La música estaba tan fuerte que sentía cómo me reacomodaba las ideas a golpes. O más bien… cómo me las apagaba, que a veces era mejor. La pista vibraba, la gente brincaba como si no existiera el mañana, y yo solo quería irme a mi casa, meterme en la ducha y olvidarme de que acepté venir.
Abby dijo que pasara a buscarlas.
Eso fue todo.
Una instrucción simple.
Imposible de malinterpretar. Y yo decidí aparecerme antes de tiempo.
Así que aquí estoy: pegado a una pared, con la expresión de un sospechoso que definitivamente yo mismo interrogaría si fuera otro tipo… viendo cosas que no debería ver.
Sintiendo cosas que no debería sentir.
Francesca llegó caminando detrás de algún idiota que sonríe como un estúpido que ganó un premio. Abby fue a hablarle, y se la veía bien. Hasta que me vió.
