Capítulo: 1

2000 Palabras
-Empieza- dijo colgándose de una barra -¿Qué esperas?- -Solo vengo a enseñarte- conteste en un tono más bajo de lo que me hubiese gustado-No vengo a hacer tus trabajos o ser tu niñera- él se baja de la barra y se pone enfrente de mí, Estaba enfadada; completamente. Me molestaba el hecho de que John no viera aquello como lo que era, un favor. Un maldito favor.  -¿Te parece si empezamos con filosofía?- dije sacando mis notas de mi mochila, -No me gusta leer- dijo bajando de la barra. No pude evitar poner los ojos en blanco al ver como se examinaba en el espejo que tenía en frente,  -No lo veas como una lectura sin sentido, velo como un cuento que...- -No me gustan los cuentos- tomo asiento a mi lado en aquella banca del gimnasio,  -Entonces velo como una historia que va...- -Ya te dije que no me gusta leer- insistió al interrumpirme, -Entonces velo como un chisme...- -No todos somos tan adictos a los chismes como tu- me reprendió, -Deberías controlarte, nadie quiere a las chismosas- -¡Estoy tratando de ayudarte!- -¡Pero no lo logras!- soltó una carcajada con aquellas palabras, pero yo no comprendí en lo absoluto qué era lo que le ocasionaba gracia,  -Es todo- alcé las manos en señal de rendición, y con un golpe cerré mi libreta, -Busca otra tutora- -Sigue siendo demasiado fácil llegar a tus límites- él continuaba riendo. Fruncí el ceño, al parecer había perdido la poca cordura que podía presumir que tenía -¿Te parece una apuesta?- -¿Una apuesta?- pregunté incrédula, John, por su parte sonreía ampliamente cómo si hubiese dicho la cosa más inteligente jamás hablada,  -¿Tú me odias cierto?- asentí ligeramente, -¿Serías capaz de decirme el porque?- -¿Quieres que empiece?- -Quiero que seas honesta- me señalo con su índice, -Quizás... ¿Veinte razones?- -¿Solo veinte?- quise saber,  -Yo digo que son demasiadas- se alzó de hombros, -Pero quiero que esté bien fundamentadas- -Yo digo que son pocas- él sonrió, -Me sorprende que sepas el significado de fundamentadas- -¿Entras?- -¿Hay límite de tiempo?- el pensó aquello por unos instantes,  -De aquí al final del ciclo escolar- estableció,  -¿Te refieres al parcial?- asintió orgulloso, -¿Qué ganaré?- -¿Quieres una cita?- arqueo las cejas,  -Si gano, me dejas en paz- me miró sorprendido, -Y permanecerás célibe hasta que te cases- -¡¿Pero que demon...?!- -¿Acaso piensas que alguien cree en los rumores que inventaste?- -Bien, haré las dos cosas- accedió -Pero si yo gano saldrás conmigo-  Lo miré con la expresión más seria que logre poner.  -¿Usarás vestido?- mantuve aquella expresión, -Supéralo, siquiera te arreglarás más y tendremos una cita- -Muy bien- acepté, -Yo hago las veinte razones y tú... debes... pasar los exámenes semestrales- -Solo que no puedes desertar de ser mi tutora bajo ninguna circunstancia-asentí -¿Trato hecho?-  Al preguntarme aquello me extendió su mano; me dudé unos segundos en si tomarla o no, pero al final la estreché, -Ah, y serás mi novia durante la apuesta- -No abuses- -Hablo en serio- alzó un poco sus hombros, -Me será más fácil llegar a tus extremos y desesperarte para que te rindas- -Eso no sucederá- dije, y el alzó las cejas dándome a entender que no me creía en lo absoluto, -Tengo mucha paciencia- -¿Entonces aceptas?- me pregunta, -Obviamente- Sonrió triunfante,  -Creo que deberíamos empezar a estudiar- él asintió, volví a tomar mis notas, y esta vez, –Por increíble que suene– John se mantuvo tranquilo y atento a mis palabras. Durante las dos horas que estuvimos en aquel gimnasio, lo único que hizo fue ponerme atención y a las notas. He de admitir que no me incomodo en lo más mínimo.  -Supongo que terminamos- dije cuando sentí que ya no podía continuar, y es que, aunque muchos lo creyesen, no era un ratón de biblioteca,  -Jamás pensé que estudiar fuera tan agotador- -Porque no lo haces- -Quizás- tomó su mochila y la colocó en su hombro, cuando estuvo a punto de salir por la puerta se giró, -¿Mañana después de clases?