POV: Cora.
Su aliento ardiente y su respiración, me provocan un escalofrío que recorre toda mi espalda. Tiemblo, no sé si de miedo o por la mezcla de sensaciones extrañas que me provoca el desconocido.
—Hueles delicioso —susurra, cuando desliza la boca hasta mi oído. Arrastra todas y cada una de las palabras—. Serás mi ligue de esta noche, muñequita.
El tono que utiliza es uno s****l y tremendamente serio. Agarra mi cintura con firmeza, haciendo que mi cuerpo se pegue más al suyo. Siento su entrepierna en mi espalda y con eso, compruebo que no está bromeando.
—¿Qué...de... qué hablas? —tartamudeo—. ¡Suéltame ya! ¡Pervertido!
Hablo con voz firme y fuerte. Pero cuando estoy a punto de soltarme de su agarre, él me gira, para ponerme de frente a él. Alzo mi mirada, para ver a quien intenta someterme y me encuentro con unos grandes ojos, de color azul intenso. Me quedo inmóvil, detallándolo, su rostro está demasiado cerca del mío. Con su cabello peinado hacia atrás, semblante serio, nariz perfilada y labios asimétricos; debo confesar que me resulta jodidamente atractivo.
Él me observa, estudia mi rostro, como si quisiera memorizarlo. Yo no me mueve, casi ni respiro con normalidad, por tenerlo tan de cerca.
Su mirada se desvía hacia mi provocativo escote y en ese momento, soy consciente de que mis senos están muy pegados a su pecho. Arquea una ceja y sonríe, elevando solo la comisura de su boca, lo que marca en su mejilla un hoyuelo; lo que le da un toque más atractivo.
Sin embargo, reacciono.
—Pero, ¿qué carajos se cree que hace? —Lo empujo, hasta que logro alejarme de él.
El desconocido ríe descaradamente y aprovecho su descuido, para escabullirme entre las personas que están en la pista de baile. No sé cómo, pero cuando me doy cuenta, voy saliendo del elevador, en el segundo piso. Miro en todas las direcciones y suspiro, con alivio, cuando verifico que he perdido de vista al idiota.
—Que descarado —susurro, con voz baja.
Logro estabilizar mi respiración agitada. Paso mis manos por mi cabello, ordenando los mechones que caen en mi rostro. Decido caminar y veo que este piso es más lujoso que el primero. Puedo imaginar que los demás, han de ser mejores. Busco el baño, porque necesito adecentarme y lo encuentro al final del pasillo en el que me encuentro. Las luces de color rojo y morado alumbran el ambiente y paso varias habitaciones, donde el placer y la lujuria reinan, teniendo en cuenta que los gritos y gemidos hacen ecos en las paredes. Mi cuerpo se tensa ante tales sonidos.
Siento alivio al entrar en el baño. Solo humedezco un poco mis manos y trato de relajarme. Un pensamiento no deja de dar vueltas en mi cabeza: «No puedo negar que ese hombre está rebueno».
«¡Oh, dios mío! ¿Qué estoy pensando?». Agito mi cabeza, negándome a continuar pensando en ese descarado. Alejo esos pensamientos de mi cabeza.
—Es mejor que me vaya a casa, antes que ese estúpido me encuentre —digo, con voz baja.
Con eso en mente, salgo del baño y me dirijo a la salida, por el mismo pasillo. Sin embargo, algo llama mi atención. En una habitación que está abierta, se escucha algo, pero no hay música ni nada de lo que se escucha en las demás. La curiosidad me puede y con sumo cuidado, me asomo a la puerta. Esta se abre del todo y veo al mismo hombre de hace rato, parado frente a mí. Me asusto e intento irme, pero él me sujeta rápidamente del brazo. Sin poder evitarlo, me lleva dentro y pone el seguro de la puerta.
Me acorrala contra la pared. —¿Creíste que te librarías de mí, muñequita? —susurra en mi oído.
—Suéltame, maldito perver.... —No puedo terminar la frase, se acerca hasta quedar muy pegado a mi cuerpo y cuando intento apartarlo con mis manos, las toma bruscamente, con solo una de las suyas, grande y tosca. Las alza por encima de mi cabeza y las recuesta a la pared.
