¿Cómo debía de actuar? ¿Qué debía de hacer?
Miro mi apariencia frente al espejo que hay en la habitación, llevaba puesto un short de hombre y una enorme camiseta roja, por curiosidad, acerco mi nariz a la tela, tratando de sentir su olor, pero lo único que llega a mis fosas nasales, es el aroma del suavizante mezclado con detergente, probablemente uno muy barato. ¡Iuck!
Quito la venda de mi cabeza y trato de alejar mi cabello para ver si he sufrido alguna herida, en cuanto termino de quitarla, siento de inmediato que el lado derecho punza más, de inmediato, alejo mi cabello, tratando de ver si tengo alguna herida, mi piel se eriza a la vez de que pego un grito de horror al ver que tengo una sutura.
Retrocedo de forma desesperada, hasta que al final me detengo al dar con un cuerpo enorme y bastante firme, doy un respingo a la vez de que me giro con rapidez, encontrándome de frente con un enorme par de ojos verdes bastante llamativos. Una petulante sonrisa se abre paso en aquellos carnosos labios, a la vez de que levanta una ceja con notoria arrogancia.
—¿Qué? ¿acaso la princesa se ha topado con una cucaracha? —pregunta de forma burlesca al cruzar los brazos a la altura de su pecho.
—¿Hay de esas aquí? —contesto horrorizada, mientras me dedico a ver a mi alrededor.
—Muchísimas, de diversos tamaños y colores, voladoras y terrestres, algunas incluso, si te descuidas, llegan a comerte la yema de los dedos cuando duermes.
Comienzo a hacer arcadas, a la vez de que corro hacia la ventana para abrirla y recibir aire fresco. Quiero llorar, quiero gritar, incluso quiero saltar por la ventana para terminar con esta puta vida llena de animales e insectos, incluyendo a ese estúpido barbudo que no deja de burlarse de mí.
—Necesito salir de aquí, ¿Cómo carajos salgo de aquí? —le pregunto al voltear a mirarlo otra vez.
—A cada mes voy a la ciudad a traer suministros para la granja, sobrevive ese tiempo, princesa, y con gusto te dejaré ahí.
—¡Deja de llamarme princesa!
—Si es que pareces una —dice al volver a reír a la vez de que me mira de arriba abajo con gran descaro, sin siquiera tratar de disimular—, hasta le tienes miedo a las cucarachas.
—¿Qué me pasó aquí? —pregunto al final, ignorando su notorio escrutinio, a la vez de que trato de alejar mi cabello oscuro para que él vea la herida.
—Supongo que una rama te rompió cuando decidiste tu lugar de aterrizaje, yo te cosí para que no te desangraras, fin del cuento, nada importante.
Llevo ambas manos hasta mi cabeza, dándome cuenta de algo, ni siquiera había preguntado qué día era hoy. La cabeza me dolía, pero no de forma exagerada, por lo que, suponía que esa sutura no la había hecho ayer. ¿Era posible que estuve dormida algunos días y por eso el dolor no era tan exagerado?
—¿Qué día es hoy? —pregunto al volver a mirarlo.
—Diciembre veintitrés.
—¡Me estás jodiendo!
—Claro que sí —dice al poner los ojos en blanco—, solo dormiste un par de días, es treinta de octubre.
—Idiota —musito al resoplar con amargura.
Él mira a su alrededor con gran curiosidad, en cuanto su mirada se detiene en su cama, una mueca se forma en sus labios a la vez de que chasquea la lengua y niega con la cabeza.
—¿Qué ni siquiera puedes tender las cobijas? Deberías de ser más agradecida y al menos tener mi habitación ordenada.
—Jamás he tenido la necesidad de tender una puta cama, mucho menos suelo ser el tipo de persona que obedece las órdenes de granjeritos sucios y olorosos a sudor como tú.
Cruza sus brazos a la altura de su pecho mientras descansa todo su peso en un solo pie, enarca una ceja, a la vez de que una sonrisa retadora se forma en sus labios.
—No sé de qué castillo has salido, princesa, pero me temo que aquí las cosas se hacen de diferente forma —señala al chasquear la lengua—, o trabajas, o no comes, así de simple.
—¿Trabajar? —hago una mueca a la vez de que pongo los ojos en blanco—, ¿acaso pretendes que me ponga a alimentar cerdos y bañar las gallinas?
—Como se ve que no tienes ni puta idea de lo que es la vida en este sitio —dice al negar.
—Ni tampoco me interesa.
—Malas noticias, o aprendes, o no sobrevives —él me guiña un ojo, mientras retrocede hasta la puerta.
—¿Qué no sabes quién soy? ¡Soy Brooke Thompson! ¡Mejor actriz por dos años consecutivos! ¡Tengo dos premios oscar en mi casa en Los Ángeles!
