ALEXIA.
La alarma suena y le pego un manotazo para apagarla. No puedo creer que ya sean las siete de la mañana. Las responsabilidades llaman.
Me levanto, a regañadientes, sentándome en la cama mientras estiro los brazos para espabilarme. Acto seguido me doy una ducha para poder arrancar el día. Miro mi cara en el reflejo del espejo. Mis enormes ojos grises están adornados por unas delicadas marcas de ojeras. Genial. Intento alisar un poco el cabello para que no luzca tan desordenado. Pero no lo logro, así que lo ato en un moño para contenerlo.
Bajo corriendo las escaleras y saludo a mi abuelo con un enérgico beso en la mejilla. Me está esperando con el desayuno, como de costumbre.
- ¡Buen día abuelo! -lo saludo sonriendo.
- Buen día mi niña. Siéntate a desayunar, por favor -me replica.
- Con mucho gusto.
Desayunamos en silencio, disfrutando la compañia del otro. Siempre ha sido así con él, desde que era pequeña.
Vivimos en una casa apartada del centro de la ciudad y de la manada, simplemente para conservar la privacidad y tranquilidad que poseemos. El consejo le pidió a mi abuelo, en varias ocasiones, que considerará ir a vivir a la mansión con la manada. Pero él simplemente rechazó la oferta alegando que no dejaría a su única nieta sola en las lejanías del pueblo. Y, definitivamente, ni de broma me mudaría a ese lugar.
- ¿Tienes entrenamiento hoy? -pregunta Genesio, sacándome de mis pensamientos.
- Si, de hecho tengo que pasar a buscar a Karlos luego del trabajo.
- Bien, me concentraré en lo mío entonces. Hay reunión con el Consejo, así que no me esperes temprano -me advierte sonriendo.
- Ok, no hay problema. No te espero para comer entonces -resumo.
Se levanta de su silla pensativo, mientras acerca su taza vacia a la cocina.
- Tu y ese muchacho Karlos son muy unidos -me dice, como si hubiera revelado un pensamiento en voz alta.
- Pues si, es mi mejor amigo. Lo conoces desde niño -le contesto. ¿Cuál es el punto de esta observación?
- Que lástima que la Diosa Luna no los destinó como compañeros -acota con pena. Dudo un segundo ante su comentario. Podría jurar que esta conversación ya la habíamos tenido en otra oportunidad.
Me levanto y lo alcanzo en dos pasos. Tomo sus manos, para reconfortarlo un poco.
- No te preocupes abuelo, ya aparecerá mi mate. Es cuestión de tiempo -quiero darle un poco de ánimo. - Y de fé-le guiño un ojo.
Lanza una pequeña risa y me relajo un poco.
- Lo tendré en cuenta entonces.
- Me iré a trabajar antes de que sigas avergonzandome con esos comentarios -me burlo de él, para romper un poco la tensión que se siente en el ambiente.
Tomó mi campera y mi bolso, y me acerco a mi abuelo para saludarlo con un beso.
- Intenta no renegar tanto con los viejos del consejo -le digo en voz baja.
Suspira frunciendo un poco el ceño. - Haré lo mejor que pueda, pero no te prometo nada.
- ¡Adiós abuelo, nos vemos a la noche! -y salgo por la puerta, sin llegar a escuchar su respuesta.
Me subo al coche y manejo a través de la neblina de la ciudad, con rumbo al centro.
Mi abuelo todavía se sigue preocupando de que aún no haya encontrado a mi mate. A mi, en cambio, dejó de preocuparme hace mucho. Pero tiene miedo de que algún día, cuando él ya no esté, yo me quede sola. O que enloquezca y quiera rechazar mi naturaleza lycan.
Cuando la transformación ocurre, al rededor de los 15 o 16 años, uno espera con ansias hallar a su alma gemela. Cosa que ocurre habitualmente dentro de la misma manada. Muy raros son aquellos casos donde el mate pertenezca a otra manada, y pocos o escasos aquellos donde sea un humano. Y, cuenta la leyenda, que existen lycans que no pudieron encontrar a su mate, descartando así su lado licantropo. Y cuando uno niega su naturaleza, por la razón que fuere, la Diosa Luna te castiga con la maldición del Hombre Lobo; transformándote en cada luna llena, y perdiendo el control de ti mismo y cualquier capacidad para razonar.
Así cuenta la leyenda. O por lo menos, es lo que nuestros ancestros nos contaban para que ninguno nunca quisiera rechazar su lado licantropo.
Cuando ocurrió mi transformación, a la edad de 15 años, me emocioné con la idea de encontrar a mi mate. Recorrí la manada entera, deseando encontrarlo. Sin resultado alguno. También recorrí algunos pueblos cercanos, con la esperanza de que mi compañero perteneciera a otra manada o incluso pudiera ser algún humano. Pero simplemente no lo encontré. Entonces dejé de buscar. Durante algún tiempo me enojé, creyendo que la Diosa Luna sólo me estaba castigando. Luego simplemente lo acepté, y comencé a vivir con aquella realidad, esperando algún día poder encontrarlo.
