AMÉRICA Me duele el coño cada vez que camino; el ardor es insoportable hasta el punto en que comienzo a caminar de manera extraña. Bajo del taxi que me deja en casa y, durante todo el trayecto, me he estado preparando mentalmente para enfrentar a mi pequeña familia. El hecho de que Bryce sepa la verdad me quita un enorme peso de encima. Puedo decir que no estoy contenta, pero sin duda me siento liberada de un secreto que me carcomía el alma. Respiro hondo y, a paso decidido, entro a casa, esperando encontrar los gritos y chillidos de Alene. Lo único que recojo del gran silencio que inunda la estancia principal es el eco de mis pasos retumbando en cada una de las paredes. —¿Papá? —llamo. Tengo la firme esperanza de terminar con esto antes de que sea demasiado tarde y Bryce pretenda hace

