Así fue como terminamos en la cama tamaño king viendo Avatar: La leyenda de Aang, porque estaba horrorizada de que nunca la hubiera visto. Intentar explicarle que no se puede consumir toda la frikada me valió una leve reprimenda
Solo llevaba mis calzoncillos, pues ella insistía en acurrucarse contra mi pecho desnudo. Al salir de la ducha, se había llevado una de mis camisetas frikis. Le llegaba casi hasta las rodillas. No supe si llevaba bragas, y parecía contenta, así que me dejó con la duda.
Ambos parecíamos felices y contentos, comiendo pizza y refresco, viendo dibujos animados mientras ella se frotaba la cara contra mi pecho de vez en cuando. Tenía vello en el pecho y, al parecer, le gustaba sentirlo.
—Los adolescentes carecen de esta textura. —dijo.
Pero aun así, de vez en cuando la pillaba mirando hacia mi rodilla derecha. No era un espectáculo agradable. Estaba cubierta de tejido cicatricial, agrandada y simplemente no se veía... bien.
—Es sólo una rodilla, pequeña —dije.
—Lo siento, papá. —dijo, un poco avergonzada de que la hubieran pillado. —No quería quedarme mirando. Solo sé que debe doler. Ojalá pudiera aliviarlo. —
Su cabello se había soltado del moño y, de alguna manera, se estaba desparramando por todas partes. Pasé mis dedos por su cabello. Era como pasar mis dedos por seda.
—Salí bien librado. Esto no es nada.—
Se levantó de mi pecho y se sentó con las piernas cruzadas en la cama junto a mí. Me tomó la mano y, de alguna manera, abrió los ojos como platos.
—Esa es otra referencia velada. Creo que es hora del Origen Secreto, papi.
Asentí. Sí, probablemente lo era. Era divertido, pero ella tenía derecho a saber lo dañado que estaba, física y mentalmente, y a irse si quería.
—Había una vez un niño muy aburrido que creció y se convirtió en un adulto muy aburrido. —comencé.
—Papá— dijo Ashely, poniendo los ojos en blanco.
—No todos los Orígenes Secretos involucran arañas radiactivas ni ser la Elegida esperada por generaciones, niñita. A veces, simplemente eres aburrida —dije—. No siempre es algo terrible.
—Bien. De acuerdo.—
—En fin, antes de que me interrumpieran groseramente...—
Se lamió la lengua. Su maleducación sinceramente estaba facilitando las cosas. En lugar de aplastarme con desesperación o incluso enfadarme con ella, me estaba haciendo sonreír, algo que no pensé que pudiera hacer al contar esto
En fin, a este chico aburrido no le importó. Porque veía mucho drama a su alrededor. Amigos cuyos padres se divorciaron o perdieron a uno por cáncer. O gente genial y genial que luchaba contra las drogas. Así que llegó a la conclusión de que aburrirse estaba bien. Era seguro, pero si eras feliz haciendo tus cosas aburridas, ¿qué tenía de malo?
Así que se puso a estudiar y se puso a estudiar. Un día, después de la universidad, y por pura suerte, conoció a otra chica friki. Y decidieron que no había problema en ser aburridos y frikis juntos. Y la vida fue buena durante muchos años. Y sí, no podían tener hijos frikis, lo cual era una lástima, pero después de un tiempo, ambos decidieron que eran muy afortunados de seguir conviviendo y amándose.
—Y entonces llegó la COVID. —dije, y Ashley me agarró la mano, temerosa de cómo terminaría esto. —Ambos se quedaron atrapados en el mismo lugar durante muchísimo tiempo. Y puedes querer mucho a alguien, pero un año encerrado en un piso pequeño, incluso con todos tus juguetes, puede acabarte mal con el tiempo. Así que cuando ambos se vacunaron, decidieron volver a casa a ver a sus padres y a unos amigos que hacía tiempo que no veían. —
Hice una pausa y respiré hondo. No la miré a la cara. No pude. Allá vamos.
Iba en coche de vuelta a casa de su madre desde un bar donde acabábamos de ver a unos amigos. Y estaba bien. Los dos nos reíamos. Y el semáforo delante de mí estaba en verde, así que, por supuesto, lo pasé, como si hubiera pasado con miles de semáforos.
Pero el otro tipo, el que luego dio positivo a 0,20, no lo vio así. Así que siguió recto por la intersección y se estrelló contra el lado del conductor, golpeándonos tan fuerte que el coche volcó.
La miré. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y mis emociones también se tambaleaban. «Sigue respirando», me recordé.
