"¡Iré despacio y con calma hasta que te acostumbres, cariño!", respondí. Se tumbó boca arriba sobre la mesa de la cocina y me miró a los ojos mientras me inclinaba y aplicaba presión hasta que sentí que la cabeza se le metía dentro. Se tensó, agarrándose con más fuerza al borde de la mesa mientras su himen cedía ante mi intrusión. Tenía los ojos bien cerrados. El flash de una cámara me llamó la atención. Levanté la vista y vi que el dependiente de la tienda que estaba fuera de nuestro escaparate acababa de tomar una foto de mi pene rompiendo el himen de Carol. Le sonreí y, devolviéndome la sonrisa, tomó otra foto. Esperé a que se relajara y luego empujé más adentro. Entré y salí lentamente hasta que se relajó y se acostumbró a la sensación. Levantó los brazos por encima de la cabeza y s

