5. "Conociendo la granja"

1887 Palabras
—Brooke, he ido al pueblo y te he conseguido algunas cositas para que puedas sentirte un poco más cómoda —la mirada de Fiona se pasea por mi cuerpo de arriba abajo, a la vez de que ríe con notoria diversión, al ver mi horrible ropa de hombre. Llevaba dos días en ese lugar, luciendo los horribles trapos que conseguía entre la ropa de Noah, quien no dejaba de renegar tras ponerme sus camisas favoritas. La anciana coloca dos grandes bolsas de cartón frente a mí, las cuales abro de inmediato, me es imposible no formar una mueca con los labios al ver que todo lo que hay ahí es vintage. j***r, ¿ahora debía de conformarme con la ropa que dejan otras chicas? —Hasta donde he llegado al caer aquí —bufo al poner los ojos en blanco—, tener que utilizar ropa usada. —¿Sí te has dado cuenta de que eres una persona sumamente grosera? —me regaña la anciana al fruncir el ceño en mi dirección—, maldita sea, Brooke, le llamo la atención a Noah por molestarte, pero tú no ayudas en nada, eres una horrible persona, lo único que trato es de ser amable contigo, pero al parecer, todo lo que sale de mi boca o trato de hacer por ti, está mal. Ella niega con la cabeza con decepción, la molestia continúa marcada en su mirada, trago saliva con fuerza, sin dejar de mirarla, en verdad que la mujer se había esforzado en ser amable conmigo desde el momento en que abrí los ojos, y yo en realidad no había dejado de actuar como una maldita perra. Saco un bonito vestido amarillo, toco su textura, la suavidad de su tela, en realidad, viéndolo bien no estaba tan mal, al menos estaba mucho mejor que los trapos que tenía puesto. —Lo siento, abuela —me disculpo a la vez de que desvío la mirada—, es solo que… me siento frustrada, he caído en un sitio desconocido, donde no tengo nada, ni siquiera sé cómo voy a hacer para regresar —frunzo los labios, sintiendo como mis ojos pican ante las ganas de llorar—, jamás he vivido de esta manera, extraño mi casa, mi habitación, mi cama… —veo el anillo de compromiso en mi dedo anular—. Extraño a mi prometido, supongo que, al no tener noticias sobre mí, pensará que estoy muerta —una pequeña lágrima cae sobre mi mejilla al pensar en ello, j***r, probablemente todo el mundo estaría pensando que habíamos muerto. ¿Dónde estaría el resto de mi tripulación? ¿Habrán muerto ellos? «—Diablos, abuela, debieron de haberme hecho ya un puto funeral. ¡Mis compañeros! —llevo ambas manos hasta mi cabeza, apretándola con fuerza—, no sé nada de ellos, estoy aterrada, temo que hayan muerto por mi culpa. —Oh, mi niña —la vieja mujer extiende su mano hasta agarrar la mía, a la cual le da un apretón amistoso mientras sonríe—, sé que estás asustada. Pero, quiero que sepas que aquí estás a salvo, verás que encontraremos la manera de hacerte volver. Mientras eso sucede, siéntete como en tu casa, haré hasta lo imposible para que te sientas cómoda. Toma esto como unas pequeñas vacaciones en el infierno, a como tú lo llamas. Suelto una pequeña risa cargada de nerviosismo mientras niego con la cabeza. —Lo siento por eso, me he portado pésimo contigo, cuando tan solo has tratado de ayudarme. Ella se encoge de hombros mientras hace un ademán con sus manos, restándole importancia. —Eres una estrella, a como lo has repetido tantas veces, supongo que estás acostumbrada a una vida completamente distinta a esta. Asiento con la cabeza, a la vez de que hago un mohín con los labios. En casa ni siquiera era capaz de levantar mi plato de la mesa, aquí debía incluso de lavarlo. Estaba acostumbrada a que eligieran por mí hasta la ropa que debía de ponerme, tal parecía que aquí debía de conformarme con la ropa vintage que me había conseguido la abuela. Mi trabajo era hacer películas y series, no en alimentar gallinas y cerdos, a como ese idiota pretendía que lo hiciera. —Gracias, abuela, iré a cambiarme esta horrible ropa —digo al levantarme del sofá, para tomar ambas bolsas. —Ve, hija. Deberías de bajar luego, así puedo mostrarte la granja. Finjo sonreír a la vez de que asiento con la cabeza. Tal parecía que sí o sí debía de comenzar a trabajar para ganar algo de dinero, llevaba ya varios días sobria y necesitaba con urgencia, aunque sea un cigarrillo, y buscar un sitio donde vendieran hierba, si no, la cabeza me explotaría en cualquier momento. Después de ponerme unos pantaloncillos cortos y una camiseta con la imagen de una banda irlandesa, acompaño a Fiona a dar un recorrido por la granja, mi pie había mejorado muchísimo, por lo que, ya casi que ni siquiera cojeaba. Ella me muestra los cultivos, en este momento tenían una gran parte de terreno sembrada de trigo y otra de cebada y arroz, ella me cuenta que Noah era el encargado de mantener todo en orden en el lugar, era quien contrataba personal en cuanto las cosechas estuvieran listas, para luego llevarlas a vender a la ciudad. En ese momento supe que los padres de Noah murieron cuando él tenía catorce años, su auto había perdido el control en uno de sus