—Lo tengo. —dije, señalando mi rodilla. —Me han hecho falta tres cirugías para que funcione tan bien. Casi lo pierdo. Aun así, tengo suerte. —
El cabrón que nos atropelló se rompió la nariz cuando se infló el airbag. Hay un montón de drama a su alrededor, pero digamos por ahora que no va a disfrutar mucho de los próximos cinco años, y cuando salga estará inhabilitado y mucho más pobre. Y sigue siendo un cabrón con suerte.
Mi esposa... Me consuelan dos cosas. Una, dicen que murió en el acto. Que nunca supo qué la golpeó. Y que segundos antes de que nos golpearan, se partía de risa de algo que había pasado antes en el bar. Murió feliz.
Ashley estaba llorando y, para mi sorpresa, también me corrían lágrimas por la cara. No me había dado cuenta de que había empezado. Parecía que quería abrazarme, pero la contuve un segundo.
—Me volví loco, Ashley. Tienes que saberlo. —dije. —Si tomas a alguien cuya vida gira en torno a lo seguro y a conformarse con lo que tiene, y luego se lo arrebatas todo en un acto de egoísmo y estupidez asombrosos, perdí la cabeza. Estuve tres meses encerrado. En el juicio, tuvieron que sujetarme físicamente para que no le diera una paliza a ese imbécil hasta la muerte con mi bastón.—
Alternaba entre la rabia incoherente y el suicidio. Quería matarlo, quería suicidarme. Atacaba a cualquiera que intentara ayudarme. Solo en los últimos seis meses, más o menos, he vuelto a la normalidad. E incluso ahora, si lo viera, de verdad no sé qué haría.
Me sequé las lágrimas de la cara. Y miré a Ashley. Todavía me sostenía la mano. Tenía la mano blanca de tanto apretarla.
Así que así soy. Estoy bastante mal, Ashley. Seguro que tengo amigos y familiares que verían esto y pensarían que necesito que me reinternen. Seguro que tú tienes amigos que te dirían que te largaras si repitieras lo que acabo de decir. Si quieres que consiga una habitación aquí esta noche, me encargo. Pero sí, soy un viejo hecho polvo. Debo ser sincero. Creo que quizás podrías encontrar algo mejor que estar conmigo ahora mismo.
Y con eso, saltó a mi cintura, me rodeó el cuello con los brazos y hundió la cara en mi hombro. Me abrazó como si le fuera la vida en ello y, para mi sorpresa, me encontré abrazándola.
Y fue agradable. Dios, fue agradable. Simplemente sentir cariño y contacto humano de nuevo. No me había dado cuenta de cuánto lo extrañaba.
—No me voy a ningún lado, papi. —dijo, con la voz apagada por tener la cara aún hundida en mi cuello. —Necesitas que alguien te cuide, y eso es lo que voy a hacer. —
Después del arrebato emocional, hubo muchos más abrazos y caricias. Intenté desviar la conversación hacia algo más sobre nuestras vidas, más allá de la estafa, pero no le interesaba. Cada vez que lo intentaba, me desviaba o me distraía. Creo que después de toda esa emoción, solo quería no ponerse seria y relajarse un rato. Necesitábamos hablar si queríamos que la cosa fuera a algún lado, pero la dejé que se saliera con la suya por el momento. Aún había tiempo.
Finalmente, alrededor de la medianoche, Ashley se convenció de quedarse dormida. Se había desplomado sobre mi pecho y roncaba suavemente. Me costó un poco, pero al final logré apagar las luces y la televisión sin molestarla. Al poco rato, yo también me dormí.
De repente, era medianoche y mi vejiga decidió recordarme que no había ido al baño antes de dormir. Ashley seguía con la cabeza sobre mi pecho y acurrucada contra mi cuerpo. Era adorable y odiaba molestarla, pero mi vejiga insistía. La saqué con todo el cuidado que pude y fui a hacer mis cosas en el baño.
Mientras volvía a la cama, vi que el reloj marcaba las 4:00 a. m. Me acomodé de nuevo en la cama y dudé un momento si debía intentar acurrucarme junto a Ashley, cuando ella me encontró enseguida. Volvió a acurrucarse cuando me di cuenta de que, en los dos minutos que tardé en ir al baño, Ashley se había quitado el camisón. Ahora estaba desnuda y acurrucada contra mí. Sentí que mi polla se endurecía al instante.
La miré y, aunque la habitación estaba casi a oscuras, aún podía ver el contorno de su rostro. Me agaché y le acaricié el pelo, y la sentí moverse casi como un gato, frotando su cabeza contra mi tacto mientras bajaba ligeramente su cuerpo. Entonces sentí sus labios en mi pecho mientras su mano empezaba a deslizarse por mi estómago y bajaba hacia mis bóxers.
—Ashley —dije con la voz más ronca de lo que pensaba.
—Por favor, papi. —susurró. —Quiero hacerte sentir bien. Hace tanto que nadie te hace sentir bien. Por favor...—