Annika llega a su hogar, un santuario de tranquilidad que ahora parece estar lleno de tormentas internas. Llena de esperanzas y pensamientos positivos, entra a su habitación, un refugio personal que ahora se siente como un campo de batalla. Se mira al espejo, sus ojos están llorosos, reflejando el dolor de no poder ver a su madre en tal situación. De repente, la puerta se abre de golpe. Úrsula entra rápidamente a la habitación sin ni siquiera tocar la puerta y la cierra con un estruendo. Sin previo aviso, le da una cachetada a Annika. —¿Qué te pasa? —pregunta Annika, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y confusión. —Te devuelvo lo que me has dado —responde Úrsula, su voz llena de ira y resentimiento. —Te lo merecías, ¿cómo puedes ser amiga de la amante de nuestro padre? Nuestra

