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Consultas de amor

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de amigos a amantes
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Oficina/lugar de trabajo
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affair
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Descripción

Isabella es una chica inteligente y romántica, tiene una visión idealista del amor. Nicolás es un chico empatico y carismático que tiene una personalidad magnética y divertida. Ambos son la chispa que puede encender las llamas, pero, en un mundo donde el amor es un laberinto es aún más complicado. Aunque existan muchos obstáculos que lo querrán separar, a medida que sus mundos chocan, las preguntas sobre lo que realmente significa amar y ser amado comenzarán a salir a la superficie. No será fácil para ellos. En esta historia de consultas de amor, los dos se embarcarán en un viaje lleno de deseos, risas, desafíos y felicidad extrema. ¿Serán capaces de encontrar el camino hacia el corazón del otro? ¿Quieres saber si lograron ser felices? Te invito a leer mi historia.

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Capítulo 1: Un Nuevo Comienzo
Isabella Collen nunca pensó que cambiar de médico podría marcar el inicio de algo tan inesperado. Había recorrido este camino decenas de veces, pero esa mañana algo era diferente. Desde que estacionó su coche frente a la nueva clínica, sentía una sensación extraña en el pecho, una mezcla de nerviosismo y anticipación que no lograba explicar del todo. Su antiguo doctor, el amable y experimentado Dr. Ruiz, había sido su ginecólogo por años. Siempre confiable, siempre con una palabra reconfortante y una sonrisa amigable. Pero con el tiempo, las manos temblorosas del Dr. Ruiz y su creciente falta de atención habían empezado a incomodarla. Cuando se jubiló, Isabella supo que era el momento de buscar a alguien más, alguien más joven, más enérgico, más... presente. Al entrar en la clínica, fue recibida por un ambiente impecable y moderno. Las paredes blancas, decoradas con cuadros minimalistas, parecían reflejar un nuevo comienzo. El aire fresco, mezclado con un sutil aroma a flores recién cortadas, contrastaba con el olor a desinfectante al que estaba acostumbrada en la consulta del Dr. Ruiz. Todo en ese lugar irradiaba profesionalismo y cuidado. Isabella caminó hacia la recepción, donde una asistente con una sonrisa cálida y ojos brillantes la recibió. −Es tu primera vez con el Dr. Miranda, ¿verdad? −, preguntó la recepcionista, inclinándose ligeramente hacia adelante. Isabella sintió un ligero escalofrío recorrer su columna al escuchar ese nombre, aunque no sabía por qué. −Sí, primera vez aquí−, respondió mientras jugueteaba nerviosa con las llaves de su coche. No era la primera vez que sentía nervios en este tipo de situaciones, pero hoy la ansiedad parecía más intensa. Quizás era el hecho de estar en un lugar nuevo, con un doctor nuevo, o tal vez era algo más que no lograba identificar. Después de unos minutos que parecieron horas, el suave sonido de una puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos. Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de él: Nicolás Miranda. Y en ese instante, el mundo pareció detenerse. Era como si el aire en la sala se hubiese tornado más denso, más cargado de energía. Alto, con una figura atlética que se evidenciaba incluso bajo la bata blanca, Nicolás Miranda caminaba hacia ella con una confianza que irradiaba magnetismo. Su cabello n***o, perfectamente peinado hacia atrás, y sus ojos oscuros, que parecían observar cada detalle con una intensidad penetrante, la dejaron sin aliento por un segundo. −Isabella Collen, ¿verdad? −, su voz era grave, profunda, y resonaba en el aire con una suavidad que casi la hizo estremecerse. −Soy el Dr. Miranda. Vamos a hacer que esta consulta sea lo más cómoda posible para ti−. Con esas palabras, le extendió la mano, una mano fuerte pero suave, que transmitía seguridad. Isabella sintió cómo sus dedos se entrelazaban brevemente con los suyos, y aunque fue un simple saludo, su piel hormigueó al contacto. Lo que no sabía en ese momento era que esa consulta no solo cambiaría su vida, sino que despertaría un deseo que jamás había experimentado antes. Era como si una puerta que siempre había estado cerrada en su interior comenzara a abrirse lentamente, dejando escapar una corriente de emociones y sensaciones desconocidas. Respirando hondo