Entre dorados y trigueños.

1892 Palabras
— Es demasiado pedir que me ¡DEJEN PASAR POR FAVOR! — grito esquivando a la multitud que se arremolina alrededor del auto. —maldita sea…—musito empujando abiertamente a las chicas (y chicos) que se juntan a mi alrededor solo por una cosa: Matt. Mi hermano, es “casi” dos años mayor que yo. Pero ya está en la universidad. Así como lo escucharon. Y todavía es toda una celebridad por estos lares. Por esa misma razón intento que no me acerque al colegio, pero a veces simplemente no se puede evitar. Prosiguiendo… Abby y Matt me abandonaron al mismo tiempo. Y aunque siempre supe que intelectualmente estaba muy por debajo de ellos no creí que podrían simplemente abandonarme. El caso es que siempre han sido ratas de biblioteca y siempre supe que se irían antes, es decir, son dos años mayor que yo, obviamente debían graduarse antes. Lo explicaré de una manera más sencilla para los que tienen problemas con las fechas como yo. Mis primos Abby y Alexis, hijos de la tía Juls y el tío “musculito” AKA Aaron Wells son solo ocho meses mayores que mi hermano Matthew. Cuando mi tía Julia estaba pariendo, mamá descubría su embarazo. Otra razón más por la que me he sentido tan «outsider» ¿si me entienden? Al tener tan poca diferencia en sus edades, ellos son realmente cercanos. Y yo nací también, no mucho tiempo después, pero casi dos años que los mayores es mucho tiempo. Mientras ellos iban al kínder, yo aprendía a caminar. Cuando ellos empezaban la escuela primaria yo empezaba el kínder y, aunque me esforcé y supliqué, nunca logré adelantarme un año. Fue solo durante sus últimos años escolares que pudimos cruzarnos. Solo porque asistíamos a la misma escuela y los seis grados mayores estaban en el mismo recinto. Pero qué mal la pasé. La comparación entre esos tres especímenes y yo era abrumadora. Deberían imaginárselo. Una hermosa mujer de cabello dorado como el sol y ojos azules profundos que hacen que el mar parezca un charco de agua sucia. Como si fuera una diosa antigua de un reino perdido; caminando junto a su hermano mellizo que también es puro paraíso; con su rostro inexpresivo, mirada estoica pero feroz que te mira como diciendo “meh” y aun así podría arrasar con todo. Y luego: mi hermano Matt, de piel trigueña como mamá, ojos verdes claros heredados de papá y cabello n***o como la obsidiana. La sonrisa más deslumbrante que la luz de un faro en medio del cielo nocturno. Con un sentido del humor incomparable. Parecían el perfecto trío amoroso de un libro de fantasía. Y puedo decir todo esto con confianza porque son mi sangre. Porque si fueran solo unos tipos de la escuela los odiaría con toda el alma. Porque luego estaba yo, escuálida de cabello color arena sucia, ojos verdes raros como el musgo que crece a la sombra de los árboles junto a un río y piel que no es ni dorada, ni blanca como porcelana. Solo es piel marrón. En fin, vivir bajo la sombra de alguien es doloroso. Y por más de que mi familia me llame “bonita” y única, quiero decir… vamos. ¡Es mi maldita familia! Obviamente mienten. Tener una madre que no aparenta su edad y que tiene las perfectas curvas latinas heredadas de mi abuela, un padre que es el típico estereotipo norteamericano y, para colmo, un hermano que reúne las mejores cualidades de ambos… no hay palabras para describirlo. Simplemente es doloroso. Pero sobreviví. Siempre quise ir al colegio con ellos y luego agradecí al cielo que se graduaran. Porque no hacían más que hacerme sentir eclipsada. Me abro paso a los empujones sin mucho éxito hasta que escucho los gritos a mis espaldas. — ¡chicos! ¡chicos, por favor! Abran paso a la superestrella…— grita Matt corriendo a mi lado y fingiendo que es un guardaespaldas mientras pone una mano en mi espalda y me protege con la otra. Su sonrisa de dientes perfectos resplandece y siento mi rostro arder. La multitud se ríe a carcajadas como si hubiera dicho algo súper divertido y yo quiero desaparecer del planeta. — Maldita sea Matt… maldita sea—murmuro por lo bajo mientras me arrastra entre la multitud hasta la puerta del establecimiento. — De nada… — ¡¿Y como por qué carajos te lo agradecería?! —grito enfadada. —¡Ha sido tu culpa en mi primer lugar! — Oye… más respeto que soy tu hermano preferido— refuta completamente serio. — Eres mi único hermano… — Exacto. ¿quién te traerá al colegio mañana? —amenaza. —Solo piénsalo, mocosa…—susurra en mi oído antes de jalarme la coleta y despeinarme por completo. — ¡Matt! ¡En serio tienes que dejar de comportarte como un maldito crío! — ¿Y perderme la oportunidad de ser feliz? — dice riéndose de mí y alejándose. Otra vez lo rodea su séquito de fans, yo solo volteo y arrastro mis pies dentro. Me giro cada tanto para ver qué hace y él continúa disfrutando de su popularidad, hasta que nuestras miradas se encuentran. Y sonríe maquiavélicamente… — Bye bye Franchu…—grita a lo lejos extendiendo su mano en el aire. —Oigan… cuidadito con mi hermanita! Es la más linda y se ve inofensiva, lo sé… pero puede llegar a ser salvaje y peligrosa. Algo así como un koala que muerde… o peor: una suricata que se siente acorralada. Yo solo digo…—. Y eso es todo. Volteo mi