12. El precio de jugar con fuego.

1312 Palabras

Después de ese beso que parecía haber cambiado las reglas del juego, el día en la oficina se volvió una mezcla de tensión y deseo contenido. Alejandro y yo compartimos miradas furtivas, pequeños roces que decían más que cualquier palabra. Sin embargo, ambos sabíamos que debíamos mantener las apariencias, y mientras trataba de concentrarme en mi trabajo, me invadía la certeza de que estaba entrando en una vorágine que podría devorarme entera. Al final de la jornada, recibí un mensaje de Alejandro en mi celular: "Cena esta noche. Pásame a buscar a las 8. Ponte algo que me haga olvidar mi nombre." Sonreí. La forma en que Alejandro daba órdenes era irritante, pero al mismo tiempo… ¡cómo me fascinaba! Sabía que debería resistirme, que este juego era peligroso, pero no podía evitar querer jug

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