Triana Navarro
—Hola —saludó Fernando con una sonrisa de comercial de pasta dental y un beso en la mejilla que me dejó inmóvil durante medio segundo.
¡Rayos! Su perfume.
Era de esos aromas que te hacen querer seguirlo como caricatura de Looney Tunes flotando en el aire.
Notas amaderadas, un toquecito de lavanda, algo de romero y una pizca de “ven y abrázame fuerte”. Casi me olvido de respirar.
—Hola, Fernando. Disculpa por molestarte tan temprano… —dije bajito, mientras sentía cómo mi cara entraba en modo tomate al recordar ese beso que nos habíamos dado aquel día de mi graduación. ¡Concéntrate, Triana!
Él sonrió de nuevo, pero esta vez con ese gesto coqueto que se siente como una pequeña provocación directa al corazón.
—¿Lloraste? —preguntó bajando la voz, con una seriedad repentin