- -Supongo- -Olvídalo, creo que no puedo- cerró uno de sus ojos como si aquella acción le ayudará a pensar más claro,  -¿Qué te parece si te quedas a mi entrenamiento y después estudiamos?- -¿Qué te parece si mejor mañana no estudiamos?- -Te veo después del entrenamiento- no me dejo ni siquiera asimilar lo que me había propuesto cuando salió de ahí.  Solté un suspiro, guardé mis cosas y camine en dirección al estacionamiento del instituto.  Me sentía agotada, tanto física como mentalmente. Durante el camino a casa estuve pensando en que quizás podría sacar beneficio de aquello; de una u otra forma, la cual aún no lograba descifrar. Cuando por fin aparque en el frente de mi casa, ni siquiera me importo alzar lo suficiente mi mochila para que esta no fuese arrastrándose, incluso casi me caigo,  -¡Dev, cariño!, ¿Cómo te fue en tu examen?- pregunto mi madre apenas crucé el umbral de la puerta de la entrada,  -Bien- contesté cerrando la puerta detrás de mí, -Tendré que dar asesorías después de clases- -¿Se puede saber a quién?- yo no me detuve y seguí mi camino por las escaleras,  -A John- contesté girandome para verla,  -¿Tu John?, ¿Ese John?- preguntó con el entrecejo fruncido,  -No es mi John mamá- solté un suspiro, -Pero si hemos hecho una apuesta que me hará hacer pasar demasiado tiempo con él- Me miró pensativa por unos segundos, hasta que después de un largo silencio por fin dijo: -Nunca los comprenderé a ustedes dos- Me alcé de hombros; tampoco yo lo hacía.  -Iré al trabajo, la comida está en la estufa, solo tienes que calentarla ¿De acuerdo?- asentí, -Te quiero- -También te quiero má- Mi madre era una persona demasiado tierna y comprensiva; pero en un mal día podría ser la pesadilla de cualquier alma, e incluso más estricta que un sargento. Y no; no exagero. Mi padre tenía un carácter un tanto más relajado, pero era alguien bastante serio, rara vez se le escuchaba bromear.  Ambos eran como polos opuestos, y esto se notaba más por sus trabajos; mientras que mi madre le llevaba la mercadotecnia a una empresa, mi padre era abogado, y si, ambos se mantenían demasiado ocupados la mayor parte del día.  Abrí la puerta de mi habitación, camine hasta mi cama y me tumbé. Literalmente. Mi habitación no era enorme, pero tenía el suficiente espacio para poder estar ahí la mayor parte del tiempo sin sentirme encerrada, de mi mochila saqué mi portátil, conecte mis audifonos a esta, y puse mi música en aleatorio. Me dispuse a hacer la tarea cuando la pantalla de mi celular se alumbró, indicando que había recibido un mensaje,  "¿Estás sola?" Era de Carla,  "Sí" contesté casi de inmediato,  "¿Podrías decirle a mi padre que también reprobaste? ¡Está como loco!" "¿Por el examen?" "¡Amenaza con echarme de la casa!" "No lo hará" Espere unos minutos, pero Carla no me regresó el mensaje, así que asumí que sus padres le habrían castigado el celular; entonces decidí concentrarme, pero esta vez de verdad en la tarea de matemáticas, si mal no recuerdo, para lo único que me distraje fue para bajar a por algo de comer. Pero he de admitir, que terminé antes de lo que esperaba, así que me ví en la situación de estar buscando algo que ver en el televisor de mi cuarto, y al no encontrar nada, opté por una película.  Desventaja de ser hija única: a veces las tardes eran más solitarias de lo que me gustaría.  Intenté concentrarme en la película, pero tenía a John y su estúpida apuesta en mi mente, dando vueltas una y otra vez, sin siquiera tomar un descanso, me restregué un poco los ojos, fui a por una libreta y pluma a mi escritorio y regresé a la cama; mordí un poco la pluma intentando tomar algo de inspiración, pero nada me venía a la mente.  Veinte razones por las cuales te odio: Me hiciste daño, y mucho.  