La noche en la gala había terminado con el tipo de intensidad que deja el corazón latiendo demasiado rápido y el cerebro hecho un caos. No podía dormir, y mientras daba vueltas en mi cama, cada segundo del encuentro con Alejandro se repetía en mi mente. Su mirada desafiante, el beso que habíamos compartido... Todo había sido una locura. Y lo peor era que, aunque no quería admitirlo, había algo en esa locura que me atraía profundamente. A la mañana siguiente, traté de comportarme como si nada hubiera pasado. Tomé una ducha larga, me vestí con mi atuendo más profesional, y me prometí a mí misma que mantendría la distancia con Alejandro. Había una línea entre nosotros, una línea que no podíamos cruzar sin poner en riesgo mucho más que nuestros propios sentimientos. Así que decidí que evitarí

