POV Luciana
El trayecto hasta la casa de Alaric transcurre en silencio. Mis manos permanecen sobre mi regazo, entrelazadas con fuerza, como si así pudiera mantenerme firme en medio de todo lo que está sucediendo. La imagen de Camilo y Bibiana sigue grabada en mi mente, pero me obligo a apartarla. No merece ni un segundo más de mi atención.
Entonces, sin darme cuenta el auto se ha detenido frente a una imponente residencia. Es tan inmensa como la propiedad de mi padre, nunca creí ver algo así en otro lugar, además de que todo lo que le rodea es sumamente refinado. Sin embargo, pasé saliva, no sé qué me espera al otro lado de esas puertas.
Alaric se adelanta, baja del auto y rodea el vehículo con calma. Apenas abro la puerta, me tiende una mano para ayudarme a salir. No la tomo de inmediato, pero él no se impacienta. Solo mantiene la mirada fija en mí, sin presionarme. Finalmente, respiro hondo y coloco mi mano sobre la suya. Su piel está cálida, su agarre es firme, seguro.
Al levantar la vista, me encuentro con una gran puerta de madera tallada que se abre lentamente, revelando la silueta de varias personas en el interior. Un escalofrío me recorre la espalda. No es miedo, pero sí una tensión inevitable. No sé cómo me recibirán. ¿Qué pensarán de mí? ¿Cómo reaccionarán al verme entrar de la mano de Alaric?
Antes de que mi ansiedad pueda apoderarse de mí, siento un leve roce en mi mano. Alaric, sin apartar la vista de mi rostro, desliza sus dedos sobre mi mano con un gesto agradable.
—No hay nada que temer —dice con voz serena, sus ojos buscando los míos hasta asegurarse de que lo escucho—. Toda esa gente ya sabe de ti. Aquí nadie te faltará el respeto.
—Oh…¿No me digas que te la robaste? —de repente una voz masculina se acerca, dirigiéndose directamente a Alaric.
—¿No tienes algo más por hacer? —dice Alaric, llevándose una mano a la frente.
—Solo bromeo, no te enojes —agrega el otro sujeto, entonces él se inclina ligeramente ante mí, un gesto de respeto—. Que falta de educación de mi parte futura señora de Vitale, soy Stefano Pagani, espero que mi ligera broma haya servido para liberar tensiones —sonríe de lado, justo en el momento en que su celular lo interrumpe, revisa que ha recibido un mensaje, entonces se disculpa y se marcha.
—¿Es tu hermano? —pregunto, a lo que Alaric niega.
—En realidad soy hijo único, de hecho tampoco tengo familia.
Con su declaración, me congelo por completo. ¿Hijo único? ¿Sin familia? La información se asienta en mi mente como una pieza de rompecabezas que no encaja del todo. No sé por qué, pero siempre imaginé que un hombre como Alaric tendría raíces profundas en alguna familia poderosa, rodeado de parientes influyentes y tradiciones inquebrantables. Pero no.
Me cubro los labios con asombro.
—Lo siento mucho —murmuro, sin saber exactamente qué más decir.
Alaric ladea la cabeza, observándome con una leve sonrisa, como si mi reacción le resultara curiosa.
—No tienes por qué lamentarlo —dice con naturalidad—. Después de todo, la familia es algo más que un lazo sanguíneo. Para mí, la verdadera familia son aquellas personas que me ven como un ser humano, alguien en quien pueden confiar.
Sus palabras me golpean con fuerza, haciéndome recordar los momentos de mi infancia en los que también me sentí ajena al concepto tradicional de familia, y vaya que lo sabía.
Antes de que pueda formular una respuesta, una voz interrumpe nuestra conversación.
—Disculpe, señor Alaric.
Al girarme, veo a una mujer de edad avanzada sosteniendo un documento entre las manos. Su porte es impecable, su mirada cálida pero firme. Hay algo en ella que me inspira respeto inmediato.
—Ha llegado esto para usted —continúa la mujer, avanzando con paso seguro. Pero al notar mi presencia, se detiene bruscamente y frunce el ceño con desconcierto—. Oh… Perdón por interrumpir.
