La limusina se detuvo frente al hotel más lujoso de Nueva York, donde la junta directiva celebraba su gala anual. Los flashes de las cámaras ya iluminaban la alfombra roja como un relámpago constante.
Harper miró por la ventanilla y soltó un suspiro resignado.
—Supongo que esto es obra de tu abuela… otra vez.
Liam esbozó una sonrisa tensa.
—Ella cree que las apariencias lo son todo. Y, lamentablemente, esta noche… lo son.
Cuando el chofer abrió la puerta, Liam fue el primero en salir. El bullicio se intensificó en cuanto tomó la mano de Harper para ayudarla a bajar. Ella lo miró de reojo, como si dudara si aceptar el gesto, pero finalmente lo hizo.
—Sonríe —susurró él—. Aunque quieras matarme.
—Eso puedo hacerlo al mismo tiempo —respondió ella con una mueca que, ante las cámaras, pa
