La fotografía estaba presente en todas las páginas de internet. O en casi todas.
No había una página web de celebridades donde no estuviese yo con el chico misterioso, con un epígrafe «esclarecedor» de la escena y comentarios de periodistas o personas que decían ser cercanas a mí. Incluso estaban quienes habían comenzado a crear una posible lista de quién podría ser el chico que daba la espalda a la fotografía.
Todos los ojos caían en Richard Duff, sí, mi compañero de elenco. ¿Es que acaso no se daban cuenta que Ricky era más alto, delgado y tenía rizos? Con tal de encajar su cara en la escena hacen cualquier cosa, pensé.
―Repíteme una vez más qué ganas con mirar tanto la misma fotografía ―murmuré con fatiga a Mimi.
―Solo dame tiempo ―pidió. Siguió haciendo clic en diferentes páginas hasta que se detuvo en lo que pareció ser su destino―. ¡Sí, aquí está! ―festejó para sí.
―¿Qué? ¿Qué cosa? ―pregunté mirando la pantalla del portátil.
Sin responder a mi pregunta, ella le dio clic a un enlace de video y subió el volumen. Recién cuando el video hubo cargado, comprendí qué tramaba. En la pantalla se reproducía la presentación de los premios PNGZ. Las cámaras enfocando todo a su paso, desde las butacas en la que estábamos sentados los artistas hasta el palco donde subíamos a recibir el premio.
―Ropa negra, gorra y zapatillas coloridas. No es difícil de identificar, si lo ves me avisas ―dijo con una sonrisa ancha.
Sí, ese era su plan.
―Dudo que salga en cámara ―siseé.
Mimi se giró a verme y estrechó la mirada.
―¿Por qué lo dices?
―¿No lo viste? Es obvio que está lejos de ser famoso. ¿Por qué razón lo enfocarían a él? ―inquirí con fastidio.
―Oh, bueno ―gesticuló―, uno nunca sabe.
―Como sea ―gruñí por lo bajo.
Y entonces al dar «play» al video, la voz de un conductor televisivo hizo aparición. Hacía entrevistas a diversos artistas, incluso mi padre tuvo su momento para alardear del premio al que estaba nominada yo, y finalmente la entrega de premios comenzó. Me perdí en momentos, rememorando la noche, y justo cuando miré la pantalla de nuevo la cámara estaba detenida en mí. Yo de rodillas en las escaleras después de haber tropezado con mi vestido azul. ¡Qué vergüenza! No sabía si agradecer a los paparazzi por haber hecho irrelevante ese momento u odiarlos por haber mediatizado la foto con el Chico Incógnita.
―Admite que fue divertido ―rió con ganas Mimi.
Me reí de su risa contagiosa.
―Un poco ―no pude evitar decir.
La premiación continuó por dos horas más, entre agradecimientos y reconocimientos a grandes celebridades que habían marcado la historia de la cinematografía y el espectáculo. Cuando estaba a punto de rendirme y seguir con mi vida, olvidándome del estúpido y engreído chico anónimo, sonó una estrepitosa música en el palco donde minutos antes había estado Nora Stevenson presentando los premios, y luces multicolores comenzaron a girar en torno a todo el lugar.
―Esta ha sido la vigésima cuarta entrega de los Premios a las nuevas generaciones de Zendar. ¡Esperamos que les haya gustado! Finalizamos la premiación con el reconocido y nuevo artista coreano: Eunji ―exclamó con euforia una voz que no aparecía en pantalla.
Al instante, las luces se apagaron y un ritmo similar a la música electrónica comenzó a sonar.
Recordaba el show de aquel cantante de K-Pop, sin embargo, los recuerdos eran borrosos. Sí, a esa hora había estado con sueño y con pocas ganas de escuchar a alguien cantar coreano.
Cuando las luces se encendieron y un reflector apuntó hacia un chico con rasgos asiáticos, Mimi dio un salto que provocó que el portátil se tildara por un instante.
―¡Es él, Liv! ―gritó sonriendo ampliamente.
―¿Qué? No. No era a******o el chico con el que choqué ―negué.
―No, el cantante no. Mira detrás ―me ordenó.
Fue después de oír sus palabras que advertí seis cuerpos detrás del famoso Eunji. Seis cuerpos casi ocultos entre las luces de neón, pero que definitivamente encajaban con el chico misterioso. Su ropaje era oscuro, las gorras y zapatillas multicolores, incluso tenían la «E» estampada en las primeras.
―Un bailarín ―jadeó Mimi tapándose la boca.
Y sí, al parecer, el chico misterioso era un bailarín.
Pausé el vídeo en el momento en que la cámara enfocó el escenario completo y mis ojos recorrieron detenidamente cada cuerpo.
―¿Cuál de los seis es? ―curioseó mi amiga con las pupilas de sus ojos dilatas.
―Uhm ―murmuré frunciendo los labios. Todos los bailarines tenían la cabeza gacha y, debido a sus gorras, lo único que se veía de sus rostros era el mentón―. Es difícil encontrarlo ―siseé. Me detuve al observar el tercer bailarín de la derecha―. Es él ―dije segura.
―¿Cómo lo sabes? ―inquirió dudosa.
Su mandíbula, pensé. Recordaba cómo era de angulosa y definida. No podría confundirla.
―Solo lo sé ―respondí a Mimi.
Entonces ella asintió pensativamente y, tras un segundo, cerró la tapa de mi laptop.
―Lo encontramos, ahora haz la llamada ―indicó.