para calmar los nervios, siguió al Dr. Miranda por el pasillo hasta el consultorio número 3. La puerta se cerró detrás de ella, y al mirar a su alrededor, notó la decoración sobria pero elegante de la sala. Había cuadros abstractos en las paredes, y una luz cálida que parecía suavizar los bordes de los muebles. Isabella se sentó en una silla frente al escritorio de Nicolás. El doctor, tras revisar rápidamente sus papeles, comenzó con las preguntas de rutina: historial médico, síntomas recientes, la fecha de su última visita al ginecólogo. Sin embargo, a pesar de que todo parecía muy profesional, había algo diferente en el ambiente. Cada vez que él levantaba la vista para mirarla, sus ojos se detenían en los suyos un poco más de lo necesario. Y cada vez que lo hacía, Isabella sentía una pequeña descarga recorrer su cuerpo, como una chispa que encendía un fuego que no sabía cómo apagar. A medida que la consulta avanzaba, ella intentaba concentrarse en las preguntas, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a la presencia abrumadora de aquel hombre frente a ella. Su forma de hablar, sus gestos, incluso la manera en que inclinaba ligeramente la cabeza cuando le hacía una pregunta, todo parecía diseñado para despertar una respuesta en ella. Después de unos minutos, el Dr. Miranda cerró su libreta y se puso de pie. −Señorita Collen, ahora necesito que se cambie para la revisión−, dijo con una sonrisa tranquila, pero en su tono había algo más, algo que Isabella no lograba descifrar del todo. Asintió en silencio, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. Tomó la bata que él le ofrecía y se dirigió al baño. Dentro, se miró en el espejo por unos segundos, tratando de calmarse. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Había pasado por este tipo de consultas innumerables veces antes, pero esta vez todo parecía diferente. Respiró hondo varias veces antes de comenzar a desvestirse, quitándose la ropa lentamente mientras trataba de ignorar el calor que sentía subir por su piel. Cuando estuvo lista, con la bata colgando suavemente sobre su cuerpo, salió del baño y se dirigió hacia la camilla. Subió con cuidado, acomodándose mientras el Dr. Miranda se acercaba para iniciar la revisión. Podía sentir su presencia cada vez más cerca, y eso solo intensificaba la mezcla de nervios y excitación que se había instalado en su interior. −Voy a comenzar el chequeo−, dijo en un tono bajo y calmado. −Relájese lo más que pueda−. Pero, ¿cómo podía relajarse con él tan cerca? Con cada toque de sus manos frías, sentía una oleada de sensaciones que nunca había experimentado en una consulta médica. Apretaba ligeramente los puños, intentando controlar su respiración, pero cada vez que sus dedos rozaban su piel, su cuerpo respondía de maneras que no podía controlar. El Dr. Miranda, sin embargo, mantenía un aire completamente profesional. Su expresión no delataba nada más que concentración, pero había algo en la forma en que sus dedos se movían sobre su piel que no era completamente neutral. Mientras la revisión continuaba, Isabella notó cómo, en ciertos momentos, los ojos de Nicolás se encontraban con los suyos, solo por un segundo, pero en ese segundo se decía más de lo que cualquiera de los dos estaba dispuesto a admitir. Al cabo de unos minutos que se sintieron como una eternidad, la revisión terminó. Isabella volvió al baño, sintiéndose extrañamente agotada y llena de energía al mismo tiempo. Se vistió rápidamente, mirando una vez más su reflejo en el espejo antes de salir. De vuelta en la oficina del doctor, la tensión que había sentido antes parecía haberse disipado, pero una parte de ella sabía que algo había cambiado entre ellos. Se sentó nuevamente frente al escritorio mientras Nicolás revisaba los resultados preliminares con expresión concentrada. −Todo parece estar en orden, señorita Collen−, dijo finalmente, levantando la vista para mirarla. −Pero me gustaría que se hiciera algunos análisis adicionales para estar completamente seguros−. Mientras hablaba, escribía rápidamente en su libreta. −Voy a programarle una nueva cita para el próximo sábado−, añadió, alzando la mirada para asegurarse de que ella comprendía. Isabella asintió, todavía un poco distraída por los pensamientos que la habían invadido durante la revisión. Se levantó lentamente, sintiendo que algo se había quedado en el aire, algo que no sabía cómo explicar, pero que definitivamente no había estado ahí antes. Nicolás también