No dije nada. Mi voz se había apagado. Ella lo interpretó como consentimiento y deslizó la mano bajo mis bóxers. La sentí deslizarse suavemente por mi pene, disfrutando de su tacto y textura. Luego, lentamente, me pasó los dedos por los testículos, antes de levantar la mano y empezar a acariciarme la polla. Ronroneó levemente mientras seguía besándome el pecho y apretando el resto de su cuerpo contra mí. Sentí su coño, empapado, moviéndose lentamente de un lado a otro sobre mi pierna.
Fue un milagro no correrme en los primeros cinco segundos. Nadie me había tocado en dos años. Apenas me había tocado. Me preocupaba que mi deseo s****l se hubiera apagado con mi esposa. Ashley lo reavivó como si usara un lanzallamas.
—Jesús, Ashley —dije, recuperando la voz.
—No, papi —susurró con voz de niña—. Soy tu princesa. Tu niñita. Tu muñeca... Ya no soy Ashley. Y la niñita de papi quiere que él se sienta bien. ¿Lo estoy haciendo bien, papi?
Ella continuó moviendo su mano delicada y lentamente, subiendo y bajando por mi pene. Sus labios y lengua recorrieron mi pecho y mi cadera, involuntariamente, comenzó a moverse. Luché desesperadamente para no correrme. Quería que esto durara más de unos segundos.
Eres una niña muy buena. A papá le encanta lo que haces.
No podía verla bien en la oscuridad, pero sentía su sonrisa. Empezó a besarme el pecho, sin detenerse en mi pene. Me recorrió el cuello y la mandíbula con la lengua. Y justo antes de besarme en los labios, se detuvo. Me esforcé, pero usó la mano que me acariciaba para apartarme suavemente. Gemí de frustración.
—Puedo ser mucho mejor niña, papi. —me susurró al oído. —¿Quieres que te lo muestre?—
Se portaba como una niñata y una provocadora, y le encantaba. Yo también, hasta cierto punto. Pero a las niñas también hay que disciplinarlas si empiezan a portarse mal. Mis manos, que habían estado agarrando las sábanas, subieron lentamente y empezaron a acariciar su cuerpo. Gimió y empezó a mover su cuerpo contra mí. Su coño estaba dolorosamente cerca de mi polla y estuve tentado de plantarla encima.
Pero ella quería jugar. Así que veamos qué hacía. Le di un pequeño manotazo en el trasero. No tan fuerte como para lastimarla, pero sí para asustarla.
—¡Ay, papá! —dijo ella con un tono más de puchero que de dolor.
—Siempre espero que mi pequeña dé lo mejor de sí. —dije, levantando la otra mano y ahuecando su barbilla para que pudiera mirarme a los ojos. —Así que demuéstramelo.—
Se mordió el labio, asintió y luego empezó a deslizarse por mi cuerpo. Su coño rozó mi polla y ambos gemimos. No tengo ni idea de dónde sacó la fuerza de voluntad para no empezar a follarme, pero iba a su propio ritmo y yo estaba contento de dejarla. Finalmente, su boca se detuvo en mi cintura, justo encima de donde mi polla descansaba incómoda.
—Te lo demostraré, papi. Te demostraré que soy la mejor niña del mundo. —dijo, y luego comenzó a pasar su lengua por mi polla.
Una vez temí que mi polla estuviera muerta; que nada me pondría duro ni me sentiría bien de nuevo. Los labios de Ashley se sintieron como una descarga eléctrica en mi polla. De nuevo, no sé cómo no me corrí, pero sabía que las probabilidades de que aguantara mucho eran escasas. Su lengua llegó a la base de mi polla y luego comenzó a lamerme los huevos. Lo cual fue agradable, pero sabía dónde quería su boca. Me agaché y comencé a acariciar su cabello, pero guiándola suavemente hacia arriba. Ella captó la indirecta. Su lengua hizo un rápido roce en mi cabeza, haciéndome temblar de nuevo, antes de que abriera la boca y comenzara a deslizarse lentamente hacia abajo, tomando aproximadamente la mitad de mí en su boca antes de comenzar a subir de nuevo, su lengua trabajando en mí todo el tiempo.