Estoy a punto de gritar, cuando atrapa mi boca con la suya y muerde mi labio inferior, para que yo abra la mía. Su respiración es entrecortada y yo, no estoy mucho mejor. Pero mi dificultad al respirar es por seguir luchando contra él, aunque sea absurdo, ya que él tiene mucha fuerza y no logro moverlo ni un centímetro. Con su otra mano, me sujeta muy fuerte de la cintura, haciendo que mi cuerpo se pegue más al suyo.
Continúa besándome de forma apasionada, sus labios se funden con los míos y su lengua comienza a jugar de manera excitante. La mano que puede mover, la desliza por mi muslo hasta llegar a la tela de mi vestido. Lo sube sin cuidado, hasta que agarra mi trasero con su amplia mano. Maldigo mentalmente por haberme puesto esta prenda provocativa.
Estoy aturdida, no puedo gritar, pero intento empujarlo con mi cuerpo para que me suelte. Mis movimientos solo permiten que él se excite más y que restriegue su m*****o contra mí. Insisto en mi lucha, pero cuando comienza a deslizar un dedo desde mi abdomen hasta el elástico de mi ropa interior, me rindo.
Su mano se cuela por debajo de mi ropa interior y el contacto de sus dedos con la entrada de mi intimidad, me hace perder la razón. Mi temperatura corporal aumenta y respondo a su beso, me dejo llevar por el deseo de experimentar algo nuevo. Mi sexo se humedece a medida que él lo toca sin parar.
Ni siquiera pienso que no sé quién es este hombre y tampoco me importa. Lo único que me interesa, es que es jodidamente sexy. Cuando la lujuria y el deseo se apoderan de uno, la razón deja de funcionar.
Saca sus dedos para humedecerlos con su saliva, sin articular ninguna palabra y luego vuelve a tocarme. Suelta mis labios y hunde su cara en mi cuello, besándome con desesperación. Estoy tan mojada y siento su dedo abriéndose paso por mi v****a; lo introduce con lentitud y yo gimo, al sentirlo dentro.
Sin dudarlo, caigo a su merced. Estoy completamente perdida y embelesada con tanto placer.
Con su mano libre desabrocha el brasier por mi espalda y me lo quita, por arriba del vestido. Besa mis senos por encima de la fina tela y mordisquea mis pezones, mientras sus dedos se hunden más y más dentro de mí.
Mi respiración se hace pesada y mis gemidos no dejan de salir. Suelto un chillido cuando tira un poco más fuerte de uno de mis pezones, con sus dientes. Me separa de la pared, liberando mis manos y luego me lleva cargada hasta la cama que se encuentra en medio de la habitación. Me deja caer. Las luces dentro de la habitación son una copia de las que antes vi en el pasillo, por lo que no puedo ver claramente, pero sí logro observar como se despeja con rapidez de cada una de sus prendas, quedando solo en bóxer. El bulto que esconde su ropa interior, es imposible de ignorar. Deja al descubierto su hermoso y fornido cuerpo y quedo hechizada, como cuando lo vi en la pista de baile. Sus músculos perfectamente marcados me dejan sin aliento. Todo en él es perfecto.
«Creo que me voy a desmayar».
Saber que este hombre será mi primera vez, el primero en todo, me sobresalta, pero a la vez me emociona. Es una sensación inexplicable.
Se inclina para llegar donde estoy, mirándome fijamente a los ojos. Mi corazón late con fuerza cuando lo veo aproximarse, como si quisiera devorarme. De pronto, siento todo su cuerpo pegado al mío y comienza a besarme. Hace que mi cuerpo arda y se vuelva a encender con solo un toque. Toma mis labios con ansias y muerde un poco mi labio inferior; comienza a bajar hasta mis pechos y pasa su lengua por ellos, haciendo círculos. Siento cómo se endurecen y provocan que mi entrepierna se humedezca. Siento mucho más calor.
Sigue bajando, llega a mi cintura y de un tirón, me quita el vestido. Lo saca por mis piernas y quedo completamente desnuda, expuesta su mirada. Se queda unos segundos de más mirando mi sexo húmedo y suelta un gruñido, antes de regresar a mi rostro.
—Eres tan…perfecta. Todo en ti lo es. —Su voz se escucha entrecortada.
