Capítulo 2

1587 Palabras
ALEXIA. Pasaron tres días y la noticia de los nuevos visitantes se extendió por toda la manada, creando diversidad de comentarios. Desde enojo y recelo por parte de los machos, hasta el suspiro de las hembras. Y el que no está para nada contento es el alfa Dante. Tener otro macho alfa dando vueltas podría llegar a confundir y crear conflictos. El consejo de Ancianos lo deliberó durante muchas horas, y si bien al principio no querían aceptar, no pudieron negar el asilo a gente de nuestra misma naturaleza. Según la información que pude rescatar de mi abuelo, y la confirmación de Karlos, nuestros nuevos huéspedes estarán llegando el día de mañana. Y su estadía será sin plazo definido. Genial. De mi parte, no estoy emocionada por la idea de tener gente nueva dando vueltas por el pueblo. Pero una sensación rara se amontona en mi pecho cada vez que pienso en eso. Llamenlo intuición, sentido lycan, o como quieran, pero ese sentimiento no desaparece de mi. Y estos últimos días he estado más inquieta que lo habitual. - ¿Segura que te sientes bien? -pregunta Karlos. Se encuentra sentado a mi lado, amarrandose los cordones de sus deportivas. - Quizás deberías faltar al patrullaje. Alguien más podría encargarse. - No seas idiota. Sabes que soy la mejor en lo que hago -le contesto, alardeando de mi habilidad. - Estoy bien, de verdad. Los ancianos quisieron reforzar la seguridad en el pueblo, por lo que pusieron más turnos de patrullaje nocturno. Normalmente, los gamma somos los que nos encargamos del patrullaje, rastreo o caza, pero han sumado a algunos deltas y Omegas a la tarea. Me han tocado turnos cada dos noches, lo que me ha dejado exhausta. Saludo a Karlos mientras me alejo en dirección al bosques, al área que se me encargó patrullar. Una vez que verifico que nadie se encuentra a mi alrededor, me desprendo de mi ropa y dejo salir a mi loba. Mi piel se estira y mis huesos cambian de forma, dejando paso a un pelaje castaño cobrizo. Escondo mi esencia para que nadie pueda identificarme. Es algo habitual que suelo hacer para no ser detectada y pasar desapercibida. Empiezo a recorrer los límites del bosque, en busca de algo fuera de lo normal, pero todo se encuentra tranquilo. Puedo escuchar el movimiento de las hojas a causa de la ligera brisa otoñal, las pisadas de algunos animales a la distancia, incluso puedo identificar a algunos de mis compañeros en su tarea. La noche está claramente despejada, dejando ver un cielo estrellado realmente hermoso. Me acerco al claro donde se encuentra un pequeño lago, para descansar un momento. La brisa empieza a sentirse más a medida que van pasando las horas. El crujido de una rama me saca abruptamente de mis pensamientos. Me giro buscando el lugar de donde provino el ruido, y me encuentro con unos enormes ojos color ambar que me están observando minuciosamente. ¿Cómo no lo percibí antes? El pelaje del lobo es n***o, oscuro como la noche misma. Si no fuera por sus destacables ojos amarillos quizás hubiera pasado inadvertido. Me doy cuenta de que también está ocultando se esencia. Inteligente. Por la altura y porte del lobo, debe tratarse de un beta o incluso un alfa. Él se encuentra del otro lado del lago, a varios metros de distancia. Me giro para quedar completamente de frente, sentándome sobre mis patas traseras. Un claro mensaje de que no me importa quien sea, no va a intimidarme. Bufa, visiblemente molesto. Me sostiene la mirada, desafiandome. Un escalofrío recorre mi columna vertebral. Lejos de querer salir corriendo en la dirección contraria, un impulso me hace querer acercarme, olerlo, identificarlo. Le sostengo la mirada, comprobando que al parecer sus pensamientos siguen la línea de los míos, queriendo acercarse a mi. Doy unos pasos en su dirección, rodeando el lago, acortando la distancia entre los dos. Él copia mi acción, por lo que sólo nos separan unos pies de distancia. A simple vista, podría alarmar a cualquiera. La palabra "peligro" está en todo el aire que lo rodea, y cualquiera saldría corriendo. Una extraña sensación crece en mi pecho, aumentando mi curiosidad. Nuestras miradas no se despegan, estudiandonos el uno al otro. A lo lejos, un ligero trote capta mi atención, haciendo desviar mi vista al lugar del sonido. Sabiendo que se trata de algún compañero mío, me alarmo y vuelvo mi atención al lobo n***o. Pero ya no se encuentra allí. Ni un sólo rastro queda de él, ni su aroma se distingue. Si no me hubiera acercado, podría pensar que se trataba de alguna