Cap. 5 - UN HALLAZGO INESPERADO
Las máquinas por fin arriban. El socavón comienza a ser examinado.
Pero lo que hallan no es limo, ni rizomas, ni materiales. Es una cruz de madera, enterrada en perspectiva vertical. No tiene mote. Tampoco fecha.
Solo una leyenda tallada a mano: -Aquí reposa lo que no debía regresar. -
Emma lo lee en el periódico. También lo ve en el canal local.
Lo ve en los ojos de su hijo, que pregunta qué significa.
Y nada puede decir, esa cruz no la colocó ella. Y ese mensaje no lo escribió nadie de su lugar.
Porque lo que el socavón reveló, no es solo un cuerpo. Parece más una advertencia. Una estructura de madera, indemne, sin signos de menoscabo.
Tiene forma de tótem, pero no parece pertenecer a ninguna cultura famosa.
Está tallada con insignias que nadie consigue descifrar. Ni los arqueólogos citados por la misma universidad de Ithaca.
Menos aún los ancianos del paraje. Debe ser porque ese hallazgo no corresponde al presente.
Y tal vez, tampoco al pasado.
Será un recordatorio. De que lo enterrado no eternamente es humano.
Y de que The Silence, guarda secretos que ni Emma puede vigilar.
Pero ahora, el pueblo habla de otra cosa. Durante las tareas de relleno del socavón junto al lago, de que la estructura de madera está intacta, con símbolos tallados que nadie entiende.
La Universidad de Cornell, en Ithaca, envió un equipo de arqueólogos y lingüistas. Los símbolos no pertenecen a ninguna lengua destacada. Algunos las asocian con inscripciones precolombinas, otros parecen pictogramas de culturas que nunca habitaron la región. Los expertos no consiguen ponerse de acuerdo. Pero todos coinciden en algo: la estructura no tendría que estar allí.
Emma le muestra los emblemas a Mrs. Betty, y ella se exalta. No habla, pero sus ojos se agrandan, sus manos tiemblan, y vuelve a mirar el papel una y otra vez. Emma nunca la había notado así. La hija la intenta tranquilizar, pero Betty no responde. Emma entiende que esos símbolos no son novedosos, que Betty ya los ha visto anteriormente, y que lo que el socavón ha revelado no es solo un misterio arqueológico… es un recuerdo.
Estos símbolos hallados en la estructura del socavón coinciden con una historia que Emma había oído de Mrs. Betty años antes. Una desaparición que nunca se logró poner en claro. Un hombre que se perdió en el bosque, y que antes de esto tallaba madera con símbolos raros. Betty lo mencionó como quien recuerda una fantasía, y Emma no le dio importancia en aquel momento. Pero ahora, al ver los símbolos, sabe que esa historia no era un cuento. Era un aviso.
Emma empieza a investigar la historia que Betty le narró. Encuentra un cuaderno viejo en su casa, con dibujos semejantes. El hombre que desapareció en el monte tallaba esos símbolos en madera, pero también los dibujaba en las paredes de su hogar. Algunos concuerdan con los del socavón. Emma empieza a sospechar que hay un vínculo entre las desapariciones y esa lengua olvidada. ¿Y si los símbolos no solo refieren algo… sino que invocan?
Un investigador arriba al pueblo
Desde Cornell, llega un joven arqueólogo que no entiende de casualidades. Se llama George, y empieza a inquirir demasiado. Se interesa por Emma, por Betty, por sus historias. Encuentra una concomitancia entre los símbolos y una desaparición ocurrida en 1923, también en Ithaca. Y comienza a sospechar que el socavón no es solo geológico… sino histórico.
George y el hallazgo
El joven no es de Ithaca. Vino por el hallazgo, pero se quedó por el lugar.
The Silence lo atrapa: sus senderos de tierra, las casas bajas, su aire denso.
Recorre la orilla del lago, toma notas, fotografía las alegorías.
Se acerca a Emma, habla con Betty, con otros vecinos.
Y empieza a unir piezas.
Descubre registros de una desaparición en 1923, con símbolos parecidos.
Empieza a sospechar que el socavón no es solo geológico… es algo así como un ritual.
Pero lo que más lo inquieta es Emma. Su forma de hablar. El modo que tiene de mirar el bosque.
George presiente que ella sabe más, y que el lugar, de algún modo, la protege.
No solo busca refutaciones en el socavón, sino que comienza a mirar a Emma con un interés que ella no esperaba. Se enajena con su forma de hablar, con su silencio, con su manera de moverse en el bosque. Y para Emma, más allá del incordio académico, él empieza a parecer una salida. Una posibilidad de escapatoria. No del pueblo, sino de sí misma.
Él la mira demasiado. Le pregunta cosas que nadie se anima a preguntar. La escucha con atención. Y Emma, por vez primera en mucho tiempo, siente que alguien la ve. No como mamá. No como vecina. Sino como mujer. Y aunque sabe que George busca respuestas, ella empieza a pensar en otra clase de escape.
Emma es una mujer hermosa, pero no busca compañía ni amor. Solo busca silencio. Y cuando George la mira con ternura, ella lo observa como se observa a una presa. Porque en aquél paraje, lo que se acerca mucho, desaparece.
La atracción que el investigador siente por la muchacha lo vuelve imprudente a ojos de Emma.
Comienza a fotografiar raíces, calcular corrientes, tomar muestras. Y una tardecita, Emma lo ve desde lejos, parado junto al pozo, con una libreta en la mano. Sabe que ha atravesado un límite.
Hasta que se produce un hallazgo. Encuentra un patrón: los símbolos surgen cada vez que alguien se esfuma.
En 1922, en 1980, en 2016. Siempre cerca del bosque. Siempre en madera. Y en silencio.
Pero lo que lo deja sin aire es una página suelta, cubierta por el barro junto al socavón. ¡Tiene los mismos signos!
George piensa en Emma. En sus ficciones. En sus historias disfrazadas.
Y deduce que ella no solo sabe. Ella impulsa.
Marcha a buscarla. Aunque Emma ya lo vio desde lejos.
La enfrenta. Pero Emma no se perturba. Lo convida a tomar mate.
Le narra otro cuento.
Y George, aunque dudando, se queda.
Porque en The Silence, el que descubre mucho, no siempre desaparece. En ocasiones queda atrapado.