—¿Y tú sabes quién soy yo? —repone al imitar mi postura—, ¡Soy Noah Murphy, ganador del premio a mejor cría de cerdos de todo Hilde! ¡Dueño de la granja Murphy desde hace cinco años! —todo aquello lo dice sin dejar de sonreír, ¡el muy maldito estaba disfrutando aquello!—, en pocas palabras, no me importa quién eres, princesa. Aquí en cuanto te recuperes, tendrás que ayudar en las labores hasta que logres regresar a tu mundo, de lo contrario, no podrás quedarte aquí por mucho tiempo —señala al mirarme otra vez de arriba abajo—, no creas que pretendo mantener y consentir a una niña mimada como tú —vuelve a girarse, con la intención de salir de la habitación, pero, vuelve a mirarme sobre su hombro, haciéndome un gesto con la barbilla—, que mi habitación quede ordenada antes de que te pases a la habitación de invitados —manda para terminar por irse.
—Maldito seas, maldito seas, maldito seas —gruño en repetidas ocasiones a la vez de que camino para tirarme a la cama.
¿Cómo mierdas iba a hacer para salir de ese lugar? j***r, alguien tenía que tener algún teléfono. Necesitaba comunicarme con Esteban para que viniera por mí, de lo contrario, si me quedaba en esa puta granja, iba a terminar muerta. ¡Puta vida! ¿acaso ese loco en serio pretendía ponerme a trabajar con los asquerosos cerdos?
Tallo mi rostro con ambas manos, tratando de controlarme. Nadie se había atrevido a hablarme de aquella manera, por lo general, estaba acostumbrada a que todos hicieran mi voluntad, nadie me retaba o simplemente se quedaban sin trabajo o los mandaba a la mierda… ¡maldita sea! ¡ese puto granjero no iba a conseguir dominarme a como pretendía hacerlo!
Me quedo en la habitación durante toda la mañana, hasta que al final, mi estómago comienza a picar del hambre, obligándome a salir de aquel lugar.
Camino con cautela a través de un largo pasillo, hasta que llego a unas escaleras también de madera. Aquella casa era horrible, ni parecida a todo lo que estaba acostumbrada. Las paredes estaban desgastadas, al punto que ni siquiera quería imaginar lo que se sentiría estar dentro de esa casa en pleno invierno, j***r, ni siquiera tenía calefactor. El piso superior, de tablas… ¡ni siquiera sabía que aún existían aquel tipo de pisos!
En cuanto llego abajo, trato de adivinar cuál de todas aquellas puertas a la cocina, al final, unas suaves voces provenientes del costado izquierdo de la sala, me hace creer que es ahí.
Me dirijo hacia ese sitio, rogando para que ese tipo no estuviese ahí. Tan solo había cruzado unas cuantas palabras con él, y con eso me bastaba para saber que me caía re mal; jamás había conocido a un hombre tan insolente e insoportable como él.
—¡Oh! Brooke, ¡que bueno que has decidido a bajar!
La vieja mujer se gira, sosteniendo un par de cucharas en sus manos, mientras que su adorado nieto, está sentado frente a la isla de la cocina, de espaldas a mí mientras mueve una cuchara dentro de una taza, en lo que suponía que era café.
—Huele bien —comento al apoyarme en la puerta—, ¿puedo comer algo? —le pido, tratando de ser amable con aquella mujer, la cual parecía ser la única persona decente en ese lugar.
—Por supuesto, cariño, siéntate al lado de Noah, en seguida te sirvo el almuerzo.
Frunzo los labios a la vez de que asiento con la cabeza.
Me sentía extraña, a decir verdad, sí me sentía como si estuviese en otro mundo, un mundo donde no tenía nada. Ni ropa, ni zapatos, ni un solo cigarro para calmar la ansiedad… ni un puto dólar para comprar algo que pueda servirme. j***r, tenía una ropa horrible que no era mía, estaba lejos de la civilización, ¿Cómo carajos iba a conseguir volver a mi vida?
—¿Qué? ¿Has ordenado mi habitación ya? —interroga el barbudo en cuanto me siento a su lado.
—Noah —advierte la abuela al mirarlo sobre su hombro.
—Ya déjalo, abuela, que tal parece que el pobre tonto solo quiere tener un poco de protagonismo —digo al mirarlo a la vez de que le dedico una sonrisa llena de sarcasmo—, probablemente tu vida es tan patética, que el único medio de diversión que ahora tienes, es j***r la vida de la tonta a la que bajaste de ese árbol —farfullo a la vez de que levanto una mano para mostrarle mi dedo medio.
Fiona nos mira a ambos, dedicándose a sonreír a la vez de que niega con la cabeza mientras que el barbudo me mira con odio.
—Por lo que veo ustedes dos se van a llevar muuuuy bien —dice la anciana al colocar dos platos de lasaña al frente de nosotros.