pero tengo muchas ganas de hacerlo–
–Olvidemos que dije eso. nadie va a meter nada en ninguna parte. Primera base. ¿entendido? –
Me río. –Estoy feliz de ir tan lento como necesites–
Y es la verdad. Puede que lento no sea mi estilo habitual, pero hay cierta satisfacción en saber que me estoy ganando su confianza y preparándola para más. La idea es bastante gratificante. Hará que mi victoria sea aún más dulce.
–Esto va a funcionar, tú y yo– le digo mientras nos acercamos al dormitorio.
Si, solo un dormitorio. Y antes de que te emociones, hago acopio de mi fuerza de voluntad para decirle que dormiré en el maldito sofá.
–Puede quedarte con la cama– le digo, deteniéndome en el a pasillo.
Es lo que un caballero deber hacer, sin duda. Y como acabo de decirle que estaba deseando meterle mi polla en la garganta, supongo que tengo que reconciliarme con mis modales.
–¿Estás seguro? – su voz está llena de sorpresa.
Trago saliva. –Por supuesto. Me quedo con el sofá–
Nuestras miradas se deslizan juntas desde el moderno y elegante sofá de tweed en la sala hasta la enorme cama tamaño King al final del pasillo, vestida con un suave edredón, y de vuelta al sofá. No hay manera de que mi cuerpo de 1.88 metros quepa en ese sofá.
–¿Sabes qué? – dice Ximena alegremente. –Somos dos adultos. Es una cama enorme. Podemos arreglárnosla para compartirla, ¿verdad? –
–Seré un gatito– le sonrió.
–Eso es lo que me temo– murmura