Con cada búsqueda, con cada llamada, Annika se siente un poco más fuerte. No es la niña que una vez necesitó la guía de su padre. Es una mujer fuerte, capaz y decidida. Y no dejará que nada ni nadie le quite eso. —Mi niña, está despierta. —la voz de Elena se deja oír. —Sí, entra, por favor. —Es que su madre la manda a llamar. —¿Cómo se siente hoy? —Mejor, quiere hablar con usted. —Solamente me lavaré el rostro, dile que ya llego. —Tómese su tiempo. Annika se apresura al baño, su refugio personal en medio del caos. Enciende el grifo y el agua fría corre por sus manos antes de salpicar su rostro. El jabón limpia su piel, pero no puede lavar la tristeza que se ha instalado en su corazón. Mira su reflejo en el espejo y apenas reconoce a la mujer que la mira de vuelta. Su rostro, una ve

