Kamal es un hombre posesivo. Desde muy temprano en la vida había decidido que lo que era suyo no se tocaba. Sus padres habían intentado reducir esos defectos egocéntricos dándole un hermano tras otro, y Kamal insistía en hacerles saber a los demás que lo que es de Kamal no debe tocarse ni jugarse con ello.
Escuchó a su esposa conversar animadamente, Selene estaba intentando mejorar su estado de ánimo. Él le advirtió su esposo y se lo había hecho saber su suegra, pero cuando Layla se lo dijo, entendió que de una forma u otra, la princesa tenía razón. Layla se había casado con su esposo y, por lo tanto, indirectamente pertenecía a la vida de la otra. Desde su llegada, ella había intentado ser amable, educada y respetar todas las reglas posibles para preservar la relación entre ella y su esposo. Sí, tenía toda la razón.
—Mi amor —le llama Selene.
—¿Sí?
—Quieren saber si te retiran el plato.
—No —responde y lo sostiene con más fuerza. Sus hermanos pequeños ríen y continúan recogiendo y metiendo en una bolsa los desechables de papel en los que han comido. Kamal se come el último pedazo en su plato y se lo entrega a Zair, quien baja ambas bolsas.
Layla pregunta si puede retirarse y le da las gracias a la reina por la comida. La joven mujer va al primer piso para prepararse un café, luego iría a tomar una ducha y finalmente regresaría para decorar ligeramente las habitaciones de Selene y sus hijos. Estando en la cocina, recibió una llamada de Leonel.
—Layla, te he estado escribiendo.
—Estoy con mi marido y su familia.
—Aahh... por favor —se queja Leonel—. Es un matrimonio falso, Selene.
—Es un matrimonio en el papel, Leonel. No quiero herirte, solo... no puedo. No se trata de ti o de mí, se trata de que debo respeto a mi esposo a cambio de un montón de otras libertades.
—Solo unos días, la próxima semana, solo los dos... Layla, por favor.
—Aceptaré vernos en el café y después mantendremos distancias. No voy a hacernos esto, no a ti, no a él y mucho menos a mí, Leonel.
A Layla le importaba poco su esposo, pero le importaban muchísimo los sentimientos de Leonel. Lo que no dijo era que él es su único amigo y que lo quiere mucho más de lo que le gustaría reconocer. La princesa vio a los hijos de Selene, quienes le dieron un abrazo y un beso de buenas noches. Él se quedó cerca de la puerta esperándoles y se despidió con un movimiento de mano.
Kamal, por su lado, había disfrutado de las atenciones de una esposa que estaba ligeramente más relajada ante la idea de una segunda mujer en su vida. Pero ninguno de los dos pudo evitar pensar mientras estaban juntos si esa intensidad, esa furia mezclada con la excitación de aquello que le había hecho falta, el
sexo durante semanas, provenía de lo que sentían el uno por el otro o de todo lo que estaba pasando en sus vidas.
Selene vio a su marido, el cual tenía una visión complicada de lo que sea que estuviese haciendo.
—Para.
—¿Perdón?
—No quiero, ya...
—¿De qué hablas?
—No estás aquí.
—Selene, por Dios —dijo su mujer frustrada—. ¿Dónde estoy según tú?
Selene no quería añadir que parecía que su esposo quería estar teniendo relaciones con alguien más, con su otra esposa. Se guardó todo eso para sí misma, pero se cubrió de inmediato con la sábana. Ese no era el tipo de sexo que tenía con ella, salvaje, descuidado y mucho menos sin hacer contacto visual. Su esposo había visto el respaldo de la cama, había mirado su piel, observado el techo, pero con todas sus fuerzas había evitado mirarla.
—No quiero más sexo, entonces.
Kamal no quería otra discusión y la verdad tampoco quería tener relaciones con una persona que estaba constantemente incómoda. Se separó de su esposa y tomó una bocanada de aire. Estaba cansado de lo que fuera que Selene estuviese experimentando, de su mal humor por el embarazo, su enojo por el matrimonio que en un principio ella alentó y entendió, y sus inseguridades de siempre.
—Perfecto —Kamal salió de la cama y fue a la ducha. Abrió el agua fría y buscó relajarse. Se quedó bajo el agua tanto tiempo como le fue posible e intentó no molestarse más con su vida, sus decisiones o su esposa. Se secó y buscó un pijama, y después de unos minutos de estar sentado en silencio en el borde de su cama, el príncipe se puso en pie y salió de su habitación. Caminó hacia el primer piso y se puso a prepararse un café con la intención de mantenerse despierto y trabajar un poco antes de irse. Estar en Mainvillage era una oportunidad de crear alianzas para convertir su país en el destino de viaje de muchos empresarios millonarios y familias acaudaladas. Kamal se sirvió el café y Layla le miró entretenida.
—Así duerme un príncipe, ¿con batón? —preguntó la mujer.
—Sí, para que circule bien la sangre.
—Ya, ¿todo tu poder está donde exactamente, en tus huevos? —los dos se rieron.
—¿Qué haces despierta?
—Estoy haciendo algunos detalles en la habitación de los niños. Es una sorpresa, así que no puedes subir ahí hasta mañana.
—Estás pintándolo tú sola.
—Sí —responde emocionada—. Selene está un poco más amable conmigo, no quiero arruinarlo.
—Ya... Selene tiene un humor muy particular últimamente.
—Está embarazada y tú tienes una nueva esposa, tiene parcialmente derecho.
—Siempre actúa como si solo le pasara a ella, es injusto. Son mis hijos también.
—Sí, pero tú solo los depositas aquí, ella es la que los siente. En este momento de la vida , es un poco más su hijo y a ti te toca ser un poco más su marido.
—Hablemos de nosotros, ¿estás feliz, estás bien? —Layla le miró sorprendida por la pregunta.
—Estoy bien.
—Mmm.
—¿Mmm? —repitió Layla—. ¿Qué te preocupa?
—Me preocupa lo que mereces y no sé si puedo darte.
—¿Mi libertad?
—Entre otras cosas —respondió el príncipe y le dio un beso en la frente—. No te excedas, ve a dormir temprano.
—Gracias. Tú regresa a tu cama. —Kamal sonrió y le miró a los ojos.
—Layla, en algún momento has aspirado a una relación.
—Evidentemente, he tenido sueños y ahora tengo obligaciones.
—¿Me refiero a si has pensado en darle a nuestro matrimonio una oportunidad?
—No, no lo he pensado, porque ya gasté la mitad de mi juventud detrás de tu hermano. Me encantaría no desperdiciar lo que queda entre tú y tu esposa. ¿Cuál lugar me estás ofreciendo, el de tu amante o concubina, Kamal?
—Mi propuesta es tan simple como que lo intentemos, porque no voy a permitirte estar con alguien más.
—Gracias por dirigir mi vida siempre tan bien y tomar en cuenta mis sentimientos.
—Selene no está loca, lo sabes tú y lo sé yo. Entre nosotros dos hay química, nos llevamos bien, tenemos cosas en común y podría funcionar.
—No sé de dónde ha surgido esta idea, pero sé que a tu mujer no le va a gustar y eventualmente me va a herir.