Eso me encendió totalmente, sin embargo, no era suficiente para hacerme terminar con la velocidad de otras veces, y Mar parecía leer mi mente. Así que se abalanzó sobre mí, besándome el cuello y mordisqueándome suavemente. Esa fue la chispa que comenzó todo. Mi cuerpo se tensó y mi respiración comenzó a agitarse. Pocos minutos duré bajo el asedio que Mar tenía mi cuerpo. Y lo peor estaba por llegar: cuando empecé a sentir que mi corrida era inminente, Mar me susurró al oído: —Vente, papi, vente, quiero sentir cómo te vienes. Esas palabras, pronunciadas con un tono tan cargado de deseo, fueron el detonante final. Me dejé llevar por la marea de sensaciones que Mar provocaba en mí, perdido completamente en el momento. Sentí cómo cada fibra de mi ser se concentraba en el inminente orgasmo.

