Argod caminaba a paso relativamente normal, tratando de pasar desapercibido, aunque era algo imposible, lo hacía para salir de esas calles bastantes transitadas. Su costado se estremeció una vez más con la vibración del nanochip, que celosamente guardaba dentro del bolsillo secreto en su chaqueta. Tell se la había confiado hace mucho. Le había dicho: Úsala solo en situaciones extremas. Eran contadas las veces que se comunicaban mediante ese aparato, y jamás luego hablaban de ello. Solo en su cuenta bancaria aparecía un monto excesivamente alto. Pero hace menos de cinco minutos había comenzado a mandar leves vibraciones, y por eso, ahora regresaba al único lugar que consideraba seguro. En la privacidad de su habitación en la que vive hace un año la enciende. La pantalla muestra un men