―¿Qué llamada? ―dudé realmente desconcertada.
―A tu padre, Diva ―resopló mientras me extendía mi iPhone―. Pídele que te contacte con Eunji ―alargó.
La quedé mirando pasmada antes de soltar una estruendosa risa. Sus ojos se estrecharon.
―¿Crees que mi padre es de la FBI? Él no tiene todos los contactos del mundo. Y si así fuera, ¿para qué querría yo contactarme con Eunji? ―cuestioné sacudiendo la cabeza mientras reía.
―Primero aclararé algo ―dijo intentando ponerse seria pero sin lograrlo―: sabemos que eres la Diva del grupo, ¿cierto? ―Reí y asentí―. Por lo tanto, yo soy la inteligente ―agregó.
―¿Insinúas que soy tonta? ―pregunté.
―Oh, no. Solo que… eres castaña, casi rubia ―dijo entre dientes.
―¡Dime que no acabas de estereotiparme! ―exigí.
―¡Vamos! ―rió haciéndome sonreír―. Mira mis ojos, soy oriental. Se supone que soy la inteligente ―bromeó.
La codeé y cogí mi móvil.
―¿Entonces ese es tu plan? ¿Conseguir el número de Eunji? ¿Y después qué? ―quise saber.
Mimi estrechó la mirada y me miró con indecisión.
―Definitivamente no eres la inteligente ―afirmó sacudiendo la cabeza con gracia―. El plan es hablar con Eunji, o en todo caso con su representante, y averiguar cómo se llaman sus bailarines. Será fácil ―aseguró con satisfacción.
―Si tú dices, Einstein ―musité cogiendo mi iPhone y buscando el número de mi representante. Éste respondió al primer tono, así que lo puse en altavoz―. Hola papá ―saludé.
―Cariño, ¿cómo estás? ¿Has cambiado de opinión respecto al romance? ―preguntó.
Rodé los ojos, pero antes de poder responder, sentí que el aparato era arrebatado de mí.
―Hola, señor Cameron ―se apuró en decir Mimi alejándose de mí con el móvil en su mano.
―Mia, niña ―oí decir a mi padre.
Le hice señas de confusión a mi amiga. ¿Qué tramaba?
―Me preguntaba si usted podría conseguir el contacto de Eunji ―arremetió ella sin darle demasiadas vueltas.
―¿Eun… qué? ―averiguó mi papá.
―El cantante de K-Pop que estuvo en los PNGZ ―explicó Mimi―. Liv y yo necesitamos hablar con él o su representante. ¿Podría hacernos ese pequeño favor? ―urgió.
―No tengo su contacto, Mia ―informó en tono serio.
Mimi me dedicó una sonrisa suspicaz, y acto seguido, habló.
―¡Qué lástima! ―murmuró fingiendo desánimo―. Liv estaba tan entusiasmada con ponerse en contacto con él. ¿Sabe que el chico misterioso es un bailarín de Eunji? Esto podría llegar a los medios de comunicación ―prosiguió en un tono cómplice―. ¡La noticia haría cobrar mucho interés a la película que comenzará a filmar! ¿No cree, señor Cameron?
―Intentaré conseguirlo ―soltó mi papá tras un silencio reflexivo.
―Gracias, un placer hablar con usted ―sonrió Mia antes de cortar la llamada.
Caminó alrededor de mí, con una sonrisa que parecía querer deslumbrar al mundo, y elevó las cejas con regodeo.
―Problema resuelto ―musitó.
―¿Problema resuelto? No ―grazné demasiado pasmada como para moverme―. ¿Qué has hecho? Yo no confirmaré el romance, lo sabes ―insistí―. Solo quería encontrar al chico para…
―¿Para qué? ―inquirió ante mi silencio.
―Desmentir el romance.
―Liv, Liv, Liv… ―dijo con lentitud haciéndome un guiño―. Insisto, soy la inteligente. Sabía que si le decía la palabra «desmentir» a tu padre, se negaría a darme el contacto.
―¿Entonces decidiste mentirle?
―Admite que fue un buen plan ―susurró.
Abrí mis ojos como plato. ¿Mimi engañando a mi representante, el señor que nunca era engañado y el mejor en los negocios? Mi padre se enfurecería mucho si se enteraba de la verdad.
―Eres la mejor ―reí.
―Lo sé, gracias ―dijo con falsa modestia.
Sacudí la cabeza mientras reía, entonces mi iPhone sonó. Mi amiga corrió hacia él y alzó el brazo en el aire al ver la pantalla.
―Lo tenemos ―festejó dando giros en su lugar.
―¿Tenemos qué?
―Tu padre acaba de enviarte un correo con la lista de los bailarines y… ¡adivina qué! ―agregó sonriendo aún más.
―¿Qué? ―dije siguiéndole la corriente.
―Ellos no son coreanos, son americanos ―anunció para luego mostrarme la pantalla de mi Iphone.
Bailarines
Edad Ciudad
Móvil
Elgort, Kevin
19 L.A
xx-xxx-xxx
Geyer, Tom
19 L.A
xx-xxx-xxx
Hoult, Liam
22 L.A
xx-xxx-xxx
Hutchence, Elijah 19 L.A
xx-xxx-xxx
Jones, Andrew 18 L.A
xx-xxx-xxx
Wolff, Darren
19 L.A
xx-xxx-xxx
La lista estaba a mi disposición, solo faltaba saber quién de todos ellos era el altanero.