Sacudo la cabeza con una sonrisa.
—No se preocupe —respondo con sinceridad.
Alaric coloca una mano sobre el hombro de la mujer en un gesto afectuoso y la mira con aprecio.
—Nana Higgins, quiero presentarte a Luciana —dice con calma, pero su voz tiene un matiz distinto, más profundo—. Mi futura esposa.
La señora Higgins alza la mirada y sus ojos se agrandan con asombro. Abre la boca, la cubre con ambas manos y parpadea varias veces como si necesitara procesar lo que acaba de escuchar. Luego, sin previo aviso, lanza un leve chillido de emoción y, en un solo movimiento, se abalanza sobre Alaric, rodeándolo con un abrazo lleno de afecto.
—¡Oh, por Dios! ¡Por fin! —exclama con entusiasmo, apretándolo con fuerza.
Alaric suspira con resignación, pero se nota que no le molesta. De hecho, se ve… a gusto.
—No exageres, Nana.
—¿Exagerar? —replica ella, apartándose solo para mirarlo con reproche—. ¡Me estás diciendo que el joven que crié, el que decía que jamás se casaría, ha encontrado a alguien especial! No me pidas que me lo tome con calma.
Antes de que pueda reaccionar, me encuentro atrapada en un abrazo inesperado. La señora Higgins se aferra a mí con un afecto que no esperaba, y su baja estatura me obliga a inclinarme un poco para corresponderle. Su calidez, su aroma a lavanda, su suavidad… Todo en ella me recuerda a los abrazos de mi madre, Sofía…
Cierro los ojos por un segundo, permitiéndome sentir el consuelo que tanto necesitaba.
—Bienvenida a la familia, querida —susurra la mujer con ternura.
Cuando nos separamos, ella me examina de pies a cabeza con admiración y su expresión se suaviza aún más.
—Eres hermosa —dice con convicción—. Y elegante. Me alegra saber que alguien como tú estará a su lado.
No sé por qué, pero sus palabras me provocan un leve sonrojo.
Alaric aclara la garganta, rompiendo el momento.
—Nana, a partir de hoy Luciana se quedará con nosotros —anuncia con seriedad—. Quiero que prepares una habitación para ella.
Abro los ojos de par en par y doy un paso adelante.
—Eso no es necesario —digo rápidamente—. No quiero causar molestias, puedo quedarme en un hotel.
—¡Por supuesto que no! —interviene la señora Higgins con firmeza—. La futura ama y señora de esta casa no se hospedará en ningún hotel. ¡Dios me libre! Una mujer de su elegancia y belleza merece una residencia digna.
—Entonces, te encargo ese asunto, Nana.
—Considérelo hecho —responde ella con determinación.
No puedo evitar sentirme un poco abrumada. ¿Realmente voy a quedarme aquí? ¿En la casa de Alaric? Todo está ocurriendo tan rápido que apenas puedo procesarlo. Pero en el fondo, sé que mi destino ya cambió desde el momento en que decidí dar la vuelta y alejarme de Camilo. Ahora solo me queda ver a dónde me lleva este nuevo camino.
…
Recorrer la mansión de Alaric fue una experiencia fascinante. Cada rincón reflejaba elegancia y buen gusto, pero lo que más me sorprendió fue lo cálido que se sentía el lugar a pesar de su inmensidad. La luz natural se filtraba por los ventanales, acariciando los muebles antiguos con un resplandor dorado. Todo estaba en su sitio, perfectamente equilibrado, como si cada objeto hubiese sido colocado con propósito.
—Es un lugar increíble —comenté con sincera admiración mientras observaba los detalles de la arquitectura—. Es hermoso.
Alaric, que caminaba a mi lado con las manos en los bolsillos, me miró de reojo y esbozó una leve sonrisa.
—El mérito no es mío —respondió con sencillez—. Fue la señora Higgins quien se encargó de todo desde el inicio. Tiene un gusto impecable.
Sonreí con ternura al escuchar su respuesta.
—Es una mujer admirable. Se nota que le tiene mucho aprecio.
