—Esto lo voy a pagar yo.— como buena feminista empoderada e independiente, me encargué de poner los diez euros que nos habían costado dos cafés con leche y dos galletas. Aunque era un precio desmesurado y estaba pagando más por el logo de nuestros vasos de plástico que por su contenido, ni se acercaba a lo que él había pagado por la corbata de mi padre. —Me gusta cómo eres.— tomé un sorbo de café para que no pudiese ver cómo sonreía ante su comentario, pero estaba ardiendo y quedé todavía más en ridículo al reaccionar de forma exagerada.— Me encanta.— dijo antes de reír y pasarme un par de servilletas, que necesitaba. Al final consiguió robarme una sonrisa y aquello le motivó para seguir buscando más. —¡Tú!— Carrie apareció cargada con bolsas y se plantó delante de nuestra mesa.—¿Qué coñ

