Me tapé la cara con las manos, la cuchara aún en la otra. —Ay, no empieces, por favor… —¡¿Tuvieron su primera vez?! ¡Santa Bechamel! —gritó emocionada, agitando el cuchillo como si fuera una varita mágica. —¡Vale! ¡Baja la voz! ¡El vecino del 202 ya se cree que soy una descarada! —¡Y con razón! —canturreó—. A ver, a ver… ¿Cómo fue? ¿Fue tierno? ¿Pasional? ¿Hubo música de fondo? ¿Con luz encendida? Me eché a reír, sintiendo las mejillas más calientes que la estufa. —No hubo música de fondo, pero sí pasión… mucha. Fue… no sé, fue especial. Como si estuviéramos hechos para eso, como si él supiera exactamente qué hacer para que me sintiera cómoda, segura, deseada… Vale suspiró como en una novela. —Ay, amiga. Esas cosas no se ensayan. Si sale así, es porque hay amor. La miré con ternur