—Ella es mi familia —afirmó con un tono que no dejaba espacio a dudas—. Y no hay nadie en quien confíe más que en ella.
Sus palabras me conmovieron. A pesar de su porte serio y reservado, Alaric poseía un lado genuino y leal que se manifestaba en momentos como este.
Nuestro recorrido nos llevó hasta el jardín trasero, un amplio espacio que se extendía hasta un frondoso bosque. El aroma de la hierba fresca y las flores se mezclaba con el aire de la tarde, creando un ambiente sereno. Caminamos en silencio hasta que algo captó mi atención.
Sobre la copa de un gran árbol, un grupo de aves se posaba con elegancia. Sus pequeños cuerpos se mecían levemente con la brisa, y por un instante, me perdí en la contemplación de su delicada danza.
Sonreí sin darme cuenta.
—¿Te gustan? —preguntó Alaric de repente, sacándome de mis pensamientos.
Me giré para mirarlo y asentí con suavidad.
—Sí… —murmuré, volviendo la vista hacia las aves—. Me gustan porque me traen recuerdos de alguien. Alguien a quien solo puedo recordar en mis sueños.
Alaric frunció el ceño, sorprendido por mis palabras.
Yo solté una pequeña risa y cubrí mis labios con los dedos, sacudiendo la cabeza con suavidad.
—No me hagas caso —dije con ligereza—. Es solo algo que ocurrió cuando era niña. Pero ha pasado tanto tiempo que prácticamente he olvidado todo de ese muchacho.
Alaric me miró con atención, como si tratara de descifrar mis palabras.
—Si era alguien importante para ti, ¿por qué lo olvidaste?
Su pregunta me tomó por sorpresa. Bajé la mirada, sintiendo un leve peso en el pecho.
—Porque no hubo oportunidad de volver a vernos —respondí con sinceridad—. Era muy pequeña. Sin embargo…
Me mordí el labio inferior, dudando en continuar.
—Lo recordaba con claridad porque tenía un objeto suyo. Un cuaderno con dibujos de aves.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando la imagen de aquel cuaderno apareció en mi mente.
Pero entonces, como un relámpago en medio de la tormenta, el recuerdo de Camilo y sus palabras llenas de crueldad me golpeó sin piedad.
"Lo quemé."
Mi respiración se volvió pesada. Aquella discusión, aquella donde llegó ebrio y tomó aquello que yo tanto apreciaba…
Recuerdo que al día siguiente se disculpó conmigo, trayendo una ostentosa joya, pero cuyo valor emocional no se acercaba al de esos dibujos.
Alaric debió notar mi repentina tristeza, porque en lugar de cuestionarme, simplemente levantó su mano y con suavidad tomó mi mentón, obligándome a mirarlo.
Nuestros ojos se encontraron.
Había algo en su mirada… No era solo curiosidad. No era solo interés. Era algo más profundo, algo que me hacía sentir vulnerable pero al mismo tiempo protegida.
Entonces, con una naturalidad sorprendente, entrelazó su otra mano con la mía. Su toque era firme, pero no invasivo.
—Cuando dos personas están destinadas a encontrarse —dijo con voz serena—, no importa cuán largo sea el camino… volverán a encontrarse.
Su voz me trasladó por un instante a esa sensación cuando tocaba mi cuaderno, esos ojos azules con una mezcla de seriedad que parecía ocultar una profunda tristeza.
Alaric Vitale, ¿Realmente quién eres?
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POV Heracles
—¿Quién eres Alaric Vitale? —mirando la pantalla de mi computadora, veo las noticias pasadas donde se hablaba de ese hombre.
Al principio solo había noticias de la empresa Vitale, pero conforme continúe revisando encontré aquello que se rumoreaba sobre él.
“Alaric Vitale, ¿qué tiene que ver con el asesin@t0 de su abuelo?”.
—Sabía que había escuchado algo de este sujeto antes —dije al leer el artículo. Apreté el puño con preocupación, ¿Acaso mi hermana estaba en peligro con ese sujeto? ¿Qué quería de ella?