LÍMITES (QUE ÉL NO PUEDE NOMBRAR)

1618 Palabras

La música golpeaba tan fuerte que sentía cómo me acomodaba las ideas. O mejor dicho: cómo me las adormecía. A veces eso también servía. Chris estaba a mi lado, moviéndose como si alguien lo hubiera enchufado directo a un generador eólico. Y sin querer —sin querer de verdad— me sacaba sonrisas. Por primera vez en la noche me sentía más yo, y menos esa versión rota en la que me convertí en los últimos meses. —¡Sabía que volverías a ser tú! —gritó, con esa alegría contagiosa. No contesté. Solo me dejé llevar un poco más. La pista estaba llena, las luces cambiaban, y por primera vez en semanas no sentía ese nudo constante en el estómago. Bailar. Respirar. Olvidar. Chris me tomó de la mano al girar. Era un tirón suave, amistoso. Él era así: impulsivo pero respetuoso. Con él todo era… fácil.

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