10. El jefe

1000 Palabras

Fernando Lefevre Salí del departamento de Triana con el corazón hinchado de felicidad. El cielo comenzaba a teñirse de tonos dorados. Ella era mi novia. Mi novia, repetí en mi mente mientras me subía al Mustang, aún con la sensación de su último beso en mis labios. Encendí el motor, el ronroneo del auto me hizo sonreír. Bajé la ventanilla y dejé que el aire fresco de la tarde acariciara mi rostro mientras conducía por la ciudad. A medio camino, encendí la radio sin pensar mucho, y justo comenzó a sonar Chayanne. “… Para tu tranquilidad, me tienes en tus manos… Para mi debilidad, la única eres tú”. Reí solo, moviendo la cabeza con complicidad. —Esta vez no se va —murmuré, con una sonrisa—. Esta vez… se queda. Llegué a casa unos minutos después. Vivíamos en una privada al norte de la ciu

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