Capítulo 1. A su merced
Advertencia: Este libro contiene escenas de violencia explícita, lenguaje s****l y temas sensibles que pueden resultar perturbadores para algunos lectores.
Abby avanzaba por el largo pasillo de la nueva oficina central, con el corazón golpeándole en el pecho como un tambor incesante. Cada paso la acercaba a Evan MacGregor, el hombre que siempre había sido su crush secreto, su admiración silenciosa desde que era adolescente, y que ahora se erigía como dueño absoluto de todo lo que ella amaba. Su padre lo había protegido durante años; luego, cuando lo despidió ella se entristeció mucho y por largo tiempo no supo de él hasta hacía poco, pues Evan compró la mayoría de las acciones y se convirtió en dueño del destino de su familia.
Sus dedos rozaban la pared fría, y un escalofrío recorrió su espalda. Todo dependía de él: los estudios de sus hermanos, la casa familiar, su seguridad… y aun así, algo más la empujaba hacia adelante. Algo que no era solo miedo. Era la emoción de estar cerca de alguien que siempre había deseado y que ahora estaba finalmente allí.
Cuando empujó la puerta del despacho, Evan estaba allí, de pie junto al escritorio, ocupando todo el espacio. Alto, musculoso, con los ojos azules oscuros y el cabello n***o que siempre le había parecido perfecto. Abby sintió cómo el aire se cargaba entre ellos, cómo su cuerpo respondía antes que su mente frente. ese Henry Cavill 2.0.
—Abigail Conelly —dijo Evan con voz profunda, firme, que parecía retumbar en cada rincón—. Hace tiempo que esperaba este momento.
—Señor —murmuró ella, bajando la mirada apenas un instante, aunque su corazón latía con fuerza y sus manos temblaban.
Él dio un paso hacia ella, acortando la distancia. Su presencia era abrumadora; cada movimiento suyo irradiaba control, seguridad y una autoridad que la dejaba sin aliento.
—Tu mundo, Abby —dijo Evan, bajando la voz, casi un susurro—, todo lo que amas, depende ahora de mí.
Mientras pronunciaba esas palabras, pasó lentamente el pulgar por su labio inferior. El gesto era suave, mínimo, pero suficiente para que un escalofrío le recorriera la columna y sus piernas temblasen ligeramente. Su respiración se hizo más rápida, y sus mejillas se encendieron.
—E-entiendo… —susurró Abby, con un hilo de voz, tragando saliva, consciente de que todo en ella reaccionaba a su cercanía, a ese toque sutil que la hacía sentir vista, deseada, y al mismo tiempo vulnerable, como si estuviera desnuda frente a él.
Evan arqueó apenas una ceja, sonriendo con un toque de diversión y satisfacción.
—Quiero que comprendas algo más —continuó, acercándose un poco más, tan cerca que Abby podía percibir el calor de su respiración—. Si quieres que todo lo que amas permanezca intacto… tendrás que demostrarme tu lealtad. Y no hablo solo de palabras.
Abby tragó saliva, su pecho subiendo y bajando rápidamente. Su mente gritaba que se apartara, que huyera, que no podía ceder de esa manera. Pero otra parte de ella, más profunda y peligrosa, sentía que todo ese miedo se mezclaba con deseo, con fascinación, con la emoción de que alguien que siempre había admirado la viera así. No era solo sumisión ante él y su destino: era aceptación de algo que había deseado toda su vida, aunque nunca lo iba a reconocer frente a Evan.
—H-haré lo que deba… —susurró, bajando la mirada, pero manteniendo un hilo de fuerza, de humanidad que decía “no voy a someterme”.
Evan inclinó la cabeza, observándola con intensidad, disfrutando del pequeño conflicto que se leía en sus ojos. Cada fibra de Abby reaccionaba a su cercanía: el corazón golpeando, la piel sensible, el pulso acelerado. Era fascinante para él, y para ella, aterrador y excitante al mismo tiempo.
—Eso me gusta —dijo Evan, con un leve tono ronco.
Abby cerró los ojos un instante, tratando de calmar la corriente eléctrica que la recorría.
