Prólogo
La vida está llena de distintos momentos, algunos felices y llenos de vida, mientras que otros triste y con poca gracia. Entre sentimientos encontrados y promesas rotas hasta de conflictos y aburrimiento total. Logramos acostumbrarnos de cierta forma a nuestra vida, sin importar nuestras distintas quejas a estas y el mismo cansancio.
La vida no es fácil, pero tampoco difícil.
Durante los años que pasan encontramos nuevas fuentes de felicidades, llenas de virtudes y que nos dan un motivo para seguir luchando. Muy pocas de estas fuentes terminan estando a nuestro lado durante todo nuestro recorrido, algunas llegan a ser abandonadas, ya sea de forma intencional o accidental, pero aquellas que prosperan son cada día más y más difíciles de mantener.
Muchas personas sueñan con ser algún reconocido profesional en cualquier ámbito, encontrar a su alma gemela y unir sus lazos en un santo matrimonio donde luego llegarían los hijos y así formar su familia, que poco a poco se volvería más grande delante de sus ojos hasta que llegue su hora de partir, teniendo bellos recuerdos y una gran satisfacción.
Su vida no se asemejaba para nada a aquellos pensamientos que tenía años atrás. Había quedado estacando en su labor profesional y enredando tantos pasos hasta quedar siendo responsable de una recién nacida de ojos saltones.
Los años seguían pasando entre risas y llantos, cambios de pañales y juguetes regados por toda la sala, miles de madrugadas desvelándose solo por su inquieta pequeña. La papilla manchó el suelo, las ropas comenzabas a ser cada vez más pequeñas para ella, el trabajo lo consumía por completo, pero aquello no le quitaba la importunidad para mimar a su hija.
Hasta el día de hoy.
Su querida Jeon Seo-Yeon era lo único en su vida, su rayo de luz, y su amor. Ya con cuatro años era una niña encantadora, lograba sacarle sonrisas aun estando malhumorado por alguna cosa. Su hija lo valía y era todo para él y con eso se conformaba.
No había ninguna pareja, todas se alejaban a penas se enteraban que tenía una pequeña. No había ninguna amistad, todos se habían alejado y desparecido de su vida. No había ningún familiar, sus padres estaban demasiados ocupados en su asuntos como para prestarle atención.
Solo estaban él y ella, y bueno, la nana, quien cuidaba a su tarroncito durante el día.
Creía que su vida seguiría siendo así hasta su muerte, donde el centro de su mundo era su hija, la cual en algún momento también lo abandonaría hasta dejarlo en completa soledad. Aquellos pensamientos le daban algo de tristeza, pero prefería dejarlos a un lado y disfrutar los bellos momentos que apenas estaba creando con ella.
Así hubiera seguido pensando sino fuera por la inesperada llegada de un tercero en sus vidas.