Lo único que pude hacer fue no agarrarle la cabeza y empezar a follarle la boca.
—Jesucristo, niñita. ¡Mierda!—
Ella tarareó de placer ante mi reacción, lo que me provocó otra sacudida. Levantó la vista mientras seguía deslizando mi polla entre sus labios. Tenía los ojos entrecerrados. Se notaba que disfrutaba chupándola. Que le encantaba volverme loco. No intentaba impresionarme con lo mucho que podía aguantar ni con todos sus trucos. La pequeña parte de mi mente racional sospechaba que podía aguantar más. Ahora mismo, solo quería hacerme sentir algo. Darme placer. Hacerme feliz.
Gemí y mis caderas empezaron a moverse al ritmo de su boca. —Dios mío, niñita. Papá no va a durar mucho más. —
Dejó de chuparme un momento, pero siguió acariciándome. —No quiero que dures más. Quiero tu semen, papi. Dame tu semen, por favor! —
Entonces su boca volvió a sumergirse en mi polla, pequeños y rápidos movimientos de cabeza que acabaron con lo último de mi fuerza de voluntad.
—¡Joder!— grité, moviendo mis caderas hacia arriba y corriendo por primera vez en años.
Ashley, para su crédito, intentó tragárselo todo, pero era demasiado, y un poco se le derramó de la boca y me cayó encima. Estaba demasiado borracho para darme cuenta, con estrellas estallando tras mis ojos y mis músculos contrayéndose.
—Mierda, pequeña niña —logré jadear.
—¿Lo hice bien, papá?— preguntó.
—La mejor niña del mundo— dije. Ella rió.
—Aunque sí que lo hice un desastre y no me lo tragué todo. Necesito limpiarme.— Y dicho esto, empezó a pasarme la lengua por la polla, los huevos, el estómago y dondequiera que acabara mi semen. Fue muy meticulosa y tardó unos minutos en volver a subir por mi cuerpo y acurrucarse contra mí. La rodeé con mis brazos y tuve que recordarme a mí mismo que no debía apretarla hasta matarla. Por su parte, ella solo se reía y emitía ruiditos de satisfacción, con algún que otro jadeo al rozar su coño contra mí.
Fue entonces cuando me di cuenta de que aún no se había corrido. Deslicé mi mano hacia su coño.
—Has sido una niña muy buena. Deja que papá te cuide ahora.—
Para mi sorpresa, ella se escabulló.
—No, papá. —dijo ella, repentinamente tímida.
—Niña, tu coño prácticamente gotea sobre mi pierna. Deja que papi te cuide. —
—No, todavía no. Quiero que la primera vez que me corra contigo sea... especial. Esto fue algo espontáneo. Se trataba de cuidarte porque necesitabas algo que no te doliera. Mañana por la noche... quiero que papi me folle. ¿Te parece bien?
En la penumbra, noté que estaba sonrojada y sudorosa. Y, aunque no lo supiera, estaba acariciando suavemente mi pierna con su coño. Extendí la mano y la levanté con cuidado. Gimió y se dejó caer en la cama. Sentí lo excitada que estaba.
Pero aún no quería correrse. Y si esta noche era un indicio de cómo era, solo podía imaginar cómo sería dentro de un día. Me incliné y la besé suavemente en los labios.
—Eres una niña muy tonta, pero esperaremos si eso es lo que quieres. —dije.
Ella gimió y luego se fue al otro lado de la cama, sin atreverse a estar cerca de mí. Me reí entre dientes y me dejé caer en la cama, todavía mareado por haberme corrido tan fuerte. Tenía a una adolescente pelirroja, sexy y un poco loca, con un fetiche por los papás. La vida parecía mejorar, pensé, y luego me desmayé.
Dormí profundamente y olvidé poner la alarma del móvil la noche anterior. Cuando por fin me di la vuelta y miré la hora, eran casi las 10 de la mañana; la entrada a la convención se abría en cuestión de minutos. Miré a Ashley, pero ya no estaba. Por un momento me pregunté si todo era una trampa y si me había robado mientras dormía.