Te olvidaste de mi. Me remplazaste una y otra vez. Sentía como mi corazón se estrujaba con aquellas palabras, y un nudo apareció en mi garganta. Rompí en pedazos aquel trozo de papel, escuchando atentamente el sonido que este producía al desgarrarse, después hice una bola de papel que sin éxito lancé al bote de basura que tenía cerca a mi escritorio. Tome otra hoja y me dispuse a empezar de nuevo. Veinte razones por las cuales te odio: Fui tu burla. Me degradaste. Me humillaste. Jugaste conmigo. Me utilizaste. No lo recuerdas. Mientes. No puedo superarl... Volví a romper la hoja, y hacer otra bolita de papel, que termino al lado de la pasada. Me puse de pie y empecé a caminar de un lado a otro por mi habitación; me sentía frustrada, y la sensación de soledad no estaba ayudando en lo más mínimo. Esta vez fui a sentarme en la silla que estaba frente a mi escritorio, tome otra hoja, y me dispuse a volver a escribir. Veinte razones por las que te odio: Eres popular. Iba una. Una razón que no me dejaba en evidencia. Sonreí victoriosa. Ego maníaco. Ya dos. No pude creer que apenas segundos antes se me estuviese complicando aquello. Miré a mi ventana tratando de despejarme para continuar escribiendo, pero en lugar de ello, logré agobiarme aún más. Pensé que quizás había algo ahí afuera que nos hacía volver a caer en el mismo error de una manera discreta, para que esta vez de verdad lográramos solucionarlo.  Después de hacer ejercicio te miras en el espejo. Ya tres.  Eres un gruñón de primera. Pensé en que quizás con otras palabras, esta última sonaría mejor, pero no estaba dispuesta a detenerme y centrarme en pequeñeces,  Duermes en clases. Por supuesto que tenía que reclamarle aquello después de aquel día.  Eres un competitivo de primera. Esta era bastante más creíble.  Mujeriego. Doble cara. Solté un sonoro suspiro mientras trate de pensar en algo más que no me involucrara del todo, lo cual era prácticamente imposible; por algo que con miedo acababa de descubrir. Me sentía de nuevo pequeña y frágil como cuando descubrí el gran capricho que él significaba para mí. El por qué lo odiaba tiene que ver con mi pasado. Con nuestro pasado. Miré el reloj, percatandome que era bastante más tarde de lo que creía. Entonces guarde todas mis cosas, y me dispuse a dormir. El día siguiente al abrir los ojos y de inmediato quise volver a cerrarlos, sino fuese por el despertador con su estrepitosa alarma que no paraba de sonar, me puse de pie y apague aquel aparatejo. Me puse en dirección a mi baño donde empiece a hacer mi rutina matutina. Abrí las llaves de la regadera mientras cepillaba mis dientes para ahorrar tiempo. Al terminar me metí rápidamente a la regadera, pero estuve ahí por lo que bien pudo haber sido una eternidad.  Al salir me envolví con mi toalla y busqué entre mis cosas que ponerme, no me enorgullece, pero intentaba no tardarme demasiado buscando mi ropa, ya que de igual manera veía a esas personas casi diario. Fue simple, una blusa gris, jeans y tenis. Después me ví a mi misma en una pelea con mi cabello en un intento de hacer una coleta decente. Algo que en aquel entonces no me gustaba admitir, era que la razón por la que usase tan poco maquillaje, era porque no sabía como usarlo. Entonces baje las escaleras lo más rápido que pude, -¡Ya me voy!- avisé.  Estaba a punto de entra a mi carro cuando recordé que había dejado la chamarra. Refunfuñe por lo bajo y volví a entrar a mi casa. Hay una explicación por la que esa chamarra era tan importante para mi, es porque pertenecía a mi padre cuando jugaba en su universidad, y en ese año conoció a mi madre. Sé que es algo cursi, pero la chamarra siempre me había traído suerte y quizás un poco de suerte era lo que necesitaba.  Sonreí al localizarla, estaba en la silla frente a mi escritorio; sobre este estaba la lista de razones. Tome ambas, solo que el trozo de papel lo metí en uno de los bolsillos de mis jeans.  Subí a mi coche que era un convertible mercedes, que después de un par de años de batalla junto a mi padre, él decidió que era hora que fuese de su nueva propietaria. Al cumplir dieciséis años él tuvo la maravillosa de que para mi el por fin tener un carro que incluso, junto con mi madre, grabaron el momento; y si, grite cual vil loca. Arranque y me dirigí al colegio, pero con diferencia a otros días, aquel realmente preferiría que una tormenta se desatara.
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