se levantó, acercándose un poco más de lo necesario para entregarle la libreta con las indicaciones. Su proximidad la hizo contener la respiración por un momento, pero en lugar de retirarse, Isabella se encontró disfrutando de la cercanía. Aquel gesto sencillo, esa breve cercanía, parecía cargado de una electricidad palpable que ambos sentían, pero ninguno mencionaba. −Nos vemos el sábado, señorita Collen−, dijo Nicolás, esbozando una ligera sonrisa que apenas alcanzaba sus labios, pero que de alguna manera hacía eco en su mirada. −Nos vemos−, respondió Isabella, sin saber qué más decir. Mientras se giraba para salir, ambos se inclinaron casi instintivamente, y un pequeño beso en la mejilla selló la despedida. No fue un beso cualquiera; fue un beso lleno de promesas, de palabras no dichas, de una conexión que ninguno de los dos había previsto. Cuando Isabella salió de la clínica, el eco de la voz profunda de Nicolás seguía resonando en su mente, como una melodía que se repetía incansablemente. todavía podía sentir el suave roce de sus labios en su piel, como una marca invisible que la acompañaría hasta la próxima vez que volviera a verlo. Sabía que, aunque la consulta había terminado, ese encuentro era solo el comienzo de algo mucho más grande. La brisa del atardecer acariciaba su rostro, pero el suave roce de los labios del doctor en su mejilla se mantenía latente, como una marca invisible que ardía bajo la superficie de su piel. A medida que avanzaba hacia su coche, sus pensamientos eran un caos. ¿Qué había sido eso? La consulta había sido puramente profesional, pero el aire entre ellos había estado cargado de algo más. Se apoyó en el coche un momento, cerrando los ojos mientras intentaba ordenar sus pensamientos. Cada paso que había dado hacia la puerta de la clínica, cada palabra que habían intercambiado, cada mirada compartida, todo ahora le parecía cargado de significado. Sentía una mezcla de excitación y ansiedad ante la idea de volver a verlo. Sabía que algo en su vida había cambiado, aunque aún no podía descifrar completamente qué era. Al mismo tiempo, en el consultorio, Nicolás Miranda observaba la puerta por la que Isabella había salido. Sentado en su escritorio, con la bata todavía puesta, no podía apartar de su mente lo que acababa de ocurrir. Era una sensación que no había experimentado en años, quizás nunca. Como ginecólogo, estaba acostumbrado a mantener una distancia profesional estricta con sus pacientes, pero algo en esa consulta había sido distinto, y no podía negarlo, por mucho que lo intentara. Isabella Collen. Su nombre retumbaba en su cabeza mientras repasaba cada detalle de su rostro: sus ojos grandes y expresivos, la manera en que su respiración se había acelerado ligeramente cuando la revisó, y el leve rubor que había teñido sus mejillas. Nicolás, a lo largo de su carrera, había tratado con miles de mujeres, y nunca había cruzado esa barrera emocional con ninguna de ellas. Siempre se había mantenido en control, impecablemente profesional, pero con Isabella algo se había quebrado. Había sentido una conexión, una chispa. Incluso el ligero beso en la mejilla, que había sido casi instintivo, había dejado una huella más profunda de lo que hubiera esperado. Durante los días que siguieron, Nicolás intentó concentrarse en su trabajo. Las consultas, los exámenes, las reuniones. Todo debía seguir su curso normal, pero su mente, sin importar cuánto lo intentara, regresaba una y otra vez a Isabella. Las noches se volvían interminables, su rutina matrimonial lo envolvía, pero incluso en esos momentos familiares, su mente divagaba hacia ella. La pregunta le atormentaba: ¿Qué había en ella que lo hacía sentir así? Era atractiva, claro, pero había algo más allá de lo físico, algo en su presencia que lo desafiaba a mirar más allá de lo que estaba acostumbrado. Los pensamientos de Nicolás se volvieron intrusivos. Recordaba la manera en que sus ojos se habían encontrado durante la consulta, la forma en que había intentado mantener la compostura mientras la revisaba, sabiendo que, por dentro, algo en él se desmoronaba. Era consciente de que no debía permitirse esos pensamientos. Isabella era una paciente. Una línea que nunca debía cruzar. Y, sin embargo, ¿Cómo podía ignorar lo que sentía? Mientras tanto, Isabella también luchaba con sus propios sentimientos. Los días pasaban con una lentitud insoportable, y a pesar de sus intentos.

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