LA VENGANZA DE EMMA

1036 Palabras
LA VENGANZA DE EMMA Sabemos lo que hiciste y no saldrás viva. Esto apareció garabateado en una misiva en la puerta de la casa de Emma. Una frase escrita con tinta negra, sobre papel rugoso, clavada con una espina de acacia. Sin rúbrica, tampoco fecha. Solo esa amenaza, seca como el polvo del camino. Emma no gritó, ni quiso llamar a nadie. Miro con cautela hacia todos lados, la despegó con cuidado, la dobló en cuatro partes, y la guardó en el cajón donde antes dormían las fotos familiares. Porque en aquél bello paraje de Ithaca, las amenazas no se declaran. Se atienden. Hacía tres años de la desaparición de Jimmy, su esposo. Ella llevaba una vida rutinaria y no entendía muy bien quién podía estar detrás de la advertencia. Comienza a dudar de su entorno, de su memoria, incluso de sí misma. ¿Qué hiciste? ¿Quién está al corriente? ¿Y por qué en este momento? Ithaca es un sitio de ensueño, los atajos invitan a ser recorridos, y todos tienen algo que ocultar. ¡Hay tanto silencio! La mudez que pesa más que el viento. Debe estar alerta, Durante todo este tiempo creyó que podía vivir, habiendo olvidado, pero esto… por ahora es solo una nota que atemoriza. Por entonces hubo una investigación, algo informal. No se halló nada Vive sola, en una casa al borde del lago, donde los caminos divergen y los alaridos no llegan. Pues hay una tensión rural que se respira a través de los lugares Y es perpetua. Lo siente cuando anda por atajos que aprendió a descubrir y ya son propios. Porque esa ruralidad oculta miles de historias aún no descubiertas. Aunque para Emma no guardan secretos. Ella sabe hacer las cosas. En noches de tormenta, cuando los caminos se cortan y los perros no ladran Por ahora es solo una nota que atemoriza. Emma, ha llevado a cabo varias muertes. Se ha erigido en la justiciera de aquellos que ejercen violencia femenina. Ella se siente poderosa y pretende seguir vengando. Una historia cada vez. Siempre hay alguien que merece desaparecer por violento. Emma nunca se sintió víctima. Tampoco heroína. Es algo más. Algo que el ciudadano del paraje no sabe nombrar, pero que comienza a temer. Es quién juzga en silencio. Porque cuando se concluye quién merece morir, tarde o temprano alguien puede expresarse. Ha juzgado antes. Siempre varones. Siempre violentos. Siempre con una historia detrás que nadie quiso oír. El que apaleaba a su hermana. El que enterró a su pareja con vida. El que instruía a su hija con la hebilla del cinturón. Cada muerte fue un acto de equidad, según Emma. No por ley. Por convencimiento. Hay un entorno que calla, que acepta, que es cómplice. Los parajes rurales donde existe están llenos de historias jamás contadas. Mujeres que fueron desaparecidas. Niñas que renunciaron a hablar. Vecinas que envejecieron con temor. Y Emma, que lo vio todo, resolvió que no iba a esperar más. Pero en esta ocasión, alguien está al corriente. Alguien que no la estima. Alguien que se atreve a advertirle y hasta detenerla. Y Emma al leer esa nota, no se espanta. Se prepara. Durante mucho tiempo, anduvo como si nada. Pero actualmente, alguno sabe. Y en ese saber ha decidido, no denunciar, sino advertir. Y a ella la entusiasma, sí. Con ése rumor en la boca del estómago que le recuerda a los socavones que tomaba su padre a mucha velocidad. Pura adrenalina. El eterno contraste de ese entorno rural con parajes con nombres que nadie recuerda. Con la bohemia de los cafés que reflejan su espíritu progresista. Galpones abandonados donde se escuchan cosas. Y vecinos que nunca miran a los ojos. Que parecen no verte… Una estación de tren que ya no acoge trenes, pero preserva ecos. Oculto en el corazón de la región de Finger Lakes, el poblado de Ithaca es el diamante de Estados Unidos que fascina a quienes se arriesgan más allá del ruido metropolitano de Nueva York. Este increíble sitio combina el vigor de una ciudad universitaria con lo imperturbable de un paisaje que parece arrancado de un cuento de hadas. Y una iglesia donde el cura no interroga, pero oye demasiado. Emma sabe que también por allí, debe prestar atención. Los argumentos de venta por los cuales compró la propiedad que habita, bosques frondosos, elevadas cascadas y muchos cañones, hoy la protegen sin saberlo. Porque ella no solo sobrevivió a la violencia: la convirtió en misión. La ruralidad la hizo libre. Senderos recónditos, bosques espesos como los de Ithaca, la preservan. Y en cada rincón del paraje, hay hombres que le deberían temer. Emma no se detiene, no desea hacerlo. La nota no logra paralizarla. La despierta. Sabe que debe ser mesurada, pero nunca dejar de imponer justicia. Hay sendas que solo ella conoce. Una la lleva a un claro, donde el sol apenas se cuela. Allí oye a un joven insultar a su madre. No le pega, pero lo que le dice es peor que un golpe. Nunca los ha visto. Emma no intercede. No aún. Observa. Memoriza. El desencuentro es brutal. Un joven vicioso y su madre. Él le exige un dinero que ella no tiene, y las imprecaciones que salen de su boca son como cuchillos. -Sos una carga, vieja inservible-, vocifera. - ¿Para qué vivís si no podés darme nada? -. No hay golpes, pero las palabras hieren más. Emma, oculta entre los árboles, no actúa de inmediato. Lo sigue durante días, anotando sus hábitos: dónde se oculta a fumar, con quién se junta, a qué hora vuelve. Cada vez que lo oye humillar a su madre, más se decide. -Ojalá te mueras y me dejes en paz-, le oye decir una tarde. Esa noche, lo espera en el galpón abandonado donde él suele esconder lo que hurta. Cuando entra, él obnubilado, se sorprende. No hay gritos. Solo una cuerda, una pala, y el silencio del bosque. Al alba, el joven ya no está. Y en el poblado, nadie parece conocerlo. Nadie lo reclama. Pero de nuevo hay una madre que llora por ausencia, porque en aquél sitio, la justicia no llega por ley. Llega por ella.
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