viajes a la ciudad, dado a que las calles estaban congeladas, habían terminado en un barranco, donde la extracción de ambos cuerpos había sido bastante complicada. Sus ojos se llenan de lágrimas en cuanto me habla de su hijo fallecido y su nuera, lo que me lleva a apretar ligeramente su hombro a la vez de que le pido que no me cuente más al respecto, para evitar que se ponga a llorar. Luego me lleva al corral de los cerdos, donde había al menos unos cincuenta animales que hacían ruidos grotescos, pidiendo de comer. A un costado estaba Noah, preparando la alimentación de los animales. —¡Al fin liberaste mi ropa! —exclama al notar nuestra presencia—, ¿lavada, planchada y doblada? Pongo los ojos en blanco. —¿Acaso soy tu sirvienta? —No, pero es lo que la gente suele hacer cuando ha tomado algo que no es suyo —dice antes de volver a concentrarse en los animales. —Déjalo, Brooke, luego yo lo hago —indica la mujer al tomar mi muñeca para alejarme de ahí. —¿Por qué me odia? —pregunto cuando ya nos hemos alejado de él. —Noah no es muy sociable —responde al encogerse de hombros—, y no suele gustarle la gente como tú —una sonrisa cargada de timidez se forma en sus labios, haciendo que más arrugas se dibujen en sus mejillas. —¿Cómo yo? —señalo. —Sí, mandona, arrogante, desagradecida —ella me mira—, no lo tomes a mal, te he tomado aprecio, pero eres todo eso y más. Chasqueo la lengua a la vez de que niego con la cabeza. —Entonces, ¿Por qué me ayudó? —Tampoco suele ser el tipo de persona que deja morir a alguien más, pudiendo haber ayudado. Asiento hacia ella, sin saber qué más decir. Terminamos en el gallinero, donde la veo recoger algunos huevos de los nidos de las gallinas, aquellos animales casi parecían estar entrenados, se quitaban del nido en cuanto ella se acercaba y cuando tomaba el huevo y retrocedía, ellas volvían a acomodarse en su cálido lugar. —¿Qué hacen con tantos huevos? —pregunto al verla llenar una canasta completa. —Los vendemos en el pueblo, al igual que la carne de los cerdos. —Eso parece ser mucho trabajo. Ella asiente. —Yo estoy vieja, ya no puedo ayudarle a Noah tanto como lo hacía antes, es por eso que, desde hace cinco años, he puesto todo a su nombre, para que él se haga cargo de su patrimonio. Nos dirigimos nuevamente a la casa, terminamos en la cocina, yo me siento frente a la isla de la cocina mientras la observo preparar chocolate caliente, tortillas de trigo y unos huevos fritos. Cierro los ojos, dejándome inundar por aquel aroma, sin duda alguna, esa mujer tenía manos de ángel, todo lo que había preparado desde mi llegada, me había encantado. En cuanto coloca un plato con tortillas y huevos frente a mí, siento como mi estómago ruge ante la ansiedad de querer engullirme de todo eso. Carajo, si seguía comiendo de la forma en que lo estaba haciendo ahí, iba a salir luciendo casi como uno de esos cerdos del corral. —No debería de comer tanto —digo al sonreírle, sin dejar de ver los huevos, los cuales casi eran capaces de gritarme que los comiera ahora mismo. —Anda, hija, come que estás muy flaca —me insta al colocar el vaso de chocolate a mi lado—, así cuando regreses a tu patria, seas capaz de recordar mi comida. Ella se sienta frente a mí, con una taza de chocolate a su lado, sin dejar de mirarme, era como si estuviera ejerciendo presión para que comiera. Al final me rindo y comienzo a comer todo lo que hay en el plato, incapaz de ocultar los ruiditos de satisfacción que salen de mis labios. —Ay, mujer, si es que cocinas delicioso. —Cuando quieras, te muestro como hacerlo —dice al guiñarme un ojo con complicidad—, así cuando estés en tu casa, podrás preparar alguno de mis platillos. Una pequeña sonrisa se forma en mis labios mientras levanto una ceja. j***r, ¿acaso tendría que aprender hacer de todo aquí? ¿cocinar? Si no había sido capaz de lavar una sola cuchara en mi vida, menos iba a agarrarla para preparar algún platillo. Ni siquiera me podría imaginar frente a una estufa. —No lo sé, creo que eso no es lo mío. —Pues espero que alimentar gallinas y recoger huevos sí lo sea —cita Noah al ingresar a la cocina—, porque a partir de mañana, ese será tu trabajo. —¿Quieres que trabaje? Está bien —farfullo al girarme hacia él—, pero antes hablemos de la paga, porque no creas que lo haré de gratis. —Cinco euros la hora, eso es lo que se paga aquí. —¿Cinco euros? ¿acaso te has vuelto loco? —gruño al fruncir el ceño. —Te damos alojamiento y comida, ¿aun así te quejas porque aparte te pagaré a cinco euros la hora? —el chasquea la lengua, a la vez de que niega con la cabeza con notorio fastidio. —¿Quieres saber cuánto dinero gano con cada película en la que actúo? —Entonces tómate un red bull para que te dé alas y así puedas volar a tu patria, princesa, donde sean capaces de aguantarte. —¿Sabes qué? ¡Jódete, barbudo! —exclamo para acabar con ponerme de pie para salir de la cocina—, ¡gracias por la cena, abuela! —digo antes de desaparecer.
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