Con sus dedos recorre mi vientre y mis caderas. Vuelve a besarme y entre sus besos y el roce sobre mi piel, me parece estar en las nubes. Llega un momento en el que no me arrepiento por lo que está a punto de pasar. Solo me dejo llevar.
Y tal vez, haya decidido hacerle caso a la tonta sugerencia de mi hermana: ¡Follar a lo bien!
«¿Quién lo diría? Yo, tomando en cuenta las idioteces de mi hermana». Pero este hombre me vuelve loca en todos los aspectos. Hasta el punto de hacerme olvidar mi decencia y convertirme en una descarada sin vergüenza. Él, un desconocido, logró en segundos lo que Harry no pudo en cuatros largos años. Mi ex, ni ningún otro hombre, alguna vez ocasionaron la tercera parte de lo que este hombre me hace con el simple hecho de tocarme. Estar desnuda ante él no me asusta.
De pronto, deja de besarme y tocarme, para abrirme de piernas y doblarlas, acomodándolas a su consideración. Su mirada queda fija en mi zona íntima.
—¡Joder! Me vuelves loco —exclama, con un gruñido—. Deseo probarte.
No me da tiempo a preguntar a qué se refiere, cuando sus dedos acarician mi clítoris y yo estremezco, dejando salir un gemido vergonzoso. Cambia sus dedos por su boca y la lleva hasta mi vientre; desde ahí, comienza a bajar muy despacio, hasta que llega a mi centro. Su lengua aterciopelada hace el camino que antes hicieron sus dedos, de forma suave y tortuosa. La pasa por mi botón excitado con una experiencia innegable y luego, la introduce en mi sexo, abriéndome con sus dedos. Solo puedo retorcerme con ansias contra él.
Lucho por no gemir ni gritar demasiado fuerte, sin resultados. Mi cuerpo está experimentando cosas nuevas y todo lo que hace para satisfacerme, me hace vibrar de pies a cabeza.
Cierro los ojos cuando arrecia los movimientos de su lengua. Ya no es lento, ahora se siente como si quisiera devorarme hasta saciarse de mí. Me retuerzo y siento que, de un momento a otro, perderé el control.
—¡Oh, por Dios! —gimo, de forma descontrolada.
Estoy sintiendo algo diferente, pero placentero, algo que me hace sentir en el paraíso y que nubla mis sentidos. Algo que hace que disfrute este momento, ardiente y caluroso.
Mis músculos se contraen, hasta hacer que me sacuda y que mi interior, estalle. Creo reconocer un orgasmo y lo compruebo, cuando alza su cabeza y veo la forma en que lame sus labios, saboreándose con una mirada de deseo y lujuria.
Trato de recuperar el aliento, pero cuando se levanta para quitarse la última prenda que cubre alguna parte de su cuerpo, lo vuelvo a perder. Queda a la vista su grueso y enorme m*****o.
—¡Oh! —exclamo, sin poder aguantar la sorpresa.
Mi boca se abre, demasiado asombrada y temerosa de que llegue a lastimarme. «No creo que eso quepa dentro de mí».
Sin embargo, no hago caso a mis pensamientos, cuando él se inclina sobre mí y apoya sus brazos a cada lado de mi cabeza, quedando completamente suspendido sobre mí. Su mirada no deja la mía en ningún momento.
—¿Quieres que te folle? —Su voz ronca, baja y entrecortada—. Piénsalo bien, porque una vez que lo haga, no hay vuelta atrás.
A estas alturas, mi razonamiento no funciona, yo no necesito pensar.
—Sí —digo sin más.
—Ahora serás mía por completo —declara, con actitud territorial, justo antes de colocar su m*****o en mi entrada.
Mi respiración se corta y siento cómo me penetra despacio, muy despacio; hasta que lo tengo completamente dentro. Cierro los ojos y sin ser consciente, clavo mis uñas en su espalda, con todas las fuerzas que tengo en mis manos. Gimo, al sentir dolor.
Él se detiene por un momento, ante mi gesto. Abro los ojos y veo que él me está mirando, con el entrecejo fruncido
—¿Estás bien, muñequita? —Su voz suena preocupada y dulce, lo que me hace aflojar el agarre de mis uñas en su piel.
—Ajá. —Es lo único que puedo responder.