cuerpo por completo y comienzo a caminar apresuradamente en su dirección. Voy a matarlo… — Estás en serios problemas… — ¡OH NO! Ahí viene…—grita caminando hasta su auto. — ¡VOY A MATARTE! — ¡No, no! te quedarás sin hermano… — Me importa un carajo! —grito una vez más ahora casi corriendo en su dirección. Pero el solo estalla en carcajadas, se sube al auto y desaparece. —¡¡¡SÉ DONDE VIVES!!! —grito furiosa escuchando las carcajadas de los demás. Recuerdo donde estoy parada y el rostro se me pone rojo de ira. Pero simplemente corro al interior y no miro atrás. Entré al edificio del colegio tratando de controlar la furia que burbujeaba en mi interior después del último estúpido episodio protagonizado por ese payaso. Ese hermano mío siempre tenía que hacerse notar de alguna manera. Aun así, y por más fastidioso que pudiera ser, no podía evitar sentir un toque de cariño por su manera extravagante de vivir la vida. Él solo quiere ser feliz, o al menos eso es lo que dice. El problema es que su “felicidad” viene a costas de mi dignidad. Las miradas curiosas y los susurros de mis compañeros me recordaron que hoy era el centro de atención. Matt había logrado eso en cuestión de segundos. Maldito sea. Respiré profundamente, decidiendo que no iba a dejar que esta tontería afectara mi día. Había sobrevivido a situaciones similares antes y lo haría de nuevo. La primera clase se convirtió en un intento de concentración mientras ansiaba apartar mi mente de la broma matutina. No obstante, de vez en cuando, mi teléfono reclamaba mi atención, esperando un mensaje o llamada de Matt. Sabía que vendría a molestarme una vez más, era solo cuestión de tiempo antes de que él quisiera burlarse un poco más y hoy es lunes. Su horario en la universidad es lo suficientemente flexible como para venir a avergonzarme unas dos o tres veces. Sin embargo, también estaba decidida a vengarme, porque hoy había cruzado una línea. A medida que avanzaba el día, trazaba un plan. Matt no iba a salirse con la suya. Una sonrisa astuta se formó en mis labios mientras planeaba mi contraataque. No podía esperar para recordarle a mi querido hermano que dos podían jugar ese juego. — Bueno…buenos días—. Lamentablemente reconozco esa coqueta voz. — Ahora no Chris…—suspiro cerrando mi casillero y observo los ojos marrones que me miran atentamente. Chris, ¿cómo podría presentarlo? Ha admirado a mi prima Abby desde el noveno grado. Ella nunca lo ha mirado realmente porque, primero era muy pequeño (según ella, no yo) y segundo porque nunca ha tenido ojos para nadie realmente. Al menos no para nadie que no fuera Ian. Sí, ella piensa que no lo sé, pero yo sé todo, hermana. — Vamos Franchu, al menos salúdame… — No voy a darte el número de Abby… — ¿Abby? ¿Quién es Abby? —exclama fingiendo demencia. — No tengo ganas de esto… Hoy no ha sido un buen día. Y deberías saberlo... — Solo son las ocho de la mañana… —. Si, como si no lo supiera. Y mi mañana no podría empeorar. —En serio, no me interesa Abby. — Ah, ¿no? creí que si. Lo has estado diciendo por años. —afirmo caminando hacia mi próxima clase. — O sea, sí me gustaba. Cuando tenía como doce… eso fue hace un montón de tiempo. Las personas cambian al pasar los años. Deberías saberlo...— imita mi tono de voz. — Uy… sí, han pasado siglos desde eso…—musito sarcástica. — No puedes condenarme por eso. Era un niño, ahora soy casi un hombre. Y digo “casi” solo por ser modesto. Pero creo que varias personas dirían todo lo contrario. — Por supuesto, Romeo. Mira…—digo deteniéndome en medio del pasillo. —No soy un reemplazo para nadie. No saldré contigo solo porque no pudiste salir con ella. — Por supuesto que sé eso… nadie ha dicho lo contrario. — Y no tengo planeado ser la segunda opción de nadie. — En mi defensa, nunca has sido amigable. — Abby ni siquiera te sonreía y besarías el piso por el que camina… — Pero era un niño inmaduro que solo se fijaba en las apariencias, ahora no es solo eso lo que quiero. — Ajam… claro. Si me disculpas—. Señalo el cartel junto a la puerta de mi clase y entro sin mirar atrás. — ¡nunca saldrás con nadie si piensas que ella es mejor que tú! —grita detrás de mí pero no volteo. Camino hacia mi asiento, dejo mis cosas sobre mi lugar y corro la silla para sentarme. Intento con todas mis fuerzas que no se escapen de mis ojos, pero las lágrimas se amontonan en mis ojos. Muerdo mis dientes con fuerza, siento mi mandíbula temblar y solo cierro los ojos y respiro profundo. No, no tengo un problema de ira violenta, pero cuando me enojo lloro. Intento arreglarlo, pero no hay manera. Mis manos tiemblan y mi pierna rebota bajo la mesa. Las lágrimas amenazan con traicionarme, pero me niego a ceder ante ellas. Respiro profundamente una y otra vez hasta que logro calmarme. No voy a dejar que mi día se arruine. No otra vez. Mis puños están tan apretados que los nudillos se vuelven blancos. Cierro los ojos con fuerza, tratando de mantenerlos secos. No soy una chica que se derrumba ante cualquier cosa, pero a veces, las emociones son como una ola que amenaza con arrastrarte. No voy a permitirlo, no hoy. Todavía tengo una deuda que cobrar.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR