La noche se empieza a asomar, la luna es su fiel confidente regalándole su luz plateada. Se encuentra sumergido en sus pensamientos mientras afila y limpiaba sus herramientas, las mismas que emplean para llevar a cabo sus crímenes. De repente suena su alarma personal; el sonido es ensordecedor y hace un eco misterioso por todo el lugar. Marcaba la hora exacta de su nuevo pasatiempo: vigilar a la que sería su próxima víctima. De todas las que coleccionaba y las que estaban por venir, ella era su favorita, pero todavía no había llegado su turno: la dejaría ser la última, su postre.
Tranquilamente se dirige hacia su pequeño escritorio, el que usa para trazar rutas y ordenar los planes que van a marcar su siguiente paso. Saca del fondo de un pequeño cajón un diario de color n***o y sonríe; por alguna extraña razón le provocaba satisfacción. En él se encuentran todos sus trofeos y una descripción de lo que ha hecho para conseguirlos.
Abre el pequeño cuadernillo y empieza a hojear cada página mostrando una sonrisa desagradable. Se seca los restos de saliva que se derraman por su boca y se detiene al llegar a la página en la que se encuentra la foto y los datos de Marlene Miller. Recuerda cada detalle desde que empezó a vigilarla cada noche. Había seguido sus pasos muy de cerca, lo había investigado todo sobre ella sin que se le escapara ningún detalle.
Cierra los ojos mientras coge su foto y respira profundamente. Recuerda el momento en el que le estaba quitando la vida. Ella no había abierto los ojos como hecho las otras víctimas, solo había derramado una lagrima. Él sabía a quién iba dirigida, pero no había sentido ningún remordimiento, al contrario, al sentir su corazón entre sus manos, se había apoderado de él una sed insaciable por la sangre.
Cierra su diario al tiempo que se rasca la barbilla con tanta calma que hasta él se desespera. Se dirige a su cama y se recuesta pensando en cómo había empezado toda esa locura. Le gusta ser así, no siente remordimiento alguno, ni dolor; no conoce la compasión o el amor. Aún así por las noches suele tener pesadillas en las que aquellas mujeres lo visitan para torturarlo.
Cada vez que lo hacen siente que le falta el aire poco a poco, pero no tiene miedo. Escucha sus gritos internos. Cada una había sido especial y por ello conserva su corazón: lo más puro que tenían. Es un símbolo de amor. Aquellos corazones guardan sus más profundos secretos, sus emociones, sus vivencias, y él puede saborear cada detalle cuando ve la sangre derramarse entre sus manos al sostenerlo.
Había valido la pena presenciar su último aliento de vida; deberían estar agradecidas con él. En sus sueños algunas vienen acompañadas de desastres naturales, otras intentan ahogarlo en mares, otras más lo ahorcan en bosques oscuros y otras lo destrozan, pero solo una de ellas no lo atormenta: la mujer de cabello rojo sangre. Solo lo sigue y observa. No olvida su rostro de tranquilidad.
Ese pensamiento hace que se levante rápidamente y empiece a preparar sus cosas. Desea tener su corazón y para ello se prepara para salir de su escondite secreto, donde pasa la mayor parte del tiempo.
Todas las noches, después de revisar cuidadosamente sus planes y estrategias, se dedica a pensar en ella. Exclusivamente en su corazón, lo demás no le importa, pero sabe que tiene que esperar; no quiere encontrarse en su camino con el padre de la chica.
Se viste con unos vaqueros negros, con su fiel gabardina negra, y con la máscara plateada que oculta su rostro por completo; Se calza sus botas de cazador y se coloca su sombrero n***o.
Sabe perfectamente dónde encontrarla, solo necesita unos días más. Él se considera un ladrón de pecados, y escondido entre aquella oscuridad aguarda el momento exacto, el que está a punto de ocurrir.