La música había cambiado tres veces y todavía sentía el pulso del capítulo anterior presionado contra mi nuca. No sé si era culpa, confusión o un deseo urgente de desaparecer, pero algo seguía estorbándome adentro. Algo que no quería mirar de frente. Algo con nombre y ojos oscuros que diez minutos atrás me había sostenido la mirada como si yo fuera una amenaza. O un error. O las dos cosas al mismo tiempo. Chris hablaba, se reía, hacía chistes. Yo contestaba… o imitaba una versión funcional de mí. Cada vez que me decía mi nombre o me tocaba el hombro, volvía a la superficie. Solo un poco. Lo justo para no parecer un adorno inmóvil en medio de la pista. —No tienes que pensar tanto —dijo inclinándose para que lo escuchara sobre el bajo. —No estoy pensando —mentí con una sonrisa. Pensar se