alucinación debido al cansancio y el estrés. ¿Qué estás haciendo aquí? Me sobresalto al escuchar la voz de Karlos a través del vínculo. Me volteo y lo tengo pegado a mi, con su imponente pelaje marrón. ¿Qué diablos? Sólo estaba descansando un poco. Me excuso, pero sé que no me cree. Me conoce bien. ¿Qué pasó? Esquivo el tema, para que no me pregunte. El patrullaje termino, están llamando a todos para que regresen. Wow. Ni cuenta me di de que ya había pasado tanto tiempo. Adelantate, voy atrás tuyo. Me mira desconfiado, se que no se fía de que esté bien. Y, para ser sincera, a esta altura ni yo misma me fío. Karlos se pierde en la oscuridad del bosque y yo le echo una última mirada al lugar donde momentos antes se encontraba aquel imponente lobo n***o. Con un suspiro de resignación emprendo la vuelta al pueblo. Volviendo a mi forma humana y ubicando mi ropa, me uno al grupo que ya esta de regreso. Distingo a Karlos, que ya se encuentra transformado en su forma humana, en compañía del alfa Dante. - Grupo, formense -ordena el alfa. Rápidamente, las 15 personas que estábamos, formamos una fila recta. - Reportes -pide Dante. - Nada en la frontera Sur, alfa -indica Kay. - Nada en la frontera Oeste -informa Amelia. - Nada en la frontera Norte -confirmo. El cuero cabelludo empieza a picarme, porque sé que estoy mintiendo. Pero algo me dice que lo que sucedió hoy debo guardarlo sólo para mi. - Entendido. Por favor no bajen la guardia, y cualquier cosa fuera de lugar nos hacen saber. Pueden retirarse -sentencia el alfa. Karlos me da una última mirada y se retira junto con Dante. La gente empieza a dispersarse, tomando diferentes direcciones. Me subo a mi coche y vacilo por un segundo. Todavía distingo una sensación de hormigueo que recorre todo mi cuerpo. Aquellos ojos color ámbar vuelven a mi memoria. ¿Quién era y por qué estaba aquí? Siento a mi loba inquieta, curiosa. Sacudo la cabeza, eliminando esos pensamientos, y me pongo en marcha para volver a casa. ~ Mi abuelo me está esperando cuando llego a la casa. Sentado a la mesa con la cena recién hecha, me saluda en cuanto entro. - Llegas en el momento justo -me dice, mientras me sirve un plato de comida. - Huele delicioso -exclamo. Dejo mis cosas a un costado y me siento a comer con él. - ¿Qué tal el patrullaje? -pregunta. Dudo un segundo, pero decido no contarle. Sé que enseguida lo informaría al consejo, y se armaría todo un revuelo. - Una noche tranquila, ninguna novedad -intento sonar convencida, para que no se de cuenta de mi mentira. - Mañana será un día agitado -le guiño un ojo, burlandome. - Ni que lo digas -se le nota el cansancio en la voz. Han estado trabajando todos estos días, tratando de dejar todo en condiciones para la llegada de la otra manada. - ¿Y que pasará luego abuelo? Cuando lleguen -consulto intrigada. Realmente no sé qué sigue después de que lleguen. No tienen un plazo de tiempo definido para quedarse, eso significa que ¿podrían unirse las manadas? - No lo sé -me contesta, y sé que esta siendo sincero. - Hay que ver cómo reaccionan todos, y tengo entendido que el alfa Dante solicitó una reunión personal con el alfa Aiden para saber cuánto tiempo se estarán quedando -me cuenta. Con que Aiden es el nombre del alfa. Lindo nombre. ¿Qué? ¿Es enserio Alexia? - Hoy estuvo el alfa en el patrullaje -cambio de rumbo la conversación. - Está preocupado por la seguridad de su gente. Quienes le provocaron tanto daño a la manada Akena podrían llegar hasta aquí -sentencia mientras se lleva un bocadillo a la boca. Un escalofrío recorre mi espalda. Sé pelear, y he tenido algunos combates. Pero nunca me he enfrentado a una verdadera amenaza. Genesio nota mi tensión y me da un suave apretón de mano. - No hay nada de que preocuparse mi niña. Tu tranquila -intenta calmarme con sus suaves palabras. El resto de la cena hablamos sobre mi trabajo, algunos libros que él está leyendo e incluso del clima. - Estaba exquisito abuelo, muchas gracias -le agradezco levantando los platos de la mesa. -Me iré a dormir que mañana me toca temprano en la cafetería. - Dulce sueños querida -me despido dándole un beso en la mejilla y subo a mi habitación. Habiéndome ya puesto el pijama, me acuesto y apago la luz, tratando de conciliar el sueño. Pero no puedo. Algo no me deja. Aquellos ojos ámbar vuelven a mi y la sensación de hormigueo aparece nuevamente. La necesidad de averiguar más sobre aquel lobo me deja intranquila, y no pego un ojo en toda la noche.
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