—E-entiendo... Haré lo que necesite en...en el trabajo —dijo de nuevo, más firme.
Su voz temblaba pero no como antes, pues necesitaba mantener al menos un hilo de decisión propia. Algo que le recordaba que aún podía tomar sus propias decisiones aunque intuía que estaba a su merced completamente.
Abby cerró los ojos un instante. Su corazón latía con fuerza y su mente gritaba que se apartara, que dijera que no. Pero sabía que no podía. Sus hermanos necesitaban que ella obedeciera, y Evan tenía el control absoluto.
—Me gusta que entiendas y seas obediente —susurró él, inclinándose todavía más, y su mano rozó apenas la de Abby, suficiente para que un escalofrío la recorriera—. Ahora demuéstrame que tu lealtad —dijo y puso una mano en su hombro mientras se bajaba su bragueta.
El miedo, la humillación y el deseo se mezclaron en su pecho.
¿Qué??? Quiso gritar, sus ojos se alzaron y abrieron por la sorpresa.
—Yo...no creo entender...
—Creo que entiendes perfectamente...Abby —dijo y tocó su mejilla de manera sensual antes de apretar su hombro y empujar hacia abajo nuevamente.
Cada fibra de su cuerpo le pedía que se apartara, pero otra parte, más profunda y peligrosa, respondía a la cercanía de Evan, a su poder y a su intensidad. Aparte ella siempre había sido una niña buena y obediente. Ël le inspiraba temor y respeto, sin contar con que siempre había sido su amor imposible, su crush desde que tenía memoria, había soñado mil veces ese momento, se había masturbado desde que era adolescente con él.
Se sentía dividida entre la rabia y el miedo.
El deseo y la anticipación.
Finalmente Abby tragó saliva y obedeció, se agachó frente a él y tomó la gran v***a, que él ya había expuesto, con sus manos. Ya estaba dura, siempre había soñado con mamársela pero no de esa manera, aún así la rodeó con sus manos y se la metió en la boca y empezó a chupar mientras de reojo miraba hacia arriba. Él la estaba observando y puso una mano en su cabeza.
—Oh sí, que buena putita que eres Abby, oh siii así...
Abby comenzó a lamer sus bolas mientras seguía masturbando su v***a.
Y para su completa humillación su cuerpo reaccionaba de maneras que la confundían: miedo y deseo, humillación y excitación, todo al mismo tiempo.Sus bragas se humedecieron y volvió a chupar su tronco mientras él gemía.
Evan la observaba con una mirada que mezclaba control y satisfacción.
—Sigue así sí, así, más...
Con un sonido gutural él se vino en su boca temblando.
Ella tragó toda su leche y se quedó así un momento. Cuando él se compuso ella se levantó.
—Bien —dijo finalmente él mientras se acomodaba la bragueta—. Has hecho un buen trabajo. A partir de ahora harás todo lo que yo te diga, cuando te lo diga y cómo te lo diga ¿entendido?
—Sí...
—¿Sí qué?
—Sí, Evan...
—No...A partir de ahora soy tu señor, salvo que te diga lo contrario, ¿entendido?
—Si...señor...
—Muy bien mi putita obediente...
Evan metió un mano dentro de su blusa y tomó uno de sus enormes pechos.
—Tienes buenas tetas, quítate la camisa ahora...
Ella se quedó un momento viéndolo, sus mejillas enrojecieron.
—Que te quites la camisa, quiero ver tus tetas AHORA.
Finalmente ella con vergüenza se quitó la camisa, y él bajó su sostén.
Tomó sus tetas con sus manos como si las pesara y luego hundió su rostro allí, comenzó a chupar un pezón y mordisquear, iba de uno a otro.
Ella gimió no pudo evitarlo.
—¿Te gusta? Quiero oír cuánto te gusta...
Evan metió una mano bajo su falda, buscó su entrepierna hasta encontrar sus bragas.
Metió se mano entre sus labios vaginales, y comenzó a frotar su clítoris y meter su dedo que iba y venía hasta que ella comenzó a temblar, se aferró con fuerza a sus brazos mientras su vulva comenzó a chorrear. Y con un gemido fuerte, se corrió frente a él.