En la habitación se encontraba una ventana un poco alta como para poder observar con claridad lo que había afuera, a penas alcanzaba a ver un arbol al cual ya se le habían comenzado a caer las hojas por el próximo cambio de estación. La brisa golpeaba ligeramente sus hojas, las cuales acariciaban el vidrio de la ventana y por encima de este se podía ver las nubes que avanzaban con cierta prisa.
Antes, cuando sabía que tenía cáncer, cuando pensaba que cada segundo tenía que vivirlo como si fuera el último, notaba esos pequeños detalles creyendo que tal vez eso sería lo que me llevaría a la tumba, pequeños e insignificantes recuerdos que, aunque se trataban de cosas simples, pensé que los añoraría en la otra vida, es decir, en realidad nunca aprecie el sentir la brisa del viento sobre mi ro