~
Llego a la cafetería pasadas las ocho y media de la mañana. Mi jefa, Amira, me observa con cara de pocos amigos.
- Son sólo cinco minutos de retraso -levanto las manos en señal de tregua.
- Aun así llegas tarde -contraataca. - Pedido en la mesa tres, y hay que limpiar la mesa cinco. Al parecer un niño estaba descompuesto y vómito sobre la mesa.
Genial.
Y así son todos mis días, dentro de este pequeño lugar. Por lo menos uno nunca se aburre.
Me acerco al área del baño para poder ponerme mi uniforme. En el camino saludo a algunas de mis compañeras. Siento que vibra mi celular dentro del pantalón y lo saco para ver de que se trata. Es un mensaje de Karlos.
Más te vale que a las cinco en punto estés acá. Y no te lo digo como tu amigo, te lo digo como Beta.
Ok, ¿y a este qué le picó? Me río mientras tecleo la respuesta.
¿Cuándo me has visto llegar impuntual?
- ¿Te perdiste en el camino Alexia? -me grita Amira desde la recepción. Suele ser bastante odiosa.
Guardo el celular y me apresuro a cambiarme para poder empezar mi turno.
~
Cuatro y media de la tarde termina mi turno y me cambio para ir a buscar a Karlos. No me gusta la idea de tener que acercarme a la mansión, pero le prometí que hoy pasaría a buscarlo ya que su auto está averiado.
Estaciono alejada de la entrada, para evitar ser vista. Poco quisiera tener que cruzarme con alguno de los ancianos.
¿Sales o qué? Envejezco esperándote -me burló en un mensaje.
Sabes que eso es técnicamente imposible, ¿verdad? -me responde enseguida, con sus aires de sabiondo.
En cuestión de segundos lo tengo parado al lado del coche, golpeando la ventana del acompañante con los nudillos.
- Espero que puedas pagarme esa ventana si la rompes -le digo mientras abro la puerta para que suba.
- No le pasará nada a tu preciosa ventana -se defiende. -¿Qué tal tu día?
- La misma bazofia de siempre. ¿El tuyo? -le pregunto encarando el camino hacia el campo de entrenamiento.
- Relativamente tranquilo -responde haciendo una mueca. Si no lo conociera bien diría diría algo está omitiendo.
- ¿Por qué tengo el leve presentimiento de que algo no me estas diciendo? -lo acusó.
Me mira de reojo divertido.
- A veces no sé si es por tu naturaleza lycan o simplemente tu instinto femenino, pero juro que das miedo mujer -pongo mala cara a su acusación y él estalla en carcajadas.
- Ya, dime -lo presiono. Sé que quiere contarme, pero a veces lo tiene prohibido por la cadena de mando.
- ¡Uf! -resopla. -Parece que la manada Akela, del Norte, van a pedirnos asilo. Sufrieron un ataque anoche y tuvieron muchos destrozos y bajas.
Mi corazón sufre un apretón por lo que me comenta. Imaginar tantas vidas inocentes perdidas, duele.
- ¿Y el Consejo qué dice? -pregunto curiosa.
- Aun no se sabe, estaban en reunión deliberando -no suena convencido de su respuesta, más bien parece preocupado.
- Oye, no sé qué te preocupa tanto. Pero sea lo que sea, podremos resolverlo o enfrentarlo. Tenemos los mejores guerreros de la costa Sur -intento darle un poco de tranquilidad a través de mis palabras.
Esboza una sonrisa, pero no llega a su mirada.
- Lo sé, tranquila.
Estaciono el vehículo y nos bajamos para poder llegar a tiempo al entrenamiento.
- Sabes, dicen que el alfa de la manada Akela es bien parecido, aunque tiene un carácter de perros y no deja que nadie se le acerque -comenta como quien no quiere la cosa.
Enarco una ceja. ¿A qué apunta ese comentario?
- A lo mejor encuentras a tu mate en esta manada -se está burlando de mi.
- ¡Ah no! ¿Tu también? -le digo ofendida.
Entiendo que se preocupen por mi, pero de ahí a que ya quieran emparejarme con cualquiera. Definitivamente no.
- Ya veo. Don Genesio, ¿no?
- ¿Quién más si no? -me abruman estos dos.
A medida que nos acercamos, vemos a los gammas dispersos en diferentes grupos, esperando comenzar el entrenamiento.
- Bueno se acabó la cháchara. Ya ve a cambiarte -ordena, en su rol de superior.
- Enseguida Beta -le hago un saludo estilo militar, a lo que me responde con una carcajada.
Corro al área de vestuarios para colocarme la ropa de entrenamiento. Mientras me cambio no puedo evitar tener un sentimiento. Las palabras de Karlos rebotan en mi mente, dando vueltas y dejándome intranquila. Manada Akela. Alfa bien parecido pero con un humor de perros. Un escalofrío recorre mi espalda. Sacudo la cabeza descartando esos pensamientos. Es sólo una manda más, ¿o no?
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